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Bush inaugura su mandato centrado en impuestos, educación y salud

En esa misma línea, Colin Powell, secretario de Estado, afirmó que Estados Unidos comenzará a dialogar con Rusia 'a su debido tiempo'. Bush no quiere que nadie le imponga la agenda en sus primeros pasos por la Casa Blanca. Antes del verano querría ver aprobada por el Congreso la reducción general de la presión fiscal con la que hizo campaña. Esta idea, que Al Gore y los demócratas criticaban como muy peligrosa, era ayer aplaudida después de que, con sus cautelas de rigor, Greenspan la santificara en su intervención del jueves ante el Congreso. Greenspan cree ahora que el superávit presupuestario de Estados Unidos previsto para la próxima década puede ser más que suficiente para pagar la deuda nacional. Lo que le preocupa es qué hará el Gobierno con el excedente. Y cree que es mejor devolvérselo a los contribuyentes que gastarlo en programas gubernamentales.

Si el presidente de la Reserva Federal terminó a malas con el primer presidente Bush, no puede haber comenzado mejor con el segundo. Greenspan también bendijo el jueves otro elemento decisivo del programa del ex gobernador de Tejas: la posibilidad de que los trabajadores más jóvenes dediquen parte de sus cotizaciones al sistema público de pensiones de jubilación a abrir cuentas privadas de valores bursátiles. 'Creo', dijo, 'que la idea de noción de mover algunos fondos a cuentas privadas es apropiada'.

Reconocida así la racionalidad de sus propuestas por el economista más respetado del planeta, Bush siguió ayer con su agenda doméstica. Pero hizo un salto a asuntos internacionales en la ceremonia de juramento de Powell como secretario de Estado.

Del ex general, que ha sido muy bien recibido en su departamento, Bush dijo: 'Es un líder que comprende que Estados Unidos debe trabajar estrechamente con nuestros amigos en tiempos de calma para que seamos capaces de pedirles ayuda en tiempos de crisis'.

La designación de Powell no se ha encontrado con la oposición demócrata en el Senado, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros nombramientos más controvertidos de otros miembros del Gabinete presidencial.

Bush y Powell tampoco se han abalanzado con hambre sobre las espinosas negociaciones de paz entre israelíes y palestinos, que fueron la gran preocupación de Clinton en los últimos meses de su presidencia. Bush, eso sí, ha hablado telefónicamente con los líderes de Egipto, Arabia Saudí y Kuwait. Su objetivo es aparcar las negociaciones de Oriente Próximo hasta después de las elecciones israelíes y reanudar entretanto relaciones estrechas con los países árabes moderados, los que apoyaron a su padre y a Powell en la guerra del Golfo.

México y Canadá

México será el destino de la primera salida de Bush al extranjero, pero antes, el 5 de febrero, recibirá en Washington al primer ministro canadiense, Jean Chrétien. Con éste, el primer líder internacional que pisará la nueva Casa Blanca, hablará de dos cosas que les enfrentan. Canadá se opone tanto al escudo contra misiles que Bush quiere desplegar como a su deseo de abrir Alaska a la explotación petrolera. A finales de mes, el mandatario estadounidense recibirá al primer ministro británico, Tony Blair, líder aliado más estrecho de EE UU; además está previsto que los dos políticos pasen un fin de semana en la residencia presidencial de Camp David.

Ashcroft y los homosexuales

John Ashcroft, el candidato de Bush para la fiscalía general de EE UU, seguía ayer enfrentándose a acusaciones de que sus muy conservadoras ideas filosóficas y políticas le incapacitan para el cargo. Tras haber sido asaeteado por su oposición al derecho al aborto, su defensa de las armas de fuego y su veto a la ascensión de un negro a la condición de juez federal, Ashcroft se enfrentaba esta vez a la denuncia de homofobia efectuada por James Hormel, nombrado por Bill Clinton embajador de EE UU en Luxemburgo. Hormel, el primer embajador abiertamente gay de EE UU, aseguró que Ashcroft se opuso en el Senado a su nombramiento tan sólo por su orientación sexual. Dianne Feinstein, senadora demócrata por California, citó las actas del Senado para recordar que en 1998 Ashcroft justificó su oposición al envío de Hormel a Luxemburgo en su condición de homosexual. Ashcroft, al que los demócratas han pedido que responda a 300 preguntas, tiene casi asegurada su confirmación. La votación se efectuará la próxima semana.

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