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Tribuna:UNIVERSIDAD
Tribuna
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Enseñanza e Historia

Con gran sorpresa por nuestra parte, los historiadores estamos observando en los últimos años cómo los estudios de Geografía e Historia han visto reducido el número de alumnos, mientras la enseñanza de la Historia ha ido cobrando un protagonismo social inusitado. Esta aparente contradicción entre el escaso interés por estudiar Historia y el enorme interés por cómo se enseña nos hace reflexionar. En relación con este dilema me viene a la mente una frase de E. Renan: 'El olvido, y yo diría incluso que el error histórico, son un factor esencial en la creación de una nación y por lo tanto, el progreso de los estudios históricos es, muchas veces, un peligro para la nacionalidad'. Creo que en esta afirmación encontramos un atisbo de respuesta a la duda planteada. Probablemente a gran parte de los participantes en este debate la enseñanza de la Historia les importa bien poco, no hay más que leer las afirmaciones que se hacen sobre cuestiones que desconocen. Lo que se debate es otra cuestión mucho más cercana a la creación o la supervivencia de la nación.

Por ello, considero que, como profesionales de la Historia, nuestra participación en este debate debe tratar de introducir criterios y elementos de discusión científicos y académicos a la hora de decidir qué Historia enseñar. Y una vez concretada esta cuestión debemos participar en un segundo debate relativo al modo en que se debe enseñar esa Historia. Teniendo en cuenta que ya se ha decidido el nuevo currículo, que las comunidades autónomas completarán, no nos queda mucho margen de intervención en la primera de las cuestiones. Probablemente sea el momento de pensar en la segunda: cómo enseñar la Historia. Esta cuestión puede resultar de poco interés para las polémicas en los medios de comunicación o en la tribuna parlamentaria, pero de gran importancia para la enseñanza.

Hace unos meses publicaba un trabajo titulado La enseñanza de la Historia de España y el País Vasco en el nuevo Bachillerato con el que trataba de ofrecer a los docentes de este nivel de enseñanza algunas ideas para facilitar su labor. Mi punto de partida es valorar el tiempo que se dedica a esta materia, ya que esto condicionará sus contenidos. No parece muy lógico que se amplíen éstos y que el tiempo dedicado en cada curso continúe siendo el mismo. Si hemos escuchado quejas de los vacíos existentes, con un programa más amplio éstos se harán mayores. Por tanto, o nuestros profesores se olvidan de los decretos curriculares y organizan su curso a su criterio o deberán recorrer de una manera superficial el extenso programa aprobado.

Una segunda cuestión, muy discutida en estos últimos tiempos, es la necesidad de estudiar la Historia de España frente a las de las autonomías y viceversa. La pregunta que me hago ante esta cuestión es la siguiente: ¿se puede explicar la Historia de algún territorio sin atender a la Historia de España? ¿Se puede explicar la Historia de España olvidando la Historia europea? Para cualquier profesional de la Historia la respuesta resulta bastante evidente, pero, como señalaba más arriba, para muchos ésta no era la cuestión: se discutía de otras cosas.

Un ejemplo muestra claramente lo dicho: la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII, en qué marco se debe estudiar: ¿en el de la Corona de Aragón?, ¿en el español?, ¿en el europeo? Obviamente, se deben entrelazar los tres. En caso contrario no estaríamos hablando de historia nacionalista, estaríamos hablando de mala historia. Porque la finalidad de la enseñanza de la Historia debe tratar de dar una herramienta de análisis de la sociedad para los ciudadanos y ciudadanas del mañana con la que puedan comprender los problemas a las que se enfrentan. Todo ello tratando de evitar adoctrinamientos nacionales y el fomento del racismo, pero no sólo en el País Vasco, Cataluña y Galicia, también en El Ejido.

Mikel Urquijo es vicerrector adjunto al rector de la UPV.

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