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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Asesinato en el monasterio XAVIER MORET

Hace 650 años, en el año de Dios de 1350, sucedía en la hoy muy apacible población de Sant Cugat un hecho luctuoso que, de haber existido la prensa amarilla, habría llenado sin duda páginas y más páginas, al tiempo que las hubiera teñido del horrible color rojo de la sangre. La noche del 24 de diciembre de aquel año lejano, el abad del monasterio, de nombre Arnau Biure, fue asesinado mientras cantaba la misa del gallo a manos de Berenguer de Saltells, un heredero despechado porque su padre, el rico hacendado Raimon de Saltells, había legado todos sus bienes al monasterio. Para conmemorar esos hechos sangrientos, Josep Maria Jaumà ha escrito una excelente tragicomedia musical en 10 escenas y un epílogo titulada Pedra i sang, que la compañía Tetrateatre representa estos días en un marco muy apropiado: la sala capitular del monasterio de Sant Cugat.Jaumà, una autoridad en literatura inglesa, tiene una expresión permanentemente simpática, como si siempre llevara una sonrisa de recambio en el bolsillo, y un aspecto de sabio despistado. No cuesta imaginárselo, a la manera de Monsieur Hulot, saliendo a la calle con un calcetín de cada color o paseando un libro atado a una cadena en vez del perro de reglamento. Si un día te lo encuentras por la calle, puede hablarte con ilusión de alguna lectura reciente o de algún proyecto futuro. En cualquier caso, suele desbordar vitalidad y optimismo. Ahora mismo, Jaumà es jefe del departamento de Filología Inglesa de la Universidad Autónoma y, aunque se queja del tiempo que le roba la burocracia, no tarda en hablar con entusiasmo del año sabático que disfrutó recientemente. A medida que va entrando en detalles, queda claro que "disfrutar" es, en este caso, la palabra adecuada. Jaumà aprovechó su "disfrute sabático" con estancias en Inglaterra, Alemania e Italia y, cuando adivinó que Europa se le estaba quedando pequeña, escribió a un viejo amigo que es misionero en Senegal y se ofreció para ayudarle en lo que fuera. "Estuve enseñando inglés en la región de Casamancia durante un tiempo", cuenta. "Es una región conflictiva y a veces se oían explosiones cerca, pero la gente no les prestaba atención. Están acostumbrados. Cuando ves las miserias de África te das cuenta de que en Europa nos quejamos de vicio".

Cuando habla de Pedra i sang, la obra que ha escrito en menos de un mes sobre el asesinato del abad Biure, a Jaumà se le transparentan sus tendencias literarias. "Primero pensé en escribir una obra siguiendo el esquema de Asesinato en la catedral, de T. S. Eliot", apunta, "pero me di cuenta de que era demasiado complicado y decidí recurrir al modelo Shakespeare, que es más sencillo y a la vez muy eficaz". Jaumà, además de profesor de Literatura (inglesa, por supuesto), es también un excelente traductor. Ha publicado traducciones de poemas de Robert Graves, Thomas Hardy, Vladimir Nabokov y Philip Larkin y tiene entregada a Quaderns Crema una antología de Robert Frost que aparecerá próximamente. En Pedra i sang hay dos protagonistas destacados, el abad Biure y Berenguer de Saltells, pero también están presentes un grupo de monjes y el pueblo. Entre los monjes se encuentra camuflado el propio Jaumà, quien, desdoblado en actor, se permite hacer un elogio del Decamerón -"Ja veureu que us ho passareu en gran"-, al tiempo que suspira por que se traduzca pronto al catalán.

La presencia del grupo que representa al pueblo le permite a Jaumà introducir algunas anécdotas actuales, como una referencia a los jóvenes que están ocupando la masía de la Torre Blanca, rodeada de pisos en construcción y centro de polémica en el Sant Cugat de ahora mismo, y a dos obispos asesinados después del abad Biure: Thomas Becket y monseñor Romero. "Son como guiños", dice. "Los anacronismos no me parecen mal. Shakespeare, al fin y al cabo, hacía hablar como cristianos a personajes de antes del cristianismo, como a los de El rey Lear. Por otra parte, las alusiones a los asesinatos de Becket y de monseñor Romero me parecen adecuadas, ya que el público actual las conoce. No pretendo reproducir el teatro medieval, sino que utilizo un lenguaje de ahora mismo. No sé si hubo algún obispo asesinado en tiempos del abad Biure, pero, aun en el caso de que lo hubiera habido, si lo citara en el texto nadie lo conocería. La referencia a monseñor Romero, en cambio, es muy directa".

Jaumà se muestra entusiasmado con su experiencia teatral, aunque también cansado. Elogia la labor de la directora de la obra, Dolors Vilarasau, y lo único que lamenta son las muchas horas que ha tenido que pasar ensayando. "Dolors Vilarasau tiene una gran intuición teatral y una gran capacidad de trabajo", dice, "pero yo también tenía mucho trabajo en la facultad y he tenido que apañarme para poder ensayar tres o cuatro horas diarias. La obra, por suerte, ha quedado bien".

Al final de Pedra i sang, fiel a la verdad histórica, Jaumà muestra al rey Pere III el Cerimoniós dictando la solución al problema creado por el asesinato del abad. Para evitar conflictos sobre la herencia, el rey resuelve quedárselo todo. "Es curioso", reflexiona Jaumà, "pero incluso en el Sant Cugat actual me he encontrado a mucha gente que toma partido a favor de Saltells. Yo he procurado mostrar los hechos de manera equilibrada, pero aún quedan muchos menjacapellans".

El espíritu del abad Biure, dicen, sigue rondando por Sant Cugat, pero hay que admitir que el zarandeado espíritu debe andar un tanto perdido. Y es que lo que antes era una población pequeña, agrupada en torno al monasterio, se ha convertido en los últimos años en el reino de las apareadas. Su bellísimo monasterio, mientras, sigue luchando por llamar la atención de unos turistas que suelen ignorarlo. Son otros tiempos, está claro, unos tiempos en los que cuesta creer que a algún rico hacendado se le pueda pasar por la cabeza dejar su herencia a la Iglesia. Las largas hileras de adosadas y las lujosas torres que se levantan junto al golf son ahora mismo el mejor testimonio del milenio que estrenamos. El camino del dinero ya no pasa por el monasterio. Tampoco el de la sangre.

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Consuelo Bautista

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