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A DEBATE

¿Tiene futuro el negocio del cable?

La aparición de nuevas tecnologías y el nuevo marco de competencia tienen en vilo a los operadores

Los operadores de cable acaban de pasar página a su año más indigesto, por fundamentada que se revelase su confianza en que los Reyes Magos regalarían muchos clientes a sus servicios de telefonía, televisión y acceso a Internet.

La indigestión también ha llegado a España. Los operadores con concesión de cable se durmieron en los laureles durante los dos años de moratoria en los que podían desplegar su red tranquilamente sin que el operador dominante, Telefónica, les hiciera sombra y sin que hubieran proliferado otros competidores no sujetos a compromisos de inversión y de plazos porque la liberalización de las telecomunicaciones no era más que un escenario para un futuro inmediato.

Una vez que se han puesto las pilas, Telefónica, pese a tener concesión de cable, ha pillado por sorpresa a los operadores con su apuesta por tecnologías alternativas. El embrollo de su apuesta se llama ADSL, que se propone como un sistema alternativo para conectarse a Internet a gran velocidad y que se autopresenta con un ancho de banda suficiente incluso para permitir al usuario ver una película por televisión. La opción de Telefónica no la obliga a arremangarse para abrir zanjas por los municipios con el objeto de tirar cable porque ya basta con los pares de cobre (la línea normal del teléfono) que llegan a las casas, y se completa con la inversión del operador dominante en otra fórmula que también permitirá la conexión a Internet a gran velocidad con posibilidad de dar voz, datos e imágenes: la telefonía móvil de tercera generación o UMTS.

Así las cosas, las pasadas navidades no hubo experto en redes que consiguiera escapar de un cóctel sin verse forzado a tomar posición ante el nuevo dilema: ¿Está por el cable o nos conformamos con el ADSL y el UMTS?

'El ADSL es una tecnología transitoria hasta que la fibra óptica acabe, con los años, llegando a las casas', enfatiza el profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) Jordi Domingo. Pese a que Internet penetra cada vez más en el mercado, muchos expertos coinciden en que en los tres o cuatro próximos años los usos cotidianos de un usuario tal vez no requieran de un ancho de banda espectacular como el que ofrece el cable de fibra óptica.

Su superior capacidad para transmitir información (sea voz, imágenes o datos), a mayor velocidad, con mayor fiabilidad y posibilidades de interactividad, está clara. Pero esta reflexión suele ir acompañada de una puntualización: una cosa es la capacidad de la infraestructura en sí y otra, la velocidad con la que al final se conecta un usuario. Ésta se ve condicionada por lo que ocurra en todos los tramos del circuito que sigue la información transmitida.

También hay que ver qué velocidad máxima promete la oferta comercial que un operador de cable como Menta, adjudicatario como Telefónica de las concesiones en Cataluña, lanza de hecho al mercado. Está lejos de la que permite la infraestructura en sí. Otra puntualización relevante en el sector es si el modelo que siguen los operadores de cable tiene sentido. Ha sido sonada la opinión, matizada posteriormente ante el revuelo originado, de Javier Rubio, el hombre fuerte en España y América Latina de la consultora de telecomunicaciones Diamond Cluster. Rubio dio casi por muerto el modelo de operadores como Menta: una red troncal de fibra óptica combinada con cable coaxial, el que llega a las casas.

'No diría que el coaxial está obsoleto, y qué decir de la fibra óptica, el medio más avanzado que existe. Incluso si debiera modernizarse, no habría que volver a abrir zanjas. Sí puede cuestionarse cómo rentabilizar el modelo de negocio con coaxial', opina Ginés Alarcón, director general del operador Colt en Barcelona.

Está claro que los operadores de cable son víctimas de algo que ha quedado obsoleto: el marco regulatorio en el que se les dieron las concesiones. Hoy tantean poder librarse de algunos de los compromisos adquiridos.

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