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Crítica:DANZA - DANZA EN DICIEMBRE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hombres desnudos

Para el baile contemporáneo español de los últimos 12 años, el término Danza en Diciembre es otra cosa. Se trataba de un ciclo prismático de carácter estatal, selectivo y coproductor que garantizaba el estreno en Madrid de las producciones de medio formato que se gestaran en otras ciudades y que era cita obligada en la sala Olimpia. Este ciclo del teatro Pradillo usa el nombre, pero poco más de aquel espírirtu y cometidos. Ahí empieza la confusión.Tres piezas se suceden. Tres intenciones y calidades desiguales que no se sabe bien a qué criterio programador obedecen.Willi Dorner intenta articular un dúo de lucha que resulta un catálogo de encontronazos poco armónicos. Si se trata de un boceto de incomunicación entre los intérpretes, su cometido se crece en dificultades. Pero aquello ni empieza ni termina, es un decursar agridulce y raro, sin estructura. Lo mejor de la velada es el trabajo sincero del gallego Carlos Fernández, un monólogo ingenuo en su letra y lleno de buenas intenciones donde la fruición se une al movimiento espontáneo para crear un inquietante juego de respiración abdominal y sensaciones de hastío, impotencia, miedo. El baile surge para Fernándes como inevitabilidad.

Danza en Diciembre

Intertwining: Willi Dorner y Manfred Kröll/música de Heinz Ditsch; Confesiones obscenas: Carlos Fernández López/escenografía y luces: Carlos Marquerie; Nadie: Alejandro Morata/Carmen Werner/banda sonora de Pedro Navarrete. Teatro Pradillo, Madrid. 6 de diciembre.

Cerraba el espectáculo Alejandro Morata, miembro de la compañía Provisional Danza, con un solo tenebrista y arriesgado, poco factible de digerir. Morata no es bailarín, es hombre de la gestualidad, y en ello a veces goza de potencia y fuste mientras en otros momentos divaga; su ritmo espasmódico no logra llegar al espectador como una lectura de angustias vitales, sino que se debilita de vez en vez tratando de impactar. El solo de danza es monólogo interior, hágase como se haga, con la técnica que quiera. Debe tener un sustento sólido y veraz de la idea que lo inspira. Morata intenta dramatizar su concentración muscular, pero no la sobrepasa. La banda sonora de Navarrete posee una lectura de distanciamiento amargo que consigue el ambiente, pero el intérprete no llega hasta el fondo de ese drama actual y eterno que es el efecto de la guerra sobre el hombre desnudo.

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