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Mediática y poeta

Amelia Castilla

De los tres millones del Nadal a los 30 del Primavera, todo en el Grupo Planeta (Destino, el primero; Espasa, el segundo). Cuando apareció en 1997 Amor, curiosidad, prozac y dudas (Plaza & Janés), Lucía Etxebarria se puso en órbita. Al año siguiente ganó el Nadal con Beatriz y los cuerpos celestes y fue la confirmación de la maravilla mediática. Lucía, que mostró generosamente, el día del Nadal, su pequeño tatuaje, movió los cimientos del legendario (en tiempos) galardón que habían ganado Carmen Laforet, Delibes, Ferlosio, Martín Gaite o Matute. Salió antes que el libro del Nadal un reportaje fotógrafico en Dunia en el que mostraba su generosa anatomía. Se armó el escándalo, escandalito. Bien aconsejada, no siguió adelante en su trifulca con la revista, pero se prodigó, eso sí, en todas las fiestas y saraos, con su tatuaje, hablando provocadoramente, la Lucía de tantas fotos y titulares. No tuvo buena crítica literaria y esa imagen mediática la devoró, o casi.

Pero la mujer de los premios tiene otra cara, dicen quienes la conocen,mucho más íntima, torturada, la que mostrará, aseguran, en su primer poemario de amor, Estación de infierno, que presentará Lumen el día 20 de este mes. Cuenta esta editorial que lo leyó Ana Moix, sin saber quién lo había escrito, y que le gustó. Dicen que habla con lenguaje envolvente y turbador de fulgores y eclipses, de infiernos y paraísos.

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