Guadalajara
Siempre ha habido escritores empeñados en ligar la suerte de su escritura a la coyuntura política. El problema es que una vez que logran situarse y viajar a cuenta del erario público se sienten vacíos y piden más. Quieren ser a la vez subvencionados e independientes, minoritarios y populares, malditos y consagrados, experimentales y decimonónicos. Algunos de esos escritores no comprenden por qué ellos no se benefician, como Norma Duval o Pedro Ruiz, de la mayoría absoluta de Aznar. Si el PP ha tenido diez millones de votos, cómo es posible que ellos no tengan diez millones de lectores. Sufren, pues, y se preguntan cómo será la vida cuando las cosas cambien, si ahora, que gobiernan los suyos, no logran ser minoritarios y populares, malditos y consagrados, experimentales y decimonónicos, independientes y subvencionados.Por eso eructan en las mesas redondas en las que muerden la mano de sus benefactores. Para ser subvencionado has de viajar a cuenta del ministerio, pero para ser maldito has de poner en la picota al director general que te facilitó el billete de ida y vuelta al centro de tu ego. Luego queda el problema de justificar tu irresistible mediocridad, tu caspa. Pero también para eso existen mecanismos psicológicos al alcance de las economías más débiles. Echemos, pues, la culpa a la editorial que no nos publica, al periódico en el que no escribimos o a Florenci Rey, al que adoran todas la mujeres de la casa. Cómo es posible, se pregunta el escritor maldito y consagrado, experimental y decimonónico, etcétera, que gobernando el PP por mayoría absoluta no sea yo el hombre del tiempo de Canal +, para coincidir con Marta Reyero en la sala de maquillaje.
La vida es dura. Detrás de una editorial de éxito suele haber años de trabajo silencioso y un equipo de gente que no mira el reloj. Cuando además de todo eso funciona el olfato, su catálogo triunfa con o sin ayuda oficial. Quede, en fin, constancia de que ni el Ministerio de Cultura, que no me invitó a Guadalajara; ni Planeta, editorial en la que no publico; ni Abc ni El Mundo, periódicos en los que no escribo, son responsables de que yo no haya logrado estar, como escritor, a la altura de las expectativas de mi madre.
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