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Reportaje:

Mugabe aterroriza a sus oponentes

El presidente de Zimbabue recurre a las viejas tácticas para evitar sorpresas en las elecciones presidenciales del fin de semana

Ramón Lobo

Robert Mugabe, presidente de Zimbabue desde la independencia en 1980, puede perder el cargo en las elecciones de este fin de semana. Igual que en junio de 2000, en la campaña de las legislativas, él y su partido, el Zanu-PF, han recurrido a tácticas de intimidación para evitar que el Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) de Morgan Tsvangirai le arrebate el poder. El precio de esa estrategia es el colapso de la economía de uno de los países más prósperos de África, la huida de la minoría blanca y el aislamiento internacional.

Pese a que su partido es fuerte en las zonas rurales, donde se concentra el 63% de los votantes, Mugabe no quiere sorpresas en las urnas. La enorme popularidad de Tsvangirai en las ciudades y el excelente resultado del MDC en las legislativas de 2000 ha llevado al presidente a recuperar las tácticas de acoso. Sus militantes, muchos de ellos veteranos de la guerra de independencia, boicotean los mítines de la oposición en las áreas rurales, donde apenas llegan mensajes alternativos, mientras que la maquinaria del poder controla la televisión y la radio. Una polémica ley, ahora anulada por el Tribunal Supremo, suprimió el voto desde el extranjero, que podía beneficiar a la oposición. Los tribunales de primera instancia, controlados por Mugabe, tratan de montar un caso judicial contra el líder de la oposición, al que acusan de intento de asesinato del presidente.

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Aunque apenas quedan grandes haciendas por invadir -que eran la base de la producción de tabaco del país, la principal fuente de ingresos junto al turismo-, Mugabe insiste en que la minoría blanca es la única culpable de la caótica situación del país. El Reino Unido y la Unión Europea, que retiraron sus observadores electorales por falta de seguridad, han aprobado diversas sanciones económicas y Washington ha prohibido al presidente y su entorno viajar a Estados Unidos. Las condiciones democráticas de las elecciones del 9 y 10 de marzo son nulas.

El Ejército, a través del ministro de Defensa, dejó clara su posición hace unas semanas: no consentirá una victoria de Tsvangirai. Suráfrica y los países de la Organización para la Unidad Africana apoyan a Mugabe y la Commonwealth, pese a las presiones de Londres, ha aplazado su veredicto hasta después de las elecciones.

La participación de 10.000 soldados zimbabuanos en la guerra de Congo, al lado de Laurent Kabila desde agosto de 1998, es el precedente de la crisis. El gasto de esa aventura alcanza el millón de dólares mensuales, pero los beneficios por concesiones mineras sólo lucran al poder. La carestía de gasolina fue el principal argumento del MDC en el referéndum de reforma constitucional que inesperadamente perdió Mugabe. Ese revés, y la proximidad de las elecciones legislativas, llevaron al presidente a iniciar una campaña de ocupación masiva de fincas de los blancos, a los que acusa de financiar al MDC, lo que es verdad.

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La ocupación de las haciendas arruinó la producción de tabaco y de productos agrícolas básicos empujando al país a la recesión. Sin apenas turismo ni exportaciones no hay divisas, y sin dólares no hay piezas de recambio; la calidad de vida se ha deteriorado con enorme rapidez. El mensaje de Mugabe es sencillo: yo o la guerra civil.

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