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Arquitectos de la integración

Equipos de la Consejería de Educación adaptan materiales para los alumnos con deficiencias motoras

Cuando se tienen cinco años, coger un lápiz y escribir mamá parece una proeza. Pero para algunos niños con dificultades motoras es sencillamente imposible. No porque les falle la capacidad intelectual para hacerlo, sino porque sus limitaciones físicas se lo impiden. Superarlas es el reto diario de un puñado de trabajadores de la Consejería de Educación que se encarga de adaptar el material a las necesidades especiales de cada uno de los 3.000 alumnos andaluces con deficiencias motoras. Son los arquitectos de la integración.

"Este trabajo no sólo contribuye a mejorar la educación del niño, sino también su calidad de vida", precisa Begoña Espejo, pedagoga del Equipo de Asesoramiento para Discapacidades Motoras de Málaga. Junto a ella trabajan Miguel Cardona, técnico ortopédico, y Vivi Gallardo, psicóloga. "Isabel González, la trabajadora social, está de baja por maternidad, así que en el equipo ya somos cinco", bromea Vivi.

El trabajo del grupo no se limita a dar respuesta a las necesidades educativas de los pequeños. Sus componentes hacen una labor de coordinación que implica a la familia, los profesores, los equipos de apoyo, los dispositivos sanitarios y los servicios sociales.

Miguel es un manitas. Ante cada problema pone su imaginación en marcha y experimenta modelos. Generalmente logra su objetivo. Por eso sus compañeras dicen que es el Leonardo Da Vinci del equipo. Él, fiel a la descripción de sus colegas, no suelta el centímetro ni durante la entrevista.

Hay ayudas técnicas que en el mercado cuestan una media de 300.000 pesetas. El equipo no sólo da soluciones absolutamente gratis, sino que además se adaptan a cada caso en particular. Miguel, por ejemplo, construyó un licornio, un puntero que ajustado a la cabeza permitió a un niño que no articulaba las manos escribir en el ordenador mediante movimientos del cuello. No todos los artilugios son tan complicados. Unos corchos de cava con letras adheridas en uno de los extremos pueden servir para que un chaval incapaz de coger un lápiz pueda improvisar una imprenta.

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Además del equipo de Málaga, hay otros que trabajan en Sevilla, Cádiz y Almería. En el curso pasado, los dos primeros vieron realizada una de sus aspiraciones: la fabricación en serie de mobiliario para alumnos con discapacidades motoras. En total, unos 1.700 pupitres de los que ya están terminados 500. Un avance conseguido gracias a que la Consejería de Educación asumió el proyecto de ambos equipos y adjudicó el trabajo a una empresa especializada. La ventaja es doble: se ahorra tiempo y se pueden atender las necesidades de provincias que carecen de este servicio.

Miguel, Vivi y Begoña están a gusto con su trabajo, aunque creen que es más exigente que la docencia pura y dura. Conseguir que un niño supere una barrera psicomotriz o de comunicación mediante un artilugio salido de su taller es para el equipo toda una gratificación. "La repercusión es personal y por lo tanto tiene un valor individual, pero en este campo lo individual es lo importante porque para esa persona supone mayor calidad de vida", deja claro Begoña.

Los tres creen que los recursos son insuficientes, aunque están completamente de acuerdo en que la escuela de hoy es mejor que la de hace una década. Pero insisten en que hay que seguir mejorando y que para ello hacen falta más inversiones. Aprovechan y concretan reivindicaciones: 40 ordenadores, la integración de otros equipos que trabajan con deficientes visuales y auditivos en un único centro y presupuesto. Más presupuesto.

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