Una reforma pionera
Fernando Sígler estudia los primeros asentamientos campesinos de la II República en Andalucía
Bajo el nombre de Espera Obrera, sociedad campesina autónoma de la II República, se conoce al primer ensayo de reforma agraria del que se tiene noticias en Andalucía. Su escenario se localiza en Espera, un municipio de la comarca serrana de Cádiz y zona latifundista por excelencia. El alma impulsora de la colectividad fue Francisco Garrido, escritor y dirigente político que convirtió un proyecto tan humilde como imaginativo en verdadera utopía respecto a la distribución de la riqueza rústica y los modos de organización del trabajo.
El periodista Fernando Sígler Silvera, ampliando varios capítulos de su tesis doctoral sobre los proyectos de reforma agraria de la provincia de Cádiz, ha escrito esta historia en La reforma agraria en Espera, un volumen que acaba de ver la luz en la editorial madrileña Tréveris. En sus páginas se siguen los primeros pasos de lo que fue este sueño desde la aprobación de la Ley de Reforma Agraria de las Cortes en 1932.
Tras proclamarse la República en abril de 1931, se eligieron unas Cortes en las que predominaban socialistas y radicales. El debate sobre los artículos referentes a la Iglesia de la Constitución fue el detonante de la salida del Gobierno de Maura y Alcalá Zamora. La formación de un nuevo Ejecutivo, que presidía Azaña, allanó el camino para la Ley de Reforma Agraria. La reacción de los terratenientes y las formaciones políticas conservadoras fue de una hostilidad sin paliativos.
'La nueva norma se ponía a disposición de los campesinos', explica Sígler, 'para acometer los primeros cambios que una tradición secular había venido reclamando para el sector primario'.
Sin embargo, estas políticas reformistas hubieron de esperar un largo trámite que hizo prender el escepticismo en todo el sector. Sólo en un caso se tomó la iniciativa de conceder varias fincas para la explotación colectiva antes de que expirara el año 1932: fue la sociedad Espera Obrera, independiente de los dos sindicatos instalados en el campo gaditano de la época (UGT y CNT) y con unos 600 hombres en sus filas.
La figura de Francisco Garrido Barrera es fundamental en esta experiencia: elegido alcalde en abril de 1931, gestionó las ayudas de la Administración y encabezó las protestas contra el Gobierno cuando la legislación fue revelándose perjudicial contra los braceros. Para Sígler, la evolución de este movimiento 'puede considerarse paradigma del anhelo de un nuevo modo de organizar el trabajo de la tierra', afirma, 'así como de las dificultades, obstáculos y errores que se pusieron de manifiesto en la aplicación de los proyectos reformistas en su conjunto durante el periodo republicano'.
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