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La celebración de un fracaso

Creado en 1950 para tres años, ACNUR cumple 50 sin ver el fin de las crisis de los refugiados

Yolanda Monge

Hay poco que celebrar. Cuando se ha cumplido medio siglo de la fundación del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Sadako Ogata, su máxima responsable, considera que hay pocos motivos para la celebración. Aún es más, la longevidad de esta oficina humanitaria refleja el profundo fracaso de la comunidad internacional en la prevención de los prejuicios, la persecución, la pobreza y otras causas del desplazamiento y los conflictos, según asegura Ogata.Con una plantilla de 33 funcionarios y un presupuesto de 33.000 dólares (cerca de siete millones de pesetas), en 1950 a ACNUR se le dio inicialmente un mandato de tres años para reasentar a un millón de refugiados tras la Segunda Guerra Mundial. Tras esa tarea debía disolverse. Sin embargo, 50 años más tarde, las cifras que arroja la agencia, con sede en Ginebra, son desalentadoras. Más de 22 millones de refugiados viven bajo el amparo de ACNUR y se calcula que existen otros 25 millones de desplazados internos en el mundo. Para ese ingente trabajo existe hoy un presupuesto de 1.000 millones de dólares y un equipo de personas que supera las 5.000. "Cuando más de un millón de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares en Kosovo, Timor Oriental y Chechenia en el último año del siglo XX, es evidente que el problema del desplazamiento forzado no ha desaparecido", denuncia la Alta Comisionada en el informe La situación de los refugiados en el mundo, con el que la agencia de la ONU constató ayer sus cinco décadas de existencia.

Pero el mundo de 1950 no es el mundo del año 2000. Hoy son otros los problemas que enfrenta ACNUR. El más acuciante y básico: su financiación. De continuar el descenso de las aportaciones de los países desarrollados, el número de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados continuará aumentando.

En este sentido, desde ACNUR se espera que el Gobierno español, que ocupa el puesto número 20 en la lista de donantes, con cerca de dos millones de dólares (algo más de 360 millones de pesetas), mejore esa posición e integre el grupo de principales donantes (EE UU, Japón y Holanda ocupan los tres primeros puestos).

Década a década, el informe pasa revista a un trabajo sin descanso. Tras asistir a los refugiados europeos después de la contienda de 1939-1945, en 1956 ACNUR hizo frente al éxodo de 250.000 húngaros que huían de la represión soviética. A finales de los cincuenta asistió a una cantidad algo mayor de argelinos debido a la guerra de independencia contra Francia.

Los años sesenta fueron años de trabajo debido a la descolonización de África. Una década más tarde, a ACNUR le llegaría el turno de actuar en Asia. En 1971, diez millones de civiles huían de la guerra civil en lo que entonces era Pakistán oriental (actual Bangladesh) y se precipitaban sobre India, en lo que fue el mayor desplazamiento de refugiados de la segunda mitad del siglo XX. A partir de 1975, y durante cinco años, miles de vietnamitas perdieron la vida, víctimas de los ataques de los piratas o ahogados en el mar, durante el éxodo de lo que pasó a conocerse como boat people. Los 30 años de guerra prácticamente ininterrumpida que asolaron Vietnam de 1945 a 1975 se caracterizaron por desplazamientos masivos de personas.

En 1973, ACNUR entra tristemente en América Latina para dar refugio a los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet. En los años ochenta, los conflictos de América Central (Nicaragua, El Salvador y Guatemala) dejan dos millones de desplazados. A finales de esa misma década, cinco millones de afganos huyen del régimen de Kabul sostenido por la Unión Soviética.

Pero, sin lugar a dudas, el más tumultuoso de los decenios ha sido el último, presidido por la japonesa Ogata, quien a finales de este año abandonará el cargo tras diez años de mandato y le pasará el mandato al ex primer ministro holandés Ruud Lubbers.

La guerra de los Balcanes, con más de 200.000 muertos y más de cuatro millones de desplazados, removió las conciencias de la tranquila Europa. No lo hizo menos el genocidio de Ruanda. De aquel drama, dos millones de hutus tuvieron que refugiarse en los países vecinos y cerca de un millón fueron masacrados.

Sin embargo, el informe aclara que la acción humanitaria tiene un valor limitado si no forma parte de una estrategia y de un marco político más amplio destinado a atajar las causas de los conflictos.

En una época caracterizada por constantes movimientos de población y políticas de asilo cada vez más restringidas -España sólo concede cuatro de cada cien solicitudes- , el libro que conmemora los 50 años del Alto Comisionado para los Refugiados lanza una seria advertencia: los países ricos tendrán que seguir haciendo frente a los flujos de refugiados e inmigrantes ilegales mientras no aborden las causas que los provocan: las guerras, la intolerancia y la pobreza.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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