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Previsibilidad y prudencia

La previsibilidad con la que la Reserva Federal ha llevado a cabo sus dos últimas decisiones hubiera permitido su análisis a priori con escaso riesgo de equivocarse. Para un economista, esta circunstancia sin duda se ha convertido en un lujo para los tiempos de volatilidad que exhiben los mercados, aunque la capacidad de anticipación a un banco central no necesariamente debe significar la obtención de un beneficio para el inversor. De hecho, en estos comienzos del año se puede constatar con perplejidad la escasa verosimilitud que asignan los agentes a las perspectivas económicas de la autoridad monetaria europea, hasta el punto de cotizar descensos de tipos de interés que los máximos representantes del BCE insisten en alejar con sus manifestaciones.

El presidente de la Reserva Federal, sin embargo, sigue optando por una línea colaboracionista con las expectativas de los mercados; evidentemente porque los argumentos de fuerte desaceleración que manejan están viéndose justificados. El papel de protagonismo al que ya nos ha acostumbrado Greenspan no se está produciendo, por lo tanto, con medidas inesperadas que, según la teoría, deberían ser las más efectivas, sino añadiendo más certidumbre al escenario económico y financiero.

En consecuencia, el efecto inmediato en las cotizaciones de las bolsas o la deuda apenas ha sido significativo, y probablemente no pueda esperarse más de medidas tan ampliamente descontadas por los agentes. No obstante, existe un riesgo en esta actitud y es la de caer en la presión de las plazas financieras, especialmente si los mercados han podido intuir un problema de conciencia por haber cambiado con cierto retraso el sesgo de la política monetaria.

En este sentido, una parte considerable de los operadores parecían mantener la esperanza de un tono más condescendiente de la Fed, recortando hasta 75 puntos básicos sus tipos de interés oficiales. De haber sido así, probablemente sólo hubieran cabido dos interpretaciones: o el deseo de apurar con una última bajada el margen de maniobra disponible, o de alarma de las autoridades por el pulso de la economía. Pero ni una ni otra son deseables; la primera de ellas porque terminaría neutralizando las perspectivas de relajación monetaria adicional cuando aún no existen suficientes pruebas para confiar en la recuperación. Y la segunda porque los indicadores económicos no confirman una recesión, sino un duro ajuste tras el estallido de una burbuja que se ha extendido, en mayor o en menor medida, a todos los sectores, pero cuyo epicentro ha estado localizado en el tecnológico.

En este escenario cabe preguntarse si ésta será la última bajada de tipos. O al menos si el mercado puede llegar a barajar esa posibilidad. Y la respuesta no puede ser por el momento afirmativa. Del breve comunicado de la Reserva Federal se desprende la doble intención de no contrarrestar nuevos descensos de la curva de tipos, y la de constatar comportamientos algo más satisfactorios del consumo y de las empresas en la reducción de sus inventarios.

En definitiva, parece clara la intención de seguir bajando sus tipos de interés en las próximas reuniones y, salvo sorpresas muy desfavorables del mercado, intentará evitar, como ya ha advertido, modificarlos en los períodos intermedios. De pocas opciones más dispone Greenspan, salvo esperar que los 1,5 puntos porcentuales que ya ha bajado los tipos de interés en apenas tres meses engrasen el sistema productivo. Para ello será necesario que los agentes consideren suficiente la corrección de las expectativas y de los mercados de valores al ciclo actual.

César Cantalapiedra es analista en Analistas Financieros Internacionales

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