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Ocasión perdida

A lo largo de este mes se han producido en buena parte de las ciudades andaluzas actos conmemorativos del aniversario de los ataques contra la población inmigrante en El Ejido. Ha circulado ampliamente un documento sobre la inmigración con ocasión de ello y ha habido jornadas sobre este problema en algunas universidades andaluzas. Se estaba haciendo una labor pedagógica de una cierta amplitud en un momento en el que, como indicaba el pulsómetro de la SER de este lunes pasado, la inmigración se había instalado como una de las preocupaciones primeras de los ciudadanos españoles.

La oportunidad de esa tarea pedagógica difícilmente puede ser discutida. A pesar de que ya no está en vigor la Ley de Extranjería que generaba el efecto llamada y disponemos de otra que debería generar el efecto contrario, la verdad es que, desde la aprobación de esta última, no sólo no se ha reducido el flujo de pateras hacia nuestras costas, sino que han aflorado además una enorme cantidad de problemas relativos a la población inmigrante que permanecían ocultos. No ha habido ni un solo día desde la entrada en vigor de la nueva ley en que la inmigración no haya sido noticia destacada en los medios de comunicación.

Quiere decirse, pues, que nos encontramos ante un problema que no solamente no va a dejar de estar presente, sino que va a ir a más. EL PAÍS se hacía eco ayer sábado de un estudio de CC OO en el que se acredita que en los últimos cuatro años se ha cuadruplicado el número de niños inmigrantes escolarizados en colegios andaluces. Y aunque todavía son más los escolares de origen europeo que los de origen africano, la tendencia es a que el peso de los segundos aumente mientras que baja el de los primeros. La imagen multicolor que podemos ver en nuestras ciudades cuando vienen alumnos de colegios franceses, empieza a ser una imagen escolar en determinadas zonas de Andalucía y lo va a ser cada vez más.

Justamente por eso, la decisión del Parlamento de Andalucía de reanudar el periodo de sesiones con un pleno dedicado al problema de la inmigración no podía venir en mejor momento. Aunque no se debe pasar por alto que la política inmigratoria no es competencia de la comunidad autónoma, tampoco se puede dejar de lado que Andalucía sí tiene competencias sobre numerosas materias ( educación, sanidad, asuntos sociales...), en las que el fenómeno de la inmigración tiene una incidencia extraordinaria. Sin olvidar, por supuesto, la acogida de los que son interceptados con frecuencia en condiciones terribles en las pateras por la Guardia Civil. Si hay que hacer pedagogía en toda España respecto de la inmigración, en Andalucía todavía más. Y en este sentido, la celebración del pleno era una buena herramienta de trabajo.

Todo este trabajo pedagógico se ha venido abajo como consecuencia de la frase pronunciada por el vicepresidente tercero, Rafael Centeno, que los lectores con seguridad conocen. En este momento nadie recuerda qué es lo que se dijo en el pleno y, sin embargo, todo el mundo, dentro y fuera de Andalucía, está al tanto no solamente del contenido de la frase sino de todas las circunstancias que han concurrido en el proceso de identificación de su autor.

Y las circunstancias no dejan en buen lugar a casi nadie. Pues si es verdad que la frase registrada la pronunció el diputado Rafael Centeno, no lo es menos que tal frase no se entiende por sí sola, sino que únicamente tiene sentido inserta en una conversación. Lo que, a su vez, pone de manifiesto que entre varios de los miembros de la mesa del Parlamento se produjo una conversación es esos términos antes de que se iniciara la sesión del pleno. De ahí la incertidumbre sobre quien podría haber sido el miembro que la había pronunciado. Ahora sabemos que el diputado Rafael Centeno pronunció la frase que quedó registrada. Pero lo que no sabemos es si algún otro miembro de la Mesa pronunció otra frase similar de la que no quedó constancia. Ni Rafael Centeno ni el otro miembro de la Mesa tenían seguridad de que la frase registrada no era suya. Sabían que podía se suya o que podía ser del otro y cada uno esperaba que fuera del otro. De lo contrario, no se explica que se dejara transcurrir tanto tiempo. Si la frase solamente la podía haber pronunciado quien finalmente ha resultado autor de la misma, se habría sabido inmediatamente.

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Para mí, lo lamentable no ha sido solamente la frase, que lo es, sino lo que el contexto en que fue pronunciada denota. No se puede frivolizar con estos temas. Y quien pronuncia una frase como ésa tiene que asumir la responsabilidad correspondiente, como ha acabado ocurriendo en este caso. Pero con la dimensión de la responsabilidad personal no se agota el tema. Hay también una dimensión institucional en este asunto que no puede ser obviada. En lo único que discrepo del presidente Torres Vela es en su calificación de 'acto privado' de la conducta de los miembros de la Mesa. Es claro que la conversación en la que se pronunció la frase no era un 'acto parlamentario'. Pero tampoco era un acto privado. Era un acto de miembros de la Mesa del Parlmento en el edificio del Parlamento, aunque antes de que se iniciara formalmente el pleno. Los personajes eran públicos. El lugar era público. Y el tema sobre el que hablaban de interés público. La información obtenida sobre el mismo no sólo podía sino que debía ser dada a conocer a la opinión pública. De ahí que no considere acertada la decisión de la dirección de RTVE en Andalucía de no difundir la cinta que obraba en su poder. Y que la difusión no fuera exigida inmediatamente por la Mesa del Parlamento.

Comprendo perfectamente la posición del presidente de no dejarse arrastrar al 'linchamiento' que se estaba poniendo en marcha por la dirección del grupo parlamentario socialista. Y esa actitud le honra y mucho. Pero he echado de menos que no pidiera disculpas a la sociedad en nombre del Parlamento por lo sucedido.

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