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Columna
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Aires de senegal

Es cada vez mayor el número de familias vascas que se prestan voluntarias para acoger niños del tercer mundo en su domicilio o a colaborar en diferentes ONG de carácter humanitario. Las muestras de solidaridad se repiten, se prestan regularmente ayudas sanitarias, educativas o económicas a las gentes que llegan, o traemos como frutos exóticos, de esos países que llamamos pobres con errónea suficiencia. Digo errónea suficiencia porque nuestro criterio mercantil hace suponer que no tienen nada que ofrecer. Sin embargo nunca más lejos de la realidad. Su gran oferta es la espontaneidad de comportamiento y los valores que eso destila.

Algunos de estos aspectos ha palpado Guillermo Unzetabarrenetxea (Bilbao, 1960) en Senegal. Fue buscando sosiego a sus tormentos personales y de esta magnífica terapia ha traído algunas huellas para presentarlas en una exposición itinerante que ha llegado al Fotomuseum de Zarautz y luego irá al Centro Cultural Montehermoso de Vitoria. Son retratos de diferentes personas que fue encontrando en su camino de catarsis. Algunas caras y situaciones de los que le ayudaron a encontrar alivio del ritmo apabullante de un infierno que eufemísticamente denominamos primer mundo.

Guillermo un día se quedó embrujado cuando, con diez años, un primo le enseño lo que ocurría en un laboratorio fotográfico. El impacto llegó cuando vio que al echar un papel blanco sobre un líquido que olía mal iba apareciendo una imagen como por arte de magia. Después llegaron tiempos de Universidad y coincidió con una novia en Vitoria con tienda de fotos a la que ayudaba en las labores del establecimiento y en algunos reportajes de boda. Termina Sociología Industrial en la Complutense y Comercio Internacional en Sarriko. Aprende árabe y una beca del Gobierno Vasco le lleva a Marruecos. Allí, para añadir ingresos a su escueta asignación institucional, colabora con la agencia de noticias Reuters. Es una forma de aprendizaje desde los axiomas ensayo y repetición. Viendo la necesidad de incorporar más conocimientos a su forma de hacer realiza un master de fotografía donde le enseñan fundamentalmente a iluminar. Monta su primer estudio en Madrid y en el 99 se instala en Vitoria.

Consciente de la importancia de las nuevas tecnologías, desde una pagina en Internet ofrece sus coordenadas profesionales. En distintos apartados enseña el tipo de fotografías que sabe hacer. Puede ser industrial, arquitectónica, publicidad y bodegones en estudio, paisajes y naturaleza, reportajes de actualidad y retratos. La calidad es indiscutible. Son imágenes que se mueven dentro de la ortodoxia compositiva. Muy pensadas para congelar el instante que prefiera el autor. Se trata de situaciones generalmente estáticas donde no hay cuartel para la improvisación, las luces y colores acarician la mirada, muestran sin reparo curiosos puntos de vista con descarnada belleza por la que puede llegar a flaquear el alma.

Su especialidad en retratos merece atención especial ya que la convierte en un territorio donde la estética convive con emociones y sentimientos ocultos. Así ocurre con las fotos traídas de Senegal que se mueven en esta línea. Tienen un gran poder de atracción. Los treinta y seis retratos que se presentan en la exposición son ejemplo de calma y serenidad. Lejos de representar una Arcadia feliz o un contrapuesto mundo salvaje, muestran sencillamente un estado de ánimo donde predomina la paz y la serenidad. Situaciones que el fotógrafo sabe congelar con altas dosis de sensibilidad y precisión, donde se implica con cierto grado de amor y pasión para conseguir el gozo añadido de una nueva vivencia personal. Técnicas aparte, en el resultado no han influido ideas preconcebidas, tampoco planteamientos redentoristas que practican otros muchos autores al estilo de misioneros salvadores de almas, todo es fruto de la seducción que nace de la sonrisa sincera de gentes nobles y humildes.

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