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Una heredera nacida para gobernar

Cory Aquino sacó de la universidad a la nueva presidenta filipina para meterla en política

Gloria Macapagal Arroyo, de 53 años, continúa la tradición asiática de las dinastías políticas que han puesto mujeres en la cúspide del Estado en India, Pakistán, Sri Lanka y la propia Filipinas, donde en 1986 Corazón Aquino remató con la presidencia el relevo de su asesinado marido, Benigno Aquino, en la lucha contra la satrapía de los Marcos. Cory Aquino era un ama de casa en cuyas manos la historia puso la presidencia. La nueva presidenta es un animal político que tenía la jefatura del Estado en el punto de mira. Con formación económica y experiencia internacional, Gloria Macapagal se siente muy vinculada a España: habla español con confianza y su marido, José Miguel Arroyo, es un abogado y hombre de negocios de ascendencia asturiana. Tienen tres hijos.

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En mayo del año pasado, al principio de la crisis que acaba de culminar con la caída de Joseph Estrada, la entonces vicepresidenta recibió en su casa a EL PAÍS. En un salón discretamente amueblado de un dúplex en un bloque de pisos de Quezon City, a media hora del centro de Manila, Macapagal saludó en español y siguió en esa lengua la entrevista, salpicada con palabras en inglés. La prensa, punta de lanza de las élites, y la Iglesia, como pastora de las masas, estaban unidas en un grito contra Estrada, acusado de incapaz y venal, patológicamente amigo de amigos poco fiables dispuestos a engordar sus cuentas corrientes a costa de las del Estado. En el sur, en la isla de Mindanao, bandas armadas islamistas secuestraban a extranjeros y asesinaban a locales. En Manila y en otras partes del país estallaban bombas.

Todos los ojos estaban vueltos hacia ella, que, en una de las singularidades del sistema político filipino, pertenecía a un partido rival de Estrada. Macapagal es tremendamente popular en Filipinas, mucho más que lo era el héroe cinematográfico convertido en presidente.

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En las elecciones de 1998, la vicepresidenta obtuvo 12,6 millones de votos en la lista de los aspirantes a número dos del Estado, frente a los 10,7 millones del presidente Estrada. La pregunta que todos se hacían era si la vicepresidenta se iba a lanzar a la arena y plantar cara al jefe. Macapagal no soltaba prenda. La conversación mantenida entonces fue la siguiente:

Pregunta. El presidente ha perdido todo su enorme capital político, no hay liderazgo, el país está perplejo.

Respuesta. Sí. Pero aquí las cosas no dependen de una persona. Rige el imperio de la ley, funcionan las instituciones.

P. Se le pide a usted que intervenga.

R. Cada uno puede tener su opinión. Así es la democracia.

P. Filipinas da al mundo imagen de desconcierto.

R. Es triste, pero es parte de la democracia.

P. ¿Confía en Estrada?

R. Bueno, congeniamos.

P. Se dice que el presidente no tiene talla política...

R. (Como asintiendo.) Cada uno tiene su opinión.

P. ... Y que usted sería muy buena presidenta.

R. (Carcajadas.) Gracias, gracias.

P. ¿Va a esperar a las presidenciales de 2004?

R. Sí, claro. Tenemos una Constitución que hay que respetar.

Los acontecimientos se precipitaron en octubre, con las acusaciones de que el presidente recibió cientos de millones de pesos de mafias del juego. Macapagal saltó del Gobierno para ponerse al frente de la oposición. Estrada, que hizo triunfal ostentación política de su machismo en la campaña electoral de dos años antes, comentó con suficiencia: 'Sólo ha dimitido la más pequeña del Gabinete', en alusión a la estatura física de la vicepresidenta, una menuda mujer de poco más de metro y medio de altura.

El órdago dio resultado. Ahora es presidenta, siguiendo los pasos de su padre, Diosdado Macapagal -llamado el incorruptible por los suyos-, que lo fue de 1961 a 1965, para ser sucedido por Ferdinand Marcos. A la pregunta de qué había aprendido de su padre, la vicepresidenta respondió en inglés, con una frase que rimaba: 'Do what is right, do your best and God will take care of the rest'('Haz lo que hay que hacer, haz todo lo que puedas y Dios se encargará del resto').

Compañera de Clinton

Educada en un colegio de monjas y en la Universidad de Georgetown, donde fue compañera de clase de Bill Clinton, Macapagal es doctora en Economía y entró en política de la mano de Cory Aquino, que la sacó de la cátedra universitaria para llevarla como subsecretaria al Ministerio de Comercio.

En 1992 ganó un escaño senatorial, que revalidó tres años más tarde, no sin mostrar grandes capacidades para el baile, siguiendo la costumbre filipina del maridaje de política y espectáculo. Tras jugar con la idea de presentarse a presidenta en 1998, se acomodó en la vicepresidencia, porque no tenía prisa y es una plataforma que casi siempre lleva a la cumbre.

La máxima prioridad de su programa político es el desarrollo económico para un país de casi ochenta millones de personas y carencias de orden feudal, que se conforma con ir al trantrán en una zona de portentosa ebullición económica. Ella misma acepta esa parsimonia: 'Qué importa que los demás crezcan al 12% si nosotros lo hacemos al 4%. No somos un país brillante, pero gozamos de una estabilidad política que atrae inversiones y permite un crecimiento continuado'.

Su otro gran objetivo es introducir moralidad en el Gobierno y pasar del sistema político regido por la dependencia personal y el amiguismo a un régimen fundado sobre la discusión abierta.

Tarea hercúlea ésta en Filipinas, donde las élites están todas emparentadas entre sí, con independencia de sus posiciones políticas, y acostumbradas a regir el país como si fuera una finca propia.

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