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LA NOCHE DEL CINE ESPAÑOL
Columna
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Un hermoso brote de talento imaginativo

Tal como se venía murmurando a gritos en los entresijos y vericuetos del gremio del cine desde que, a mediados de enero, se hicieron públicas las cuatro obras contendientes para el Goya del año 2000, El Bola, escrita y dirigida por el debutante Achero Mañas, desbancó velozmente a las obras de sus tres veteranos y curtidos oponentes, convirtiéndose, al mismo tiempo con audacia y con justicia, en la película española del año 2000. Fue emocionante ver surgir hace cuatro meses, en San Sebastián, el empuje de este vigoroso, libre, hondo y hermoso relato; y lo fue igualmente contemplar anoche como el cine español en bloque ha visto y reconocido en este empuje un brote de la energía imaginativa que necesita como supremo alimento de su futuro vuelo.

Carmen Maura era considerada de antemano indiscutible vencedora de la carrera por el goya a la mejor interpretación femenina protagonista y no tuvo en realidad oposición, aunque competía con tres colegas muy expertas, que aportaron trabajos inteligentes y en estado de gracia. Y, sin que muchos lo esperasen, Juan Luis Galiardo se ganó a pulso el premio correspondiente al mejor actor protagonista con Adiós con el corazón, película a la que él eleva muy por encima del rasero común con su desbordante fuerza, precisión y soltura.

Perfecta es la concesión a José Luis Borau del goya a la mejor dirección por su prodigiosa Leo. Y discutible (pues deja fuera al exacto trabajo de escritura de Leo), por merecida que fuese, es la distinción a Achero Mañas por el guión, imperfecto aunque noble y vivo, de El Bola. Indiscutible en cambio es el goya al mejor guión adaptado para Fernán-Gómez por su magistral Lázaro de Tormes.

Un recuento de las habas contadas (pocas, pero de altísima finura) en que se ha resumido el buen cine español del año 2000, deja ver que anoche se confirmaron las presunciones a que la escasez de buenas (en este caso, buenísimas) películas obligaba que no quedase en este, me temo que algo aburrido, reparto de goyas un hueco para los sustos y menos para las sorpresas. Cualquiera de las películas que se llevase el gato, o los gatos, al agua se lo llevaría sin levantar protestas y con buenas mañas. Es lo que ocurrió, porque si no hubo sorpresas en la selección de las cuatro finalistas, menos por consiguiente podía haberlas en el aislamiento de una de ellas como triunfadora sobre las otras tres.

Por eso no hubo más que sustos o vuelcos tan menores como el de ese extraño goya a la mejor actriz revelación que los académicos dieron a Laia Marull por su trabajo en la magnífica Fugitivas, pues es esta una actriz que nada tiene de revelación, ya que se reveló del todo hace varios años en su poderoso, admirable trabajo en Mensaka.

Y, finalmente, la presunción generalizada de que Mañas y El bola iban a salir de la noche santificados como el director y la película del año 2000, saltó a la evidencia nada más comenzar el reparto de cabezas cortadas, que se abrió precisamente con los premios al formidable muchacho protagonista, Juan José Ballesta, y al propio Mañas como, cada uno en su territorio, más relevantes, y con pinta de duraderos, brotes de revelación de talento en el último año del siglo del cine.

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