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EE UU muestra su pasión por el jazz con un gran museo en el corazón de Harlem

El Lincoln Center proyecta también un centro similar que funcionará paralelamente

Enric González

Bill Clinton, el presidente que toca el saxofón y cuya popularidad entre los negros es inmensa, quiso hacer un regalo a Harlem antes de abandonar la Casa Blanca. En su último presupuesto introdujo una partida de un millón de dólares para la creación de un museo del jazz en el barrio negro de Nueva York. La suma concedida tiene un alto valor simbólico, porque implica al Gobierno federal en el proyecto. El Museo Nacional del Jazz de Harlem incluirá escuela de música y sala de conciertos y empezará a funcionar parcialmente antes de un año. Coincidirá con otro gran centro neoyorquino, el que se construirá para dedicarse a la misma especialidad dentro del complejo artístico del Lincoln Center.

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Una nueva era

9.000 metros cuadrados

Los responsables de ambos proyectos afirman que son complementarios y contribuirán a llenar un largo vacío. El proyecto de Harlem fue una idea de Leonard Garment, un abogado que trabajó en la Casa Blanca con Richard Nixon y que había tocado el saxo con importantes bandas de jazz. Garment coincidió en 1995 con Art d´Lugoff, que acababa de cerrar el Village Gate, uno de los clubes de jazz más conocidos de Nueva York, y quería convertirlo en un museo. D´Lugoff contaba con la colección de Willis Conover, ex productor de Voice of America, que durante 40 años había acumulado 6.500 horas de grabaciones con música y entrevistas de los grandes del jazz, desde Louis Armstrong y Duke Ellington hasta Billie Holiday y Dizzie Gillespie.Ése era un buen patrimonio para empezar, y ambos hombres decidieron que el museo debía ser ambicioso y estar en Harlem. Inmediatamente se les unió David Levy, actual presidente de la Corcoran Gallery en Washington. En la capital estadounidense hallaron grandes aliados. Entre ellos, parlamentarios como el senador Ted Stevens, de Alaska (con quien pactó Clinton la partida presupuestaria), o Daniel Patrick Moynihan, a quien sustituirá Hillary Clinton en la próxima legislatura. Decisivo fue el apoyo de Michael Carrigan, encargado de las instituciones afiliadas (unas 60 en total) al gigantesco Smithsonian Institute.

El futuro centro de Harlem ya está integrado en la red del Smithsonian. Leonard Garment, nombrado presidente del proyecto, negocia con Conglomerate Edison, el monopolio eléctrico neoyorquino, la cesión de un edificio de la compañía en la calle 125, entre la Quinta Avenida y el rebautizado Bulevar Malcolm X, en pleno corazón de Harlem. Ese edificio permitiría iniciar algunas actividades ya en otoño próximo, paralelamente a las obras de remodelación, según un proyecto de la arquitecta Wendy Evans Joseph.Una vez terminado, el Museo del Jazz tendrá una superficie de 9.000 metros cuadrados, con un auditorio de 300 plazas. Las obras costarán unos cinco millones de dólares (más de 900 millones de pesetas), de los que, con la aportación federal, hay ya tres disponibles.

El Lincoln Center, mientras tanto, prosigue con su plan para crear una sala dedicada específicamente al jazz dentro de su complejo arquitectónico de Columbus Circle, que incluye ya varias salas de teatro y danza, música y cines. El Lincoln ha presupuestado 103 millones de dólares (casi 20.000 millones de pesetas) para edificar la sala y un museo propio, y ha puesto al frente del proyecto, como presidente ejecutivo, al trompetista Wynton Marsalis.

Los responsables del museo de Harlem y del Lincoln no creen que la coincidencia en una misma ciudad vaya a suponer ningún problema a la hora de conseguir público y financiación. A fin de cuentas, las dos instituciones neoyorquinas deberán competir, tanto en el aspecto financiero como en la confección de su programación, con centros de mayor tradición, como los existentes en Nueva Orleans y Kansas City. "La presencia de más instituciones dedicadas al jazz no supondrá un inconveniente, sino más bien una ventaja", afirma Michael Carrigan, el director de instituciones afiliadas al Smithsonian.

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