El debate de Chile
El gran debate de Chile, y la forma en que nos afecta a todos, es que la figura de Pinochet apenas tiene ya interés, y tendrá menos al irse hundiendo en su propia vejez imbécil. Lo que se debate, con riesgos graves de vida o muerte, es entre el fascismo y la izquierda, el derecho a asesinar a los políticos civiles por un Gobierno militar, ciertas maneras de construir una democracia real. Quizá hubiera sido mejor juzgar al asesino en otro país; los que pedían que se le juzgase en el suyo formaban parte de los que sabían que en su país es imposible porque el ramalazo fascista no ha cesado, aunque ahora se involucre en cuestiones jurídicas. Las cuestiones jurídicas en países amenazados sirven hasta que el fascismo cree que puede perder y entonces las derroca, con presidente muerto, e implanta las suyas. O adapta las antiguas. Un español no ignora cómo se sustituyen leyes para que un nuevo Estado haga lo que le dé la gana: y mate. Un español lo ha vivido, y ha sido víctima o culpable de esas leyes, o se lo han contado. O pertenece a la generación que asiente a todo. Si Pinochet hubiese sido juzgado en España, hubiera sido un equivalente al juicio de Franco. Por eso lo hicieron imposible. Un juicio a Franco y una condena corriente, una vez admitida la abolición de su pena de muerte, probablemente hubiera sido injusta. Como fue injusto el juicio a los jerarcas del nazismo: había una Alemania detrás de sus asesinatos, aunque esa Alemania sufrió más castigo que nadie en la guerra devastadora.
Los que defienden a Pinochet en Chile pueden haber sido sus cómplices. Los que le defienden son los que quieren ser dueños del futuro, y mantener el peso de la amenaza sobre la población, y la capacidad de hacer que las leyes puedan llamarse democráticas y ejercer como fascistas. A estas cosas en España las hemos llamado transición, y nos enorgullecemos de ellas. Hicimos un pacto: nosotros podemos escribir lo que queramos, fundar partidos que no gobiernen mucho, pedir por la calle jornadas de 35 horas tocando silbatos, hacer alguna huelga rápida, tener largos fines de semana; a cambio, ustedes se quedan con el poder y con el diccionario y ponen nombres de democracia, libertad, justicia o paz a lo que más les interese. Y no nos matan.
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