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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Argentina, en el diván

El blindaje concedido a Argentina por la comunidad financiera liderada por el FMI, de casi 40.000 millones de dólares, supone la condición necesaria para sacar al país latinoamericano de su profunda recesión. Pero no es suficiente. Con ese dinero, Argentina cancela la posibilidad de suspender pagos en 2001, lo que la hubiera puesto en una situación límite y hubiera encendido las señales de alarma de otra crisis financiera mundial, como la que en 1997 arrancó del sureste asiático y se propagó al resto del planeta. Pero no asegura el crecimiento económico de ese país, que lleva casi tres años literalmente parado.El problema de Argentina no es de solvencia fiscal, sino de crecimiento. Por eso seguramente el FMI, atendiendo a las críticas que sobre su acción se han multiplicado en los últimos tiempos, ha actuado antes de que la crisis haya estallado. Bien puede decir el presidente Fernando de la Rúa que este plan "tiene una importancia inusitada". Tranquiliza a los inversores y sostiene la confianza de las instituciones financieras. Y, sobre todo, supone un respaldo a un Gobierno que durante un año en el poder no ha logrado atajar la recesión, a pesar de haber continuado la estela del Ejecutivo de Menem: economía abierta al exterior y avances en el proceso de consolidación regional, participando en el Mercosur junto con sus vecinos.

Los problemas han surgido de un deficiente manejo de su política económica y de la conjunción de circunstancias externas difícilmente controlables: la apreciación del dólar (en un sistema cambiario en el que el peso está indisolublemente unido a la moneda norteamericana), la devaluación del real brasileño (su principal socio comercial) o la reducción del precio de sus materias primas. El blindaje financiero concede al Gobierno de De la Rúa -y a su ministro de Economía, José Luis Machinea- la oportunidad de poner el contador a cero y volver a intentar acelerar el crecimiento y responder a las deprimidas condiciones de vida de los ciudadanos, instalados en el pesimismo.

Entre los protagonistas del paquete financiero ha figurado España, que ha aportado 1.000 millones de dólares, lo que subraya el interés de las autoridades por las enormes inversiones de empresas y bancos españoles en el país latinoamericano. Justamente por esa presencia habrá que estar atentos a la política que la nueva Administración de Bush aplicará en América Latina, conscientes de que EE UU ya no es el primer inversor en la zona, en beneficio de Europa y, sobre todo, de España.

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