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Reportaje:

Los malos modos de Mugabe

Los guardaespaldas del presidente de Zimbabue golpean a un activista 'gay' británico que pretendía 'arrestarle'

Isabel Ferrer

Muy conocido en el Reino Unido por vapulear a la jerarquía eclesiástica anglicana cuando rechaza a los homosexuales, el activista gay británico Peter Tatchell chocó el pasado lunes con los misterios de la alta política y los puños de un par de guardaespaldas. Dicha pareja de profesionales de la protección acompañaba al presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, de visita oficial en Bélgica. Tatchell, que considera al mandatario africano un 'asesino' que aterroriza en lugar de gobernar, pretendía denunciar en público sus tropelías en un hotel de Bruselas. Por extraño que parezca, casi lo logró. Parapetado con discreción en el vestíbulo del Hilton de la capital belga, y seguro de que las cámaras le enfocaban, se abalanzó sobre Mugabe al grito de '¡yo le arresto por torturador!'. Si pretendía decir algo más, ya no pudo. Golpeado en la cara y en la cabeza, salió a trompicones del hotel para ser derribado en la acera, mientras el líder africano abandonaba a toda prisa el lugar en su automóvil.

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No es la primera vez que Tatchell se enfrenta a Mugabe. En 1999 intentó algo similar en Londres. Tampoco tuvo éxito, pero al menos no salió magullado. En Bruselas, las cosas han sido distintas. Acostumbrado a los golpes publicitarios, el activista británico pensó que un 'arresto cívico' sería más efectivo y, sobre todo, más fotogénico que una vulgar pancarta. Vestido de forma corriente, esperó a Mugabe en el hotel belga. Como nadie desconfió del que parecía un cliente más, cuando el presidente y su séquito abandonaban el lugar, tras un almuerzo con Poul Nielson, comisario de la UE para el Desarrollo, se lanzó contra el grupo por sorpresa. Raudos, los guardaespaldas le apartaron a manotazos. Atónitos, los cámaras de las diferentes televisiones que seguían la gira europea de Mugabe enfocaron a Tatchell sin saber bien lo que ocurría. En plena confusión, y seguramente algo nerviosos, los visitantes se hicieron un lío con la puerta giratoria del hotel y el británico pudo zafarse de los guardaespaldas. Una vez en la calle reanudó sus gritos de protesta. Los guardianes no se lo pensaron. Un par de certeros golpes en la cabeza dieron con el denunciante en la acera, mientras el coche del presidente africano arrancaba a toda velocidad.

La segunda parte del incidente -es decir, el relato del agredido mismo- tenía tanto valor como el asalto cívico que reivindicaba: 'Creo que me han golpeado agentes al servicio de Mugabe. Una desgracia. La policía belga permite estos atropellos, mientras el presidente de Zimbabue usa impunemente la tortura, un crimen en toda regla, según las leyes internacionales y las belgas, para ser exactos', dijo de un tirón. Con un ojo morado, sangrando por la nariz y con varias rozaduras en la cabeza, estaba más pálido que nunca. Las piernas le fallaron un par de veces por la conmoción de los puñetazos, pero sus convicciones permanecieron inamovibles. 'Bélgica ha firmado la Convención de la ONU contra la Tortura, hecho que faculta a sus autoridades a detener en su territorio a los culpables de dicho crimen. En lugar de ello, se cruzan de brazos cuando soy agredido', dijo.

El incidente ha abochornado y sorprendido a partes iguales al Gobierno belga, que el pasado año sí desempeñó un papel relevante en el proceso de extradición de Augusto Pinochet al pedir que éste fuera juzgado en Bruselas por aplastar los derechos humanos en Chile. Tatchell asegura no comprender el distingo oficial establecido entre ambos dictadores, pero Louis Michel, ministro belga de Asuntos Exteriores, lo explicó poco después del encontronazo. En su opinión, el proceso de paz en Zimbabue depende, en gran medida, de la buena voluntad del propio Mugabe. 'Ni se pueden mezclar asuntos tan distintos ni tampoco puede un solo ministro resolver todos los problemas mundiales a la vez', aseguró Michel.

Al día siguiente de recibir la paliza de los guardaespaldas, el rotativo The Daily Telegraph recordaba que Tatchell se encargaba hace tres décadas de recaudar dinero para el propio Mugabe, entonces un líder guerrillero contrario a la supremacía de la minoría blanca. Tatchell no ha respondido a estas alegaciones, pero el comisario de la UE Poul Nielson tuvo que vérselas poco después del choque con varios diputados del Parlamento Europeo, muy molestos por la presencia de un mandatario comparado en el hemiciclo con Stalin y Hitler.

Peter Tatchell (en el centro), durante su enfrentamiento con guardaespaldas de Mugabe.
Peter Tatchell (en el centro), durante su enfrentamiento con guardaespaldas de Mugabe.REUTERS

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