¿Actualizar y mejorar la LOGSE o desmantelarla? César Coll
Los 10 años transcurridos desde la promulgación de la LOGSE son un periodo de tiempo razonable para empezar a plantearse si sus objetivos y principios siguen vigentes, si su aplicación está dando los frutos esperados y si ha llegado el momento de revisarla, ya sea para rectificar algunas de sus opciones, ya sea para ampliarlas o profundizarlas.Son muchos los principios, objetivos y propuestas de la LOGSE que han pasado en buena medida a formar parte de la dinámica habitual de los centros educativos durante estos años. El trabajo en equipo del profesorado, el refuerzo de las instancias de coordinación pedagógica, la importancia atribuida a la educación en valores y otros temas transversales, el énfasis en la funcionalidad de los aprendizajes, la ampliación y enriquecimiento de los contenidos escolares, la mayor flexibilidad de los programas, la introducción de materias y asignaturas optativas, la extensión considerable de servicios especializados de orientación y el establecimiento de un menor número de alumnos por clase son, entre otras muchas, algunas mejoras introducidas en nuestro sistema educativo de la mano de la LOGSE.
Pero el cambio de mayor trascendencia social ha sido, sin duda, la ampliación de la educación básica, que ha pasado de ocho a 10 cursos, escolarizando a todos los alumnos y alumnas hasta los 16 años y ofreciéndoles un núcleo común de oportunidades y experiencias educativas. La prolongación de dos cursos de la educación básica responde a las necesidades y expectativas sociales de una mayor y mejor formación. La opción de hacerlo retrasando también dos cursos la segregación de los alumnos en vías formativas diferenciadas, una de carácter esencialmente académico -el bachillerato- y otra profesional -la formación profesional de grado medio-, es una apuesta por atenuar la correlación, tantas veces puesta de manifiesto, entre el origen social y cultural del alumnado y su orientación hacia una u otra de estas vías, correlación que es tanto mayor cuanto más temprana es la edad en que se produce y cuanto más profundas son las desigualdades sociales, económicas y culturales de partida.
Al igual que ha sucedido en otros países europeos, la sociedad española ha experimentado muchos cambios desde finales de los años ochenta, algunos de ellos de envergadura, lo que constituye, sin duda, un poderoso argumento para la revisión y actualización de la LOGSE. No parece, sin embargo, que las necesidades y expectativas de una mayor y mejor formación hayan disminuido. El actual escenario económico, político y cultural aconseja más bien reforzar la formación básica de todos los jóvenes, evitando las especializaciones prematuras que pueden quedar rápidamente obsoletas. Lejos de disminuir, todos los indicadores apuntan que las desigualdades sociales se han incrementado, y en la sociedad de la información y de la comunicación que se vislumbra en el horizonte apuntan nuevas fuentes de desigualdad. Los esfuerzos por conseguir una educación básica de calidad para todos, sin exclusiones, son hoy en día más necesarios, si cabe, que cuando se promulgó la LOGSE.
La vigencia de los principios y objetivos de la LOGSE no deben ser, sin embargo, una excusa para oponerse a la revisión y eventual modificación de todos aquellos aspectos que obstaculizan precisamente su consecución y puesta en práctica. Es cierto que la experiencia acumulada es escasa, tan escasa que todavía no existe una generación completa de alumnos y alumnas que hayan cursado toda su escolaridad de acuerdo con la nueva ordenación del sistema educativo, y que no disponemos todavía, en consecuencia, de evaluaciones objetivas de sus efectos. Pero no lo es menos que su aplicación durante estos años ha puesto ya de relieve no pocas dificultades, y también algunos efectos perniciosos, que urge abordar y corregir. Valgan, a título de ejemplos, las dificultades para atender a la diversidad de capacidades, intereses y motivaciones del alumnado en el segundo ciclo de la ESO, o aun la concentración del alumnado con dificultades en determinados centros, casi siempre públicos, reintroduciendo en la práctica una segregación del alumnado mediante la configuración de dos redes de centros diferenciadas: los de titularidad pública y los de titularidad privada sostenidos con fondos públicos.
La cuestión estriba en decidir si se abordan estas y otras muchas cuestiones de similar importancia con la finalidad de profundizar en la consecución de los objetivos y en la puesta en práctica de los principios de la LOGSE o, por el contrario, con la intención de renunciar a ellos. Eludir la decisión y hurtar el debate no ayudarán a encontrar soluciones. Improvisar e imponer precipitadamente respuestas parciales sin valorar sus consecuencias a medio y largo plazo, tampoco. Revisemos y modifiquemos lo que haya que revisar y modificar, pero concedámonos antes la oportunidad de saber con qué finalidad y propósitos. Sería lamentable que, en vez hacernos avanzar en la dirección de una mejor educación para todos, sin exclusiones de ningún tipo, como pretende la LOGSE, las modificaciones que finalmente se lleven a cabo nos acaben situando en la senda de una mejor educación para algunos y una peor educación para el resto. A no ser, claro está, que éste sea el efecto realmente buscado y que la finalidad no sea superar las dificultades que obstaculizan la consecución de los objetivos de la LOGSE y la puesta en práctica de sus principios, sino más bien utilizarlas como caldo de cultivo y como plataforma para renunciar a ellos. Revisar la LOGSE para actualizarla, mejorarla y profundizar en sus objetivos y principios básicos o, por el contrario, para desmantelarla y renunciar a ellos de forma más o menos encubierta. Ésta es la alternativa que se plantea, a mi juicio, a los 10 años de su promulgación.
César Coll es catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Barcelona.
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