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Reportaje:LA INDUSTRIA GENÉTICA

El genoma humano cotiza a la baja

Las empresas biotecnológicas cosechan pérdidas superiores a la caída del Nasdaq ante la incertidumbre de su rentabilidad

Enric González

Las empresas de biotecnología eran de oro el año pasado. El sector subió una media del 46% en el mercado Nasdaq y un 97% en el mercado Amex. La presentación del mapa genético humano, desarrollado de forma paralela por la sociedad privada Celera Genomics y el Instituto de Investigación del Genoma Humano, debía suponer la definitiva explosión biotecnológica. Pero el mapa se presentó en febrero y abrió más dudas que certezas. Las acciones de las compañías relacionadas con la genética han caído de forma vertiginosa y su rentabilidad se ve cada día más lejos. El espejismo de los beneficios inmediatos se ha desvanecido y las genomics son, ahora, lo más arriesgado de Wall Street.

En 1999 salieron a Bolsa en Estados Unidos 14 empresas dedicadas a la biotecnología. En 2000 fueron 54. El sector se ha expandido con tanta rapidez que una de las grandes firmas de asesoramiento bursátil, Merrill Lynch, aún no ha conseguido encontrar un analista especializado. Joseph Dougherty, el especialista en genomics de Lehman Brothers, reconoce que 'las cosas se exageraron, sobre todo a mediados del año pasado. Se creía que todo estaba al alcance de la mano y que los avances se concretarían de forma inmediata en éxitos comerciales. Ya fluye el dinero, porque las corporaciones farmacéuticas pagan por asegurarse el uso de las actuales y futuras innovaciones, pero los beneficios están lejanos. Sabemos que los descubrimientos genéticos cambiarán el mundo, y también que tardaremos tiempo en verlo', dice Dougherty.

En 1999, salieron a cotizar en Estados Unidos 14 empresas de biotecnología; en el año 2000, fueron 54

La perspectiva final no se discute. La manipulación de los genes humanos supone, de forma potencial, la curación de todas las enfermedades. También plantea cuestiones más sombrías, porque permitirá conocer la predisposición de cada persona a contraer una enfermedad determinada, con las consecuencias sociales y laborales que eso implica. En la mente de los inversores, sin embargo, las preguntas son más sencillas: ¿cuántas patentes están ya disponibles?, ¿quién las tiene?, ¿cuánto valen?, ¿cuánto tardarán en convertirse en productos comerciales? Las respuestas son vagas o, en el peor de los casos, contradictorias.

Los dos borradores del genoma presentados hace un par de semanas coinciden en que, en total, el humano tiene unos 30.000 genes, o poco más. Pero Human Genome Sciences (HGS), una de las compañías más avanzadas en el desarrollo de las tecnologías genéticas, dice haber localizado 90.000 genes distintos. El analista Dougherty cree que HGS de Haseltine es 'una compañía que ya dispone de productos concretos y cuenta con un gran futuro', pero se inclina por Celera en lo referente al número de genes: 'Los mejores especialistas venían rebajando desde un tiempo atrás sus estimaciones'.

En cualquier caso, todo indica que las claves están en las proteínas. Eso ha rebajado el valor de las patentes de genes acumuladas por la industria farmacéutica. 'La consecuencia de que haya menos genes es, irónicamente, que la investigación se complica mucho más', asegura Craig Venter, presidente de Celera Genomics Group. 'En un momento se pensó que a cada gen o grupo de genes debía corresponder una enfermedad, o una función biológica. Pero las cosas son mucho menos lineales y más complicadas. Estamos menos avanzados de lo que creíamos. Lo más importante', dice Craig, 'son las proteínas y en la interacción entre ellas'.

Celera negocia con el Gobierno de Estados Unidos, los laboratorios Sandia y la empresa informática Compaq la creación de un consorcio destinado a fabricar el superordenador más potente del mundo, que sería utilizado para analizar secuencias de proteínas, cada una al menos de un millón de unidades.

Haseltine, el presidente de HGS, es considerado el 'hombre práctico' del sector y el más hábil comercialmente. Asegura que Celera sigue una vía errónea y se remite a sus propios resultados: un producto para enfermedades cardiacas desarrollado en su empresa ya está siendo ensayado en los laboratorios del gigante farmacéutico GlaxoSmithKline. Los plazos, dice, ya son previsibles: 'En tres o cinco años saldrán al mercado los primeros medicamentos de base genética, en 10 años habrá un número considerable de ellos y en 20 años esta ciencia cambiará la medicina tal como la conocemos hoy'.

El mismo Haseltine admite que los medicamentos de base genética tienen un desarrollo más lento y más caro que los convencionales, basados en la identificación de un problema y en un sistema de prueba y error. El coste medio actual por producto es de 500 millones de dólares (unos 88.000 millones de pesetas), y la tendencia es al alza. Una vez en el mercado, las nuevas medicinas tienen precios elevadísimos. El tratamiento con Cerezyme, un fármaco que combate la enfermedad de Gaucher (un problema digestivo), viene a costar unos 170.000 dólares anuales, casi 30 millones de pesetas.

Desde un punto de vista bursátil, lo que abunda es la incertidumbre, reflejada en el precio de las acciones. Los títulos de Celera se compraban hace un año a 230 dólares, y hoy, con el borrador del genoma ya concluido, valen poco más de 40. Las acciones de HGS, que valían 116 dólares en marzo pasado, ahora cotizan a 50. Millenium, otra de las grandes compañías del sector, ha caído de 90 a 33 dólares. En casi todos los casos, las llamadas genomics han bajado más que la media del Nasdaq. 'Los precios se exageraron el año pasado. Y hay que ser valiente para invertir dinero en un sector novísimo en el que no hay acuerdo ni siquiera en lo más básico, como el número de genes que componen el organismo humano', opina Dougherty.

Genomics Fund, un fondo de inversiones creado en marzo de 2000 y centrado exclusivamente en empresas de investigación genética, es un ejemplo de las dificultades del sector. Posee acciones de Millenium (13%), HGS (12%) y Celera (8%), y su valor total ha bajado un 46% en un año. 'Cuanto más sé sobre el genoma, más difícil me parece identificar a las compañías que se beneficiarán de los avances científicos. Por eso me parece sensato distribuir el riesgo', comenta Steven Newby, presidente y fundador de Genomics Fund. Precisa que las genomics son 'probablemente los valores más volátiles del mercado bursátil y los que entrañan más riesgo, y esa situación se mantendrá todavía durante un cierto tiempo'.

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