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El Consell adjudicó el proyecto con unas garantías irreales de plazo y presupuesto

El Parque Oceanográfico Universal de Valencia, que completará la Ciudad de las Artes y las Ciencias, ha sido el proyecto del complejo que menos alternaciones ha tenido respecto a su planteamiento inicial. Una situación que se ha producido porque se trata de un proyecto de nuevo cuño impulsado por el Partido Popular desde el Consell y porque, aparentemente, de todas las infraestructuras de la Ciudad de las Ciencias es la que menos complejidad técnica ofrece.Sin embargo, el proyecto arrancó con unas garantías en el pliego de adjudicación de las obras que ya se han incumplido.

El entonces consejero de Economía de la Generalitat y presidente de Ciudad de las Artes y las Ciencias, el hoy vicepresidente del Consell José Luis Olivas, adjudicó las obras a la Unión Temporal de Empresas formada por Fomento, Ginés y Navarro y Sedesa porque era la única oferta que se comprometía a construir el Oceanográfico en un plazo inferior a 15 meses. La adjudicación se realizó el 12 de diciembre de 1997. Tres años después las obras, aunque avanzadas, siguen estar terminadas y las previsiones señalan que no estarán acabadas definitivamente hasta el próximo verano. En este retraso ha influido la decisión del Consell de Eduardo Zaplana de ordenar su calendario de macroeventos, acelerando unos y frenando otros, y la falta de mano de obra suficiente en un sector -el de la construcción- que se ha visto desbordado. El coste de las obras ha corrido también una suerte pareja a la de los plazos previstos. Aunque las obras fueron adjudicadas por un importe de 6.475 millones de pesetas las últimas estimaciones, tras los modificados y mejoras realizadas, señalan que el citado Parque Oceanográfico Universal tendrá un coste algo superior a los a los 13.000 millones de pesetas.

Más información
El Oceanográfico de Valencia tendrá un coste de 13.000 millones y se abrirá en el verano de 2001

En el bajo precio de adjudicación influyó también la presentación de ofertas con bajas excesivas, incluso temerarias, por parte de las constructoras que optaron en la década de los noventa por acumular cartera de pedidos asumiendo riesgos excesivos para afrontar en mejores condiciones los procesos de fusión y concentración del sector.

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