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Entrega a domicilio

Tereixa Constenla

Hace 15 meses que María Claret Huerta renunció a disponer de tiempo propio, desde que su marido Alfonso Becerra Procopio sufrió el ataque definitivo que le condenó a encamarse de por vida en su casa de Sevilla. Padece una enfermedad degenerativa que le ha hurtado la movilidad, el habla y la razón. Aprovecha sus escasos momentos de lucidez para recordarle a su esposa que la quiere, como si pretendiera hacerle olvidar las vivencias terribles, ocurridas desde que comenzaron los síntomas de su enfermedad hace ya seis años. "Ha sido siempre un mazapán, pero entonces comenzó a tratarme con malos modos, a decir que intentaba envenenarlo, a echar a mi hijo de casa y un día que me sacó de madrugada cogí una neumonía", relata atropellada.En estos 15 meses, María Claret sólo pisaba la calle una vez a la semana para hacer la compra, aprovechando las visitas de su hijo. Pensó enloquecer, pendiente a cada minuto de su esposo, sin más compañía que Clara, una pit-bull gordinflona y bondadosa, y pasando noches en vela, arremolinada en un sillón junto a su cama. La situación no ha cambiado radicalmente, pero se ha aligerado una pizca. Desde hace un mes se beneficia a diario de la ayuda a domicilio. Y hace tres semanas Gracia Asián García le proporciona una ayuda, que ni es sanitaria ni técnica ni asistencial. Le hace compañía o recados o gestiones para facilitarle la vida una tarde a la semana.

La Agencia Andaluza del Voluntariado calcula que hay 100.000 -homenajeados ayer con el Día Internacional del Voluntariado- en la región. Gracia Asián, de 27 años, es una de ellos. Lleva 11 dedicando parte de su tiempo a hacer más llevadera la vida de otros. "Quería hacer algo por alguien y empecé a colaborar con una residencia de mayores", explica. Desde entonces optó por el mundo de la tercera edad, aunque también ha trabajado con discapacitados y menores. "Me enganchó un mayor, que adopté como mi abuelo político y estaba solo. Los mayores están estancados y van a peor, y hay que parar ese deterioro", expone.

La voluntaria, una de los 107 que colabora en Sevilla y Granada con la asociación Gerón, dedicada al trabajo con mayores, admite que la labor "también quema" si hay una implicación "emocional" como le ocurre a ella. Después de acudir dos años al hogar de un enfermo de Alzheimer, Asián se concedió un paréntesis, que rompió hace tres semanas cuando apareció por primera vez por el hogar de María Claret, tan desesperada por su enclaustramiento que su familia contactó para pedir ayuda con el distrito municipal de Nervión-San Pablo, que subvenciona el programa Por un respiro familiar, destinado a los hogares con enfermos mayores dependientes.

Lo más sorprendente de María Claret es su capacidad para digerir y aceptar cualquier incidente con una mezcla de humor e ingenuidad, que posiblemente la acompañan desde que nació, hace 70 años, en el Gran Teatro de Huelva. "Estoy desperdiciada, nací para artista", bromea.

En Cádiz conoció a su marido. Fueron novios a la antigua usanza: "Me absorbió, me compró una máquina de punto y me encerró y ya sólo salía los domingos con él y así durante ocho años hasta que nos casamos". Y luego fueron una pareja como las de antes, en las que él trabajaba para la compañía Sevillana y ella asumía las faenas domésticas y que rompían la rutina diaria con constantes viajes por España y Europa. Por ese nostálgico pasado, María Claret no quiere ingresarlo en una residencia asistida: "Tiene que morir a mi vera".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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