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FMI: Argentina, pero también Turquía

Joaquín Estefanía

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido el organismo más criticado a raíz de la última crisis financiera global, de los años 1997 y 1998. La acusación central fue su inoperancia, basada en dos razonamientos: incapacidad para hacer diagnósticos previos de los problemas y, como consecuencia, no haber actuado antes de que éstos últimos surgiesen; y aplicación de políticas de talla única cuando intervenía (durísimos ajustes macroeconómicos), independientes de la coyuntura de los países afectados.Como consecuencia de estas críticas (a un lado, los que pretendían que desapareciese el FMI; al otro, los que querían reformarlo para hacerlo más efectivo y más democrático en sus decisiones) nació el concepto de nueva arquitectura financiera internacional, más retórico que real, y el cambio de director gerente del FMI: Camdessus fue sustituido por Horst Köhler. En los últimos días, la acción del Fondo ha reaparecido ayudando a dos países emergentes, ambos de naturaleza estratégica: Argentina y Turquía. En los dos casos, los paquetes de rescate han intentado evitar males mayores y el efecto contagio que con tanta virulencia se manifestó en la última crisis.

Argentina y Turquía son ejemplos muy diferentes. El país latinoamericano, el más endeudado de la zona (150.000 millones de dólares) lleva 30 meses en recesión; los analistas coinciden en que, teniendo problemas coyunturales serios, su principal dificultad está en un manejo político muy deficiente de la coyuntura económica. Los rumores de suspensión de pagos de la deuda fueron mucho más intensos tras la dimisión del vicepresidente Chacho Álvarez que antes. Argentina tiene un corsé en su política económica, que es su currency board, un sistema de cambios fijo en el que un peso equivale a un dólar, que fue instalado por el duo Carlos Menem-Domingo Cavallo, y que cada vez que sobreviene una situación límite es discutido por la rigidez que impone. Pues bien, antes de que se declarase esa suspensión de pagos límite, la comunidad financiera internacional, liderada por el FMI y con participación de otros organismos multilaterales, bancos extranjeros y nacionales y un país (España) han blindado a Argentina prestándole casi 40.000 millones de dólares, cantidad muy semejante a la que hace dos años concedió a Brasil y superior a la que en 1995 cedió a México para que superase su crisis de liquidez.

Es destacable la presencia de España (1.000 millones de dólares) en el paquete financiero, por lo que subraya de presencia de nuestro país como primer inversor de la zona. Habrá que seguir con detalle la política de la nueva Administración norteamericana en América Latina, tras la sensación de que han perdido posiciones en su tradicional patio de atrás. Seguramente, Bush intentará recuperarlas a través de instrumentos como el Área para el Libre Comercio de las Américas (ALCA), en detrimento de la integración regional, tipo Mercosur, al que pertenece Argentina.

En Turquía, las dimensiones del rescate han sido inferiores, alrededor de 10.000 millones de dólares. El origen de las dificultades es otro que en Argentina: la debilidad del sistema bancario, contagiado del capitalismo de amiguetes que tan familiar fue a la crisis asiática de 1997, y la huída compulsiva de capitales, asustados ante la crisis .

Si en ambos casos se ha actuado antes del desastre, hay familiaridad en las recomendaciones del FMI a los Gobiernos ayudados. En Argentina, la privatización de su sistema de pensiones y recortes adicionales del gasto público; en Turquía, la privatización del sector estatal (empezando por su monopolio telefónico) y la implantación de un sistema bancario sano e independiente del poder político.

Se trata, tanto en Argentina como en Turquía, de otro test central para el FMI y su nuevo director.

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