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Columna
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Vuelve la geografía

Fernando Vallespín

Se ha dicho que el Estado es demasiado pequeño para resolver los grandes problemas y demasiado grande para los pequeños. No hay más que asomarse a algunos de los que hoy más nos inquietan para observar que se encuentra, en efecto, en una situación incómoda o poco agraciada. Ni siquiera en aquello en que era experto, el 'cerrar fronteras', muestra el antiguo vigor. Esto lo estamos viendo ya en su impotencia para hacer frente a las viejas y nuevas epidemias animales o a los flujos migratorios; por no hablar de su indefensión frente a los mercados globales, que -como los campos- están hoy también con no pocas hogueras. En los últimos años hemos venido asistiendo a un proceso de creciente 'desterritorialización' de las actividades humanas, la famosa mundialización, que ha conducido a eso que alguien calificó como el 'fin de la geografía' (R. O'Brian). Otros, en un tono entre apocalíptico y divertido, prefieren hablar de la 'nueva Edad Media' por eso del paroxismo de lo local que convive con el nuevo 'imperio' de las organizaciones supranacionales a lo UE. Y, desde luego, por la proliferación de otros novedosos poderes intermedios como son las grandes corporaciones económicas y los representantes de intereses corporativos o las mismas ONG. (Por cierto, las pestes animales han contribuido a dotar a esta imagen de un mayor realismo.)

Cualquiera de estos dos modelos puede servir para comprender las dificultades a las que se enfrenta la 'política normal' heredera de los mejores tiempos del Estado-nación. Y ello no ha podido dejar de afectar al famoso Plan Hidrológico Nacional, aunque éste muestre peculiaridades propias. Presupone, en efecto, una de las labores irrenunciables del Estado, como es la administración de un recurso común, el agua, que por la irregular pluviometría y explotación agrícola nacional requiere de una sofisticada gestión y coordinación de su uso. Dicho plan sirve también para resucitar el paradigma de la política territorial en la época de su plena virtualización global. Nos ha vuelto a reconciliar con la geografía, incluso en un sentido puramente escolar: se habla de ríos, cuencas, embalses, deltas, cultivos. Pero éstos no aparecen ya como algo que se somete pasivamente a la acción política central, sino como lugares bajo la protección de señores políticos locales. Una de las sorpresas de nuestros políticos nacionales ha debido ser el redescubrimiento del 'factor local' en la política nacional. Era algo con lo que había que contar en las comunidades históricas gobernadas por partidos nacionalistas, pero que no cabía esperar en lugares como Aragón o Castilla-La Mancha, donde sus señores respectivos han agitado al pueblo contra el poder central. Y por mucho que TVE pretenda ignorarlo, han sido incluso capaces de organizar la mayor manifestación de la era Aznar -con excepción de las antiterroristas, claro está-.

Cualquier observador mínimamente sagaz habrá visto aquí una nueva vuelta de tuerca hacia la federalización de España. Y, sobre todo, la puesta en cuestión de la extendida idea de que son los dos grandes partidos nacionales los que en realidad contribuyen a 'vertebrar' España. Esto ya sólo parece válido para el PP, cuyo centralismo caudillista le ha permitido ignorar que vivimos en un Estado de las Autonomías. Por razones obvias, el PSOE no ha tenido más remedio que afrontarlo directamente y se ha visto obligado a integrar en su seno todas las tensiones entre intereses nacionales comunes e intereses regionales. Algo, por cierto, a lo que un PP post-cesarista acabará teniendo que hacer frente también. Porque el problema de fondo no es otro que la falta de un foro en el que discutir abiertamente entre el poder central y las Comunidades Autónomas todos estos problemas de coordinación y gestión de recursos comunes o cuestiones de similar naturaleza. Los territorios importan y su vertebración no debe dejarse al albur de la vida interna de los partidos; o no solamente a ella; requiere de una solución institucional. Precisamente porque la acción estatal sigue siendo, a pesar de todo, imprescindible es por lo que ese foro resulta ya casi inevitable. ¿Para cuándo la reforma del Senado?

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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