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RETROCESO EN LA LUCHA CONTRA EL VIH

Los efectos adversos de la terapia combinada contra el sida aconsejan retrasar su aplicación

El tratamiento intenso de choque con una combinación de varios fármacos comenzó a aplicarse en 1996 con la indicación de administrarlo lo antes posible, porque se tenía la idea de que podría mantener a raya al virus. Se trataba de ganar tiempo mientras se desarrollaban fármacos capaces de destruirlo. El rápido aumento de la supervivencia durante los primeros años de aplicación dejó en segundo plano la preocupación por los efectos secundarios.

'La idea era atacar fuerte y atacar pronto', recuerda Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de la Alergia y las Enfermedades Infecciosas, que participa en la Octava Conferencia Anual sobre Retrovirus que se celebra en Chicago desde ayer. Los efectos fueron mágicos. Pacientes que estaban inmovilizados en cama pudieron hacer vida normal y los niveles de anticuerpos bajaron hasta hacerse indetectables.

Después de todos estos años, y mientras se siguen explorando otras vías para neutralizar el virus, se ha llegado a la conclusión de que los infectados por el VIH no terminan de quedar limpios de virus, por muy intenso que sea el tratamiento que se les administre. Cada vez que se suspende o rebaja el tratamiento, el virus vuelve a extenderse. En consecuencia, la medicación debe tomarse de forma indefinida, lo que pone de nuevo en primer plano la cuestión de los efectos adversos.

El tiempo ha demostrado que éstos no son despreciables. Se trata de un cóctel de fármacos muy potentes pero de alta toxicidad cuyos efectos a largo plazo ya se han dejado notar: daños en el sistema nervioso, debilitamiento de los huesos, problemas en el hígado, diabetes, niveles disparados de colesterol y otros lípidos, acumulaciones de grasa en el cuello y en el abdomen... Existe además la sospecha de que los afectados por el VIH podrían también convertirse en enfermos cardiacos. A ello hay que añadir el problema de las resistencias. La administración prolongada de estos fármacos crea cepas de virus resistentes al tratamiento, lo que a la larga, deja a muchos pacientes sin ninguna alternativa posible.

'Lo que proponemos es un tratamiento más conservador', dice Fauci, que mantiene el principio de 'atacar fuerte', pero abandona el de 'atacar pronto'. Actualmente, las directrices consensuadas entre los médicos clínicos que tratan a enfermos de sida es administrar la terapia combinada cuando el recuento de las células CD4, los linfocitos que ataca con preferencia el virus, alcanza el umbral de 500 por milímetro cúbico. La nueva propuesta rebaja ese tope hasta las 350 células, es decir, una fase más avanzada de la infección.

Otro patrón que se modifica tiene que ver con dos análisis que ahora se practican como indicadores de progresión de la enfermedad. El primero es la carga viral. Hasta ahora la carga límite era de 10.000 partículas por milímetro de plasma. A partir de ahora pasa a ser de 30.000. En cuanto al análisis de la reacción en cadena de la polimerasa, la cifra clave eran las 20.000 unidades y ésta se eleva ahora a las 55.000.

Pacientes y científicos se encuentran ante un dilema. David Ho, director de un centro de investigación sobre el sida en Nueva York, señala que los afectados 'deben elegir entre las consecuencias del VIH o las consecuencias del tratamiento'. Ho va a presentar un estudio que demuestra 'un significativo incremento de la mortalidad y la morbilidad' entre quienes retrasan la terapia.

Mark Harrington, atacado por el virus y defensor de las nuevas directrices, cree que 'mucha gente padece los efectos secundarios o desarrolla resistencia al tratamiento por haber empezado demasiado pronto'. Él retrasó la medicación todo lo que pudo y no se arrepiente: 'Hay que dejar al sistema inmunológico hacer su trabajo todo lo que sea posible y recurrir a los fármacos cuando se hacen realmente necesarios', dice.

La nueva estrategia de esperar se recomienda únicamente a quienes no tienen síntomas de haber desarrollado el sida. En caso contrario se mantiene la indicación de terapia de choque. Paradójicamente, esa terapia se recomienda también para quienes llevan menos de seis meses infectados por estimarse que un tratamiento temprano puede reforzar el sistema inmunológico.

60 programas para un solo objetivo

El virus de la inmunodefiencia humana (VIH) es uno de los más conocidos y estudiados por científicos de todo el mundo, que no dejan de sorprenderse ante su capacidad para escapar a todo tratamiento. Es un virus que muta constantemente, que es capaz de enmascarar sus componentes básicos para eludir a sus perseguidores y que sistemáticamente encuentra el modo de acabar con las células que defienden al organismo de las infecciones. En la actualidad hay más de 60 programas en marcha en todo el mundo en los que se experimentan una treintena de vacunas. Una de las más prometedoras es la vacuna terapéutica, que no impediría la infección pero evitaría la replicación del virus. Estados Unidos, con casi un millón de pacientes, quiere encontrar la respuesta al virus antes del año 2007. Uno de los experimentos que se acaba de poner en marcha tiene en cuenta el elusivo carácter del VIH. Los investigadores reconocen que la infección puede ser inevitable y lo que buscan es el modo de frenar su multiplicación en el organismo y evitar así el desarrollo de la enfermedad. La estrategia en la que trabaja Gary Nabel, director del Centro de Investigación de la Vacuna, adscrito al Instituto Nacional de la Salud, es doble. En la primera, recurre a anticuerpos para atacar el virus e, idealmente, impedir que infecte al organismo. La experiencia demuestra que es una misión casi imposible. A partir de ahí se aplica la segunda línea de ataque: una vacuna que imita al virus y crea su propia inmunidad celular. Esa inmunidad celular se reactiva cuando el organismo se encuentra con el virus. Nabel confía en que esta inmunidad celular sea capaz de impedir la replicación del virus.

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