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Entrevista:JAMES LUCKY | INMIGRANTE DE SIERRA LEONA

'En mi país pueden matarte en cualquier momento'

Miquel Noguer

Un refugiado convertido en inmigrante. James Lucky, de 32 años, dejó Sierra Leona por la necesidad de poner tierra de por medio entre él y un país del que ya no espera nada. 'La guerra se ha llevado cualquier esperanza de salir adelante', afirma mientras recuerda terribles escenas de un conflicto que comenzó hace ya 10 años y que ya ha matado a más de 10.000 personas en un país de poco más de cinco millones de habitantes.

Albañil desde su adolescencia, James creía que en algún lugar del mundo debía aguardarle un futuro mejor. Y partió hacia el norte. Guinea fue la primera parada de este emigrante. Allí estuvo un mes a la espera de encontrar un medio de transporte que le acercara a Europa. Lo encontró, aunque estuvo a punto de costarle muy caro. Un carguero europeo que partía de Conakry hacia Las Palmas fue su salvación. Como sabía que no sería bien recibido ni por las autoridades aduaneras ni por la tripulación del buque, James optó por ir de polizón. Pasó 'entre 8 y 15 días' -no lo sabe con certeza- en el fondo de una bodega. 'Todo era oscuro y no sabía exactamente adónde nos dirigíamos'. Finalmente llegó al puerto de Las Palmas. Aprovechó la noche para saltar del barco y colarse por entre los edificios de los muelles. Nadie le descubrió. 'Estuve corriendo varias horas. Luego encontré un local en una iglesia donde una gente me ayudó'. Y tuvo mucha suerte porque, a través de una organización de ayuda a inmigrantes vinculada a la Iglesia, pudo llegar a Barcelona. 'Me proporcionaron un visado de turista y me pagaron el billete de avión hasta Barcelona porque dijeron que en esta ciudad las cosas estaban mejor'. Pero su suerte acabó aquí.

Al llegar a Barcelona el pasado mes de diciembre, casi sin dinero, James descubrió qué es dormir en la calle en invierno. 'Creía que encontraría un trabajo rápidamente para salir adelante, pero todo el mundo pide papeles'. Al cabo de unos pocos días supo que el Ayuntamiento había habilitado un albergue en Ciutat Vella, sobre todo para los inmigrantes que dormían en la plaza de Catalunya. Intentó acceder a él, pero ya estaba lleno. Fue entonces cuando un compañero de aventuras le explicó que la asociación Centre Sant Pere Apòstol tenía un local para inmigrantes. Y allí vive desde la pasada Navidad.

Los últimos días ha seguido con especial interés la huelga de hambre que están realizando los 330 inmigrantes de la iglesia del Pi y de Sant Agustí. Finalmente, ha optado por unirse a ellos. Junto con otros ocho compañeros, ha decidido que no comerá hasta que el Gobierno le proporcione un permiso de trabajo. Sabe que lo tiene difícil, puesto que sólo lleva unas semanas en España. Sin embargo, cree que las víctimas de la guerra, como él, se merecen una oportunidad. '¿Sabe?, en mi país pueden matarte en cualquier momento', dice.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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