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Ni lo más fácil

Hay una larga serie de cuestiones trascendentales -la enfermedad, la muerte, la amistad, el amor, la libertad, la felicidad, la justicia, la soledad, etc..- de las que habitualmente se ocupan con mayor o menor fortuna los filósofos, término inventado y acuñado por Platón para diferenciar a los "amantes de la sabiduría" de los sofistas. Afortunadamente, ni nuestro señor presidente ni ninguno de sus miles de predecesores y sucesores tienen gran cosa que decir en esta esfera de privacidad del ser humano y su conciencia, aunque el proceso de asnarización propiciado por una parte no minoritaria de los medios reduzca peligrosamente la capacidad de ejercer el más noble -y doloroso- atributo del ser humano, cual es preguntarse el por qué de las cosas.En otro orden de reflexión, parece conveniente desconfiar de la inveterada, frecuente y deleznable costumbre que tienen los gobernantes de atribuirse sin el menor rubor coyunturas favorables o "éxitos" -por lo general ajenos a sus virtudes- mientras que se escabullen vergonzantemente o se inventan enemigos, conspiraciones o culpables externos cuando pintan bastos.

Comprender la evolución y el cambio demográfico, económico, social y cultural de las sociedades es tarea compleja que compete -o debería competer- a las ciencias sociales, empezando, lógicamente, por la historia con mayúsculas, la historia de que hablaba Pierre Vilar, que no admite "especializaciones" ni fragmentaciones. La economía -desde la humildad y rehuyendo un detectable y peligroso olvido de la historia y la sociología- puede ayudar mucho en esta comprensión. Magníficos artículos como los escritos por Ernest Reig el pasado 9 de octubre o por diferentes autores en el número 251 de la revista L'Avenç (dedicado al análisis de lo acontecido en nuestra tierra, desde diferentes perspectivas en los últimos veinte años), le devuelven a uno la confianza en el conocimiento y el raciocinio.

A pesar de mi, creo que justificada, prevención hacia al apropiación indebida de los "logros", podríamos convenir que la acción política debe ser considerada como variable -aunque sea una más y quizá no la más importante- en la explicación de la falla, por utilizar un término coloquial de la tierra. Los pueblos, países o regiones avanzan más o menos (o retroceden) por la acción de variables (la dotación de recursos, el progreso técnico, la liberalización comercial, el espíritu emprendedor, su ubicación geoestratégica, la inteligencia o necedad de sus élites etc..) ajenas, al menos parcialmente, a los aciertos o desaciertos de sus gobernantes.

La anterior afirmación no puede ni debe entenderse como una exculpación a priori de la clase política ni como un alegato a favor de su desaparición o sustitución por fórmulas tan conocidas como nefastas. Por el contrario, la duda sobre la importancia de su intervención como variable explicativa del cambio social, no puede conducir a la indiferencia sino a la petición de responsabilidades, pues no en balde los gobernantes deciden sobre el destino de recursos que superan el 40% del PIB. Y, en economía, hay un término que se conoce como coste de oportunidad, que en román paladino significa que utilizar mal los recursos o establecer mal las prioridades deja en condiciones precarias prioridades y usos de mayor beneficio para el común. Estoy dispuesto a aceptar que, incluso utilizando el conocimiento y sentido común, es difícil evaluar el resultado de la política económica. Si decantarse por opciones lógicas me parece relativamente fácil, evaluar los resultados me merece mayor respeto. El problema es que ni en el terreno de lo "fácil" encuentro sosiego en la cada vez más insensata política económica que practica el inquilino de la Plaza de Manises.

Toda esta perorata viene a cuento, aunque parezca desproporcionada la introducción, del programa Infocole inventado e impulsado en un ejercicio de despotismo ¿ilustrado? por el ínclito Emilio Cervera y que duerme -como otros proyectos- el sueño de los justos. Nunca he sido partidario de las "experiencias piloto" decididas desde la cúpula, sin entrar en intereses creados y afortunados beneficiarios. Infocole debería haber sido, desde un principio, una iniciativa de la Consejería de Cultura y Educación, que, creo yo, es o debería ser la principal interesada en este tipo de cuestiones.

Y el tema de Infocole no es, en mi opinión, pecata minuta. Cuando todos los expertos recalcan la importancia de la educación como "aprender a aprender" y cuando la tan traída y llevada sociedad de la información ofrece tantas y tan evidentes ventajas en esta dirección, el nivel de informatización de nuestro sistema educativo es de risa..., o de llanto para ser más precisos. ¿Cuántos centros de cálculo bien dotados y operativos existen en nuestros centros educativos? ¿Cuándo tendremos ordenadores en los puestos de trabajo de los alumnos de Bachillerato y Universidad? ¿Cómo podrán los alumnos conectarse con la flamante Biblioteca Valenciana o con la Ciudad de las Ciencias? ¿Dónde ponemos las prioridades?. Señores Tarancón y Zaplana: dejénse de milongas, prepotencias y de perdonarnos la vida a sus, por lo visto, súbditos. Estamos en época de presupuesto: que se note. Y si tienen otras prioridades turístico-culturales lo dicen y a otra cosa.Uno ya está curado, desgraciadamente, de espanto. Dios guarde a ustedes los años que se merezcan y los que mis conciudadanos les otorguen.

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Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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