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Carta del corresponsal
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

UN CARNAVAL DE PAZ Y LUJURIA

Juan Arias

El primer carnaval del milenio se ha celebrado en Brasil y, sobre todo, en Río de Janeiro bajo el lema Paz y lujuria, durante una semana entera en la que el país quedó literalmente paralizado, las calles cortadas al tráfico y las iglesias vacías. Sólo mañana, lunes, empezarán los cariocas a despertarse de nuevo de esa gran borrachera de danza, música, lujuria, arte, cultura, y hasta religiosidad, sobre todo africana, que caracterizan al carnaval más loco y más largo del mundo. Ayer, sábado, tuvo lugar aún en el Sambódromo el gran desfile de las cinco escuelas premiadas este 2001, capitaneadas por la de Imperatriz, que consigue el título de campeona por tres años consecutivos.

Brasil, que es un país que está despegando económicamente, y que sigue de cerca el mundo de la inversión extranjera, ha vivido este primer carnaval del nuevo milenio con un 20% de violencia menos que el año pasado, con mucha más gente (se contaron por millones, en Río, São Paulo, Salvador de Bahía, Recife y Olinda, entre otros lugares) en los carnavales de calle, mayor creatividad y sensualidad en las majestuosas escuelas de samba que desfilaron en el Sambódromo y con mayor afluencia de turistas.

A Río llegaron medio millón de personas de fuera, un 30% de ellos extranjeros, que dejaron un sabroso balance económico: sólo las entradas al Sambódromo -y eso que no había una habitación disponible en los hoteles pese a que duplicaron los precios-, supusieron un ingreso de 2.400 millones de pesetas, tres veces más de lo que recauda el Maracaná, el mayor estadio de fútbol del mundo, en tres años de taquillaje.

Los brasileños estaban con ganas de divertirse, pero querían hacerlo en paz, un tema que, junto con el de la lujuria, dominó todos los enredos o temas de las escuelas. Nunca se vieron tantos pañuelos y banderas blancas en unos carnavales como este año. Nunca se había visto a una escuela como la de Mocidade recitar antes de salir al Sambódromo la oración de la paz de San Francisco de Asís. O arrodillarse todos de repente en el Sambódromo. O salir descalzos. Y quizá fue ese deseo de paz lo que hizo bajar de 47 a 37 los muertos por violencia durante los carnavales, más por el efecto de la bebida y los altercados que genera que por la fiesta misma.Paradójicamente, los días de carnaval son los de mayor tranquilidad en las ciudades, tomadas literalmente por la gente y donde ni los bandidos (nombre dado a los narcotraficantes) tienen ganas de enfrentarse a tiros, como suelen dirimir sus diferencias.

El de este año ha sido también el carnaval de la lujuria en todos los sentidos. Hubo hasta una escuela de samba cuya alegoría eran los siete pecados capitales, y donde la lujuría era una verdadera diosa de la carne, símbolo de las bellezas absolutas de las brasileñas de color. Ayer, sábado, se discutía si el haber permitido este año desfilar a las grandes modelos desnudas, con sólo un poco de pintura en sus partes más íntimas, fue o no contraproducente para la imagen de Brasil en el mundo. Pero, para los brasileños, 'la desnudez contemplada una vez al año no hace daño'. Y hasta los siete pecados capitales iban seguidos por una alegoría de redención que los rescataba del pecado. Se explicaba que los mismos pecados capitales -y no digamos la lujuría-, si tomados 'en pequeñas dosis', tampoco son dañinos.

Y una vez más la explosión de arte, creatividad y cultura desplegadas por las escuelas durante este carnaval, con un lujo de escenografía insuperables en el mundo, han revelado dos cosas importantes: que, como afirmó hace años uno de los míticos directores de escuelas de samba para defender ese derroche de lujo organizado por el pueblo más pobre, el de las favelas de Río, 'la pobreza gusta sólo a los intelectuales, porque los pobres aman la riqueza'. Y al mismo tiempo volvió a revelar con su organización impecable, tras un esfuerzo que dura todo el año y que da trabajo a miles de personas, que si la vida política y social de este país fuera regida por los parámetros organizativos de las escuelas de samba nacidas en las favelas más pobres -o sea, el alma de Brasil-, este país no tendría nada que envidiar a la mismísima Suiza.

Al carnaval de Río llegaron este año más famosos que nunca, pero pasaron desapercibidos porque aquí todo el mundo es famoso durante el carnaval. Así, pasó desapercibida la visita del presidente mundial de Ford, Jacques Nasser; del actor Schwarzenegger, el famoso Rambo; de Katherina Harris, la secretaria de Estado de Florida; ni divinidades de la moda como Carine Rostfeld, editora de Vogue; o de la importante representación de personalidades del Ayuntamiento de Xangai.

Eso sí, lo que ha impresionado a todos los famosos llegados estos días a Río es que, una vez entrados en el carnaval de las calles, donde se confunden ricos y pobres, policías y ladrones, vírgenes y prostitutas, se sentían tan a gusto, que hasta se olvidaron de ser lo que eran para convertirse en una molécula más de aquella desbordada corriente de sensual y pacífica felicidad que es el distintivo de los carnavales brasileños.

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