_
_
_
_
Crónica:1. Nuevo arsenal | 2. Preferencia religiosa | 3. Un Parlamento vivo | 4. Dimisión en Portugal | 5. Brasas balcánicas | 6. El peso de la ley | 7. Paradojas israelíes | la semana
Crónica
Texto informativo con interpretación

7 claves

Lluís Bassets

ETA se aprovisiona. Rueda implacable la máquina de la Justicia en el Cono Sur. Arde otra vez la hoguera balcánica. Ariel Sharon forma Gobierno.

Los asesinos de ETA han renovado su arsenal esta semana. La negligencia de las autoridades francesas, que no cuentan con medidas de custodia especialmente severas para los depósitos de explosivos, ha permitido que un comando bien entrenado y organizado se hiciera con 1.600 kilos de explosivos, 20.000 detonadores y 10 kilómetros de cordón detonador. ETA se aprovisionó por última vez en la misma empresa francesa, en el polvorín de Plévin en Bretaña, pero los explosivos ya habían caducado y disminuido en eficacia. Los fallos en un buen número de los últimos atentados se debían a la pérdida de capacidad explosiva del arsenal de ETA. Pero la renovación de la capacidad de muerte de la banda terrorista llega con un revés para la banda, como es la detención de la cúpula dirigente de la organización juvenil Haika, heredera de Jarrai y de hecho cantera y brazo junior de ETA. La renovación del arsenal para nada serviría si no estuvieran renovando generacionalmente las vocaciones asesinas. Ha dado buena prueba de ello la desarticulación del comando Guipúzcoa, en el que se observa la perfecta simbiosis entre la kale borroka y sus actores y la acción directamente terrorista. O el último atentado, que ha ocasionado la muerte del ertzaina Íñigo Totorica en Hernani, organizado con camuflaje de kale borroka -un coche bomba cruzado en la calle junto a unos contenedores en llamas- pero con toda la voluntad homicida de ETA.El ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen consiguió hace ya más de una década la adhesión de una amplia franja del electorado francés con su teoría de la preferencia nacional, por la que se propugnaba privilegiar a los ciudadanos franceses frente a los extranjeros o incluso de origen extranjero. El PP acaba de lanzar en Cataluña una nueva teoría de la preferencia, esta vez religiosa, por la que en la escuela se privilegiaría la enseñanza de la religión católica.Las declaraciones xenófobas de Ferrusola y Barrera, o los malos chascarrillos racistas entre parlamentarios de diverso signo en la mesa del Parlamento andaluz, se circunscriben al terreno de las palabras, por más que se trate de palabras con olor a azufre. Pero la propuesta parlamentaria del PP pasa a los hechos y responde perfectamente a una teoría que situaría a los inmigrantes magrebíes, en la cola de las preferencias, en virtud precisamente de su religión.El Parlamento catalán está vivo, más vivo que nunca, gracias a la fragilidad del Gobierno de CiU y de la propia mayoría que lo sustenta. El nombramiento del conseller en cap Artur Mas ya significó la aparición de una grieta dentro de una coalición nacionalista, que necesita los votos del PP para sobrevivir parlamentariamente a su insuficiente mayoría. Esta semana los populares han castigado por cuatro veces a Pujol en sendas votaciones en el Parlamento catalán, como respuesta a la votos de CiU contra el Plan Hidrológico Nacional. La grieta alcanza ahora a la mayoría parlamentaria que sustenta a un presidente pillado entre varios fuegos: sus bases electorales en las comarcas ribereñas del Ebro, que no pueden aceptar el trasvase; sus amigos del PP, que le necesitan aunque sólo sea para vestir el santo de un plan presentado como no partidista; sus agraviados socios de coalición de Unió, que ya apuestan por las elecciones anticipadas. Lo único que sostiene este edificio en ruina es el temor a Pasqual Maragall, cuya llegada a la Generalitat es lo que quiere evitar a toda costa José María Aznar.Portugal acaba de vivir una buena muestra de la contradictoria condición de las sociedades europeas, en las que conviven la alta tecnología con las chapuzas, las mejores infraestructuras con instalaciones deterioradas y peligrosas. El derrumbe de un puente sobre el río Duero, cerca de Oporto, y la muerte de 70 personas que viajaban en un autobús y tres coches ha producido una gran conmoción en el país vecino y también en España, en tantas cosas semejante y solidaria -también en los desequilibrios e irracionalidades-. La llegada de los restos del accidente, cadáveres incluidos, a las costas gallegas, después de un viaje marino de 250 kilómetros conducidos por las corrientes del mar embravecido, ha añadido dramatismo al accidente. Pero lo más sorprendente y admirable, visto desde el país donde nadie dimite ni nadie se hace responsable de los percances de competencia pública, es que en la madrugada misma en que se produjeron los hechos ya había dimitido el ministro de Obras Públicas y varios altos funcionarios de su departamento.Nadie podía creer que las brasas de las guerras balcánicas estuvieran apagadas. La caída de Slobodan Milosevic en Belgrado, tras las elecciones que dieron la presidencia a Vojislav Kostunica, relajaron la tensión en la zona, como ya lo hizo anteriormente la desaparición de Frandjo Tudjman. Pero el nacionalismo étnico que está en el origen del devastador incendio que ha asolado los Balcanes toda la década pasada sigue vivo y coleando. En Belgrado, donde la transición democrática es de una lentitud exasperante, y en otras zonas de la región, donde la respuesta a la limpieza étnica serbia o croata ha sido la aparición de otros proyectos del mismo siniestro talante. La hoguera ha prendido ahora en el triángulo fronterizo entre Macedonia, Kosovo y Serbia, donde confluyen los efectivos de la fuerza internacional para Kosovo (KFOR), las guerrillas albanokosovares y las fuerzas serbias mandadas desde Belgrado para evitar su penetración. En el otro flanco de este conflicto, en Bosnia, la república croata ha manifestado su voluntad secesionista, lo que significa poner en cuestión los Acuerdos de Dayton y abrir un flanco más al conflicto. Con Kostunica en el limbo de su vacilante democratización, la Administración norteamericana todavía instalándose y los europeos con su habitual despiste en política exterior, no es extraño que surjan amenazantes hogueras -que son también negras premoniciones- de las brasas humeantes de los Balcanes.Augusto Pinochet será procesado, pero no como autor de los crímenes de la llamada caravana de la muerte, sino como encubridor. El juez Juan Guzmán ya podrá ordenar que le tomen las huellas dactilares y las correspondientes fotos de frente y de perfil, como a cualquier otro delincuente. Otro juez, el argentino Gabriel Cavallo, ha anulado dos leyes, la de Punto Final y la de Obediencia Debida, que aunque ya estaban derogadas seguían protegiendo a los militares que pudieron acogerse a ellas. Aunque la anulación está sometida todavía a recurso, Cavallo ha abierto una enorme brecha en el muro de la impunidad y de silencio que se había levantado alrededor de la dictadura militar argentina. Quizás será posible reabrir los procesos en curso hasta 1986 y 1987, cuando el presidente Raúl Alfonsín promulgó las dos leyes ahora anuladas. En esta ocasión, por fortuna, parece que nada puede parar la máquina de la justicia.El halcón Ariel Sharon ha conseguido fraguar un Gobierno de unidad que le proporciona una amplia mayoría en la Kneset. Es un Gobierno de gran coalición, con siete partidos en su seno, que abarca desde los laboristas hasta los ultrarreligiosos de Shas. Y lleno de paradojas. Cuenta con un ministro árabe, de confesión drusa. La viceministra de Defensa es una pacifista, Dalia Rabin, hija del asesinado primer ministro Isaac Rabin, el artífice de los acuerdos de Oslo. La cartera de Exteriores es para Simón Peres, el dirigente laborista con mayor capacidad de diálogo con los palestinos. Pero el programa de Sharon no ofrece dudas. Su prioridad es la seguridad, lo que significa que exigirá a Arafat el cese de la Intifada para poder abrir de nuevo la vía del diálogo. Un diálogo en el que no puede ni quiere realizar muchas concesiones, vista la base política de su victoria: defensa cerrada de Jerusalén, negativa ante la reivindicación palestina del derecho al retorno, y apoyo a las colonias judías en territorio palestino.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_