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Nit de Santa Llúcia: de la reivindicación a la normalidad

De una celebración tras la reja de la librería Catalònia -entonces Casa del Libro- a la cena del sábado en la Sala Oval del Palau Nacional de Barcelona van 50 años, una cuarentena de premios literarios, 444 jurados, 419 galardonados -el primero de ellos fue Josep Pla, quien se llevó el Joanot Martorell, precedente del Sant Jordi, por El carrer Estret- y más de 60.000 comensales. Son algunos de los datos que da de sí la ya larga historia de la llamada Nit de Santa Llúcia, la fiesta anual de las letras catalanas que organiza Òmnium Cultural y que nació con la voluntad de contribuir al restablecimiento de la vida cultural en Cataluña bajo la dictadura franquista.La celebración del 50º aniversario, presidida por el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y el alcalde de Barcelona, Joan Clos, tuvo un marcado acento simbólico, aunque en ningún momento nostálgico. Se hace difícil añorar los primeros años, cuando la entrega de los premios se realizaba en la semiclandestinidad primero y con falta de medios casi siempre. A pesar de ello, la mayoría de los oradores de la noche, desde el presentador de la velada, el periodista Antoni Bassas, hasta el alcalde Clos, recordaron con especial énfasis la celebración de otro aniversario.

Era el 25º, que se celebró tres semanas después de la muerte de Franco en el mismo espacio de la montaña de Montjuïc. Para los acumuladores de datos, conviene recordar que en ese año de 1975 el Premio Sant Jordi, el que con el tiempo se ha convertido en la estrella de la noche, fue para Pau Faner y su novela Un regne per a mi. Se llevó entonces 200.000 pesetas.

Algunos de los presentes aquella noche de diciembre de 1975 recordaban una Sala Oval muy diferente a la de anteayer. Aún faltaban unos cuantos años para la rehabilitación de Gae Aulenti y, además, la incierta situación política del momento y el peso simbólico de la Nit de Santa Llúcia eran otros. Hace 25 años, 4.000 personas quisieron ir. El sábado también asistieron muchas, pero no llegaron a 1.500.

Al finalizar un acto más bien sobrio y muy largo -duró casi cuatro horas-, tomó la palabra Jordi Pujol. El presidente de la Generalitat pronunció uno de esos discursos de los que gusta decir que "no son políticamente correctos" para hablar con "realismo", dijo, del presente de las letras catalanas. "Muy a menudo se hacen discursos negativos, se añoran presuntos tiempos mejores y se mira al futuro con pesimismo. El cofoisme no es deseable, pero el derrotismo también es una manera de engañarse", señaló.

Desde el principio, cuando la Festa de les Lletres Catalanes tenía un "carácter resistencial", hasta este momento, en que se vive su "consolidación y madurez", según Josep Millàs, presidente de Òmnium Cultural, han sido galardonados, en sus diversas categorías, muchos de los nombres más significativos de la literatura contemporánea en catalán: el ya citado y controvertido Pla, Mercè Rodoreda, Pere Calders, Maria Aurèlia Capmany, Miquel Martí i Pol, Joan Sales, Lluís Ferran de Pol, Pere Quart, Joan Fuster, Josep Maria Espinàs, Blai Bonet, Josep Palau i Fabre, Terenci Moix, Robert Saladrigas, Montserrat Roig, Jaume Cabré, Agustí Bartra, Maria Mercè Marçal, Maria Barbal, Maria Mercè Roca, Ferran Torrent, Enric Casassas, Miquel de Palol, Emili Teixidor y muchos más. A ellos se sumó el sábado Jordi Coca, quien sin rubor reconoció que hacía muchos años que "esperaba el Sant Jordi".

Y es que este premio, que con el Josep Pla (Destino) y el Ramon Llull (Planeta) es uno de los mejor dotados de las letras catalanas, tiene una salida comercial asegurada. Lo coeditan Columna y Proa, sello que pertenece al grupo Enciclopèdia Catalana, que ha prorrogado cinco años su alianza con Òmnium Cultural.

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