Miedo
Esta misma semana el escritor gallego Suso de Toro (las letras celtas no empiezan ni terminan en la simpático Manolo Rivas) presentaba en Bilbao su última novela, No vuelvas, una historia donde el protagonista principal es el miedo. La novela está llena de ese miedo ancestral construido con ramas que se quiebran, aullidos de animales y gemidos lanzados por el viento. A los niños, por cierto, les gusta mucho el miedo. Las películas de miedo nunca han dejado de tener su público, gente grande y menuda que disfruta dejándose asustar en una sala oscura y que sale feliz de la función, con el susto en el cuerpo, los pelos como escarpias y la piel de gallina.Pero no es de ese miedo del que les quiero hablar. El miedo de hoy está mucho más cerca de La flecha del miedo, otra novela, esta vez del navarro Miguel Sánchez-Ostiz -uno de los mayores escritores de este final de siglo y de milenio-, que de cualquier película. Es el miedo a la ley de la tribu, a la ley del silencio mafioso que impone la fratría, a la brutalidad y a la violencia enquistada en ciudades y aldeas y a su muda, mansa y encanallada aceptación. Ese miedo prefigura el terror. El ruso Anatoli Ribakov escribió una novela de 800 páginas titulada El terror. Y no les cito ya, no se me asusten, más novelas de miedo.
En Estrasburgo, Fernando Savater también habló del miedo. Afirmó: "En Euskadi tenemos docenas de salman rushdies y reina el miedo". Yo no sé si en Euskadi reina el miedo (hablar de monarquías del terror me parece excesivo), pero sé que gobierna en muchas casas y que vive instalado en el estómago de muchos concejales lo mismo que un okupa. Donde menos se espera salta el miedo. Acaba de saltar sobre el tapete verde y millonario de los campos de fútbol. La extorsión al defensa del Bayern Bixente Lizarazu ha dejado sin habla a mucha gente en nuestro maltratado y pequeño país, desde el habitualmente lenguaraz Clemente hasta la acongojada plantilla del Athletic. El presidente rojiblanco no está rojo de ira, sino blanco del susto, como todos. Dicen que el miedo es libre. Y además mete goles.
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