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Crónica:la semana
Crónica
Texto informativo con interpretación

6 CLAVES

En la semana de Rajoy y Mayor, la inmigración ha seguido siendo tema principal. El verbo xenófobo se hizo carne en Cataluña e Ibarretxe sigue de autista.

Josep Ramoneda

1. Rajoy

Sube o baja? Mariano Rajoy asume el Ministerio del Interior sin dejar de ser vicepresidente. Aznar le mantiene el rango, pero le manda al paseo de la Castellana. Llega a La Moncloa Juan José Lucas, el ministro pendiente que aparecía en todas las quinielas y siempre se quedaba fuera. Lucas, un hombre de la tierra, un amigo y valedor: La Moncloa, para la familia. Aznar sigue limpiando el palacio de extraños. Buena parte de la prensa asegura que el nombramiento sitúa a Rajoy en primera línea de la sucesión. Un juicio arriesgado conociendo el placer confesado que Aznar siente por el enredo y por generar el desconcierto tanto entre los suyos como en la prensa. Que nadie se sienta seguro de nada ante el jefe: así han actuado siempre todos los que entienden que ejercer el poder es tener en exclusiva el control de las riendas.

Dicen que Mayor Oreja se va muy satisfecho por la elección de Rajoy. Mayor temía que el escogido fuera Zarzalejos, un hombre con opiniones propias sobre el País Vasco. El ministro cesante cree que Rajoy le reconoce su autoridad en materia vasca y que podrá hacerse escuchar desde Euskadi. Terrorismo e inmigración, dos cuestiones destinadas a seguir encabezando la agenda de las prioridades políticas, dependen de Interior. Todos los que llegan a este ministerio empiezan recordando la amplitud de competencias que les corresponden -la seguridad ciudadana, entre otras-, pero acaban sufriendo el síndrome del Norte. Mayor Oreja no fue excepción; más bien al contrario, como correspondía a su origen y a sus intenciones de futuro. La inmigración ha sido el punto débil del ministro saliente. Quiso centralizar la política de inmigración en Interior, lo cual es dar por supuesto que se trata fundamentalmente de un problema de policía de fronteras y de orden público. Tiene Rajoy una oportunidad de no ser sólo el ministro del terrorismo. La inmigración lo reclama. ¿Será capaz de humanizar la política inmigratoria?

2. Otro pacto

Como ocurrió con el pacto antiterrorista, el Gobierno, después de decir enfáticamente que no le interesaba, acepta trabajar en un pacto de la inmigración con el PSOE. La tenacidad de Rodríguez Zapatero vuelve a tener recompensa. Quizá porque este Gobierno va comprendiendo que es bueno no estar solo en los problemas hipersensibles. El PP y el PSOE van a cometer la anomalía democrática de pactar el incumplimiento de una ley imposible de cumplir. Extraño caso: ¿por qué no la cambian? Cuestión de vanidades. El PSOE quiere negociar un pacto para otorgar a los inmigrantes derechos que la ley les niega. Y el PP acepta el pacto para no quedar en evidencia por una ley absurda. Pero ¿le interesa realmente el pacto al PSOE? Los riesgos del pacto antiterrorista eran pocos: resulta fácil estar de acuerdo en dónde está el bien y dónde está el mal. Pero en materia de inmigración hay diferencias sustanciales entre el PP y el PSOE. Los derechos individuales fundamentales y la lucha contra la explotación salvaje son un programa de mínimos al que el PSOE no puede renunciar. Si lo hiciera sería sospechoso de quererse esconder bajo el manto del PP para compartir los frutos de políticas ventajistas como la seguida en el Ejido, lo que para buena parte de los suyos sería inaceptable.

3. Banalizar

Las declaraciones de Marta Ferrusola y un libro de Heribert Barrera han hecho que estallara en Cataluña el debate sobre la inmigración por el lado peor: el de la xenofobia. Tarde o temprano, estos debates llegan. Cabe la esperanza de que los disparates de estas dos reliquias del nacionalismo catalán actúen como una vacuna y provoquen una reacción cívica que dote a la sociedad de defensas ante posteriores -y mayores- ataques de este tipo. Pero lo peor de estos casos es que se dé carta de normalidad al discurso xenófobo. La banalización del mal es el camino directo al racismo ordinario. Por esta razón ha sido lamentable la comprensión mostrada por el presidente Pujol, que ha tardado una semana en marcar distancias, o por el consejero Mas, que aún no las ha marcado, pero es lamentable también el silencio ensordecedor de Pasqual Maragall, que ha desaprovechado otra oportunidad de encabezar la defensa de la dignidad de Cataluña. No hay que satanizar un discurso que comparte mucha gente, dicen. Pues sí: hay que decir que es una opinión que la cultura democrática rechaza. Y hay que decirlo con claridad, para que los que lo utilizan sientan que están en falta. El pluralismo no es relativismo. El pluralismo es permitir que cada cuál diga lo que quiera, pero es también que alguien diga que es una barbaridad lo que algunos han dicho. En la noche en que todos los discursos son iguales, el fascismo gana. No lo duden.

4. Autismo

El Ibarretxe candidato es igual de autista que el Ibarretxe presidente. Y sigue sin enterarse de la película. Su primera acción como candidato -aunque la hace desde la presidencia del Gobierno vasco y, por tanto, con manifiesto uso de recursos públicos y de la imagen institucional en beneficio privado- es del mismo estilo de lo que ha hecho como presidente: una convocatoria, otra más, para rezar y reflexionar por la paz. Esta vez, en la calle y en forma de manifestación. No hay mayor cinismo que el de quien encubre su impotencia con apelaciones a la ética y los buenos sentimientos. Ibarretxe se ha llenado la boca de apelaciones morales durante todo su mandato y lo sigue haciendo ahora. Por lo visto es su único programa. El colmo del cinismo llega al igualar a las víctimas y a los verdugos: contra ETA y contra el PP y el PSOE. Y en una sola manifestación. ¿Alguien da menos?

5. Mandar

Sindicatos y patronal estaban negociando la reforma laboral con las dificultades propias de una cuestión en que los intereses son muy encontrados. Y, sin embargo, se avanzaba. Aznar se puso intransigente con los plazos, como si el calendario fuera más importante que el acuerdo. Y, como ha dicho, José María Fidalgo ha conseguido desincentivar la negociación, sobre todo por la parte empresarial, que confía más en el Gobierno que los sindicatos. De nada ha servido que los negociadores pidieran más tiempo. Aznar tiene prisa. ¿Por qué? Porque tiene que demostrar que, pese a la descoordinación de las vacas locas, pese al espectáculo de la política de inmigración, pese al desconcierto de un Gobierno que pareció desbordado durante un tiempo, él manda. Y la oportunidad que tenía más a mano era ésta.

6. Deconstrucción

En consonancia con los tiempos posmodernos que corren ha llegado el momento de la deconstrucción del subcomandante Marcos. Él mismo la ha realizado, en un rasgo de lucidez, en una entrevista de Ignacio Ramonet. Hablando de sí mismo en tercera persona, como le gusta hacer a la gente que se considera importante, ha explicado que cuando se saque el pasamontañas, cuando llegue a México, 'probablemente se descubra entonces que la calidad literaria de los textos del sub no era tan buena como se pensaba. Que sus análisis críticos o de ciencias sociales no eran tan acertados, etcétera. En el momento en que eso desaparezca se va a desmitificar la figura de Marcos y todo lo que gira en torno ella'. Es una impecable disección de un personaje pensado y construido para la sociedad de la imagen y una manera de dejar en posición más bien incómoda a sus aduladores. En perfecta coherencia, él mismo -con la impagable ayuda de Fox, que se ha llevado hábilmente este icono poscomunista al huerto- organiza su viaje ritual de despedida. Lo de la tragedia y la farsa, que decía el viejo Marx. Finalmente, el principal mérito de Marcos habrá sido cargarse al PRI. Que no es poco, por supuesto. Pero de ello no tiene la exclusiva: muchos millones de mexicanos han hecho tanto o más que él. Una pregunta: ¿por qué ciertos sectores de la izquierda sienten todavía fascinación por el pasamontañas y la jerga militar?

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