Los inmigrantes kurdos en Francia exigen ser tratados como refugiados y no como presos
De entrada, la justicia francesa tiene que interrogar a los más de 400 adultos en un plazo muy breve -la ley fija cuatro días-, so pena de tener que dejarlos en libertad, legalizando de facto su presencia en el territorio francés; si logra interrogarles dentro de plazo -pueden ampliarlo- deberá resolver si pueden o no iniciar los trámites para pedir el asilo político. La zona de tránsito en la que permanecen ahora sirve, sobre el papel, para negar su entrada en territorio francés, pero la argucia presenta muchos puntos débiles desde una perspectiva legal. El sumario abierto contra los desconocidos responsables del transporte de los inmigrantes por el fiscal de la República en Draguignan puede desembocar en un conflicto diplomático entre París y algún otro país si se esclarecen responsabilidades.
Por último, la derecha y la izquierda, con fuertes divisiones internas, se enfrentan en relación al problema de la inmigración ilegal. Los mismos que, en 1993, endurecieron la ley que rige la acogida de extracomunitarios -la práctica totalidad de la derecha- reclaman ahora tolerancia a quienes entonces -los socialistas- prometían derogar dicha ley si llegaban al poder.
Un diputado próximo al presidente Jacques Chirac, el neogaullista Patrick Davedjian, exige 'piedad ante tanto sufrimiento' y quiere darles acogida. Charles Pasqua y su minoritario partido gaullista ortodoxo creen que se está 'ante un claro caso de emigración económica y Francia no tiene ningún interés en recibir todo el Kurdistán en su territorio'. Si para los Verdes no cabe la menor duda sobre las razones 'políticas del exilio kurdo', el primer ministro, Lionel Jospin, dice que 'hay que ir caso por caso', pues no conviene 'dar satisfacción a los traficantes de hombres'.
Tras esa prudencia del 'caso a caso', inaplicable a personas indocumentadas y que no quieren hablar apenas para no poner en peligro a familiares que hayan podido dejar en su país de origen -quienes les han transportado conservan sus documentos de identidad-, se esconde apenas la sospecha de que las autoridades turcas hacen la vista gorda, si es que no son activamente cómplices en la organización del tráfico humano.
El pasado 19 de enero, el Parlamento francés votó una ley que reconocía la existencia de un genocidio armenio en 1915. Y en esa época quienes empuñaron las armas contra los armenios fueron los turcos, que ahora han protestado, llamado a su embajador, anulado contratos con sociedades francesas y, ¿quién sabe cómo?, dejado que el East Sea viniera a embarrancar a la playa de Boulouris.
'Todos creían que iban a desembarcar en Italia', decía Alí Dogan, uno de los intérpretes que ayudaba a interrogar a los kurdos. 'Al menos ellos pagaron para que les llevaran a Italia, pero luego tenían distintos destinos finales: Gran Bretaña, Alemania o Francia', añadió.
Las cantidades pagadas han ido creciendo en el relato de los clandestinos a medida que pasan los días, los 2.000 o 3.000 francos por persona se han convertido en 25.000 o más. 'Son comerciantes y ganaderos de la región de Mossul', asegura Alí Dogan.
El trayecto recorrido por el buque East Sea, que se llamaba Zdhé cuando estaba en el puerto griego de Salónica, a finales del año pasado, sigue siendo un misterio. La hipótesis de una escala griega aún no ha sido totalmente descartada. Para las autoridades francesas sería una salida del embrollo. Podrían acoger como refugiados políticos a una parte de los clandestinos -el 60% de los iraquíes que piden refugio en Francia lo obtienen- y enviar el resto hacia Grecia, país comunitario que tendría que asumir su responsabilidad. Pero la realidad de la citada escala no la pueden certificar unos pasajeros que viajaban encerrados en la bodega del barco. 'Algunos de ellos creían haber llegado al norte de África y que habían transcurrido 15 días. Estaban totalmente desorientados', explicaba el traductor.
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