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SEGURIDAD ALIMENTARIA

Orgullo y miedo de un ganadero

Jesús y María, dueños de una pequeña explotación gallega, relatan las dificultades y el valor de su tarea diaria

A 700 pesetas el kilo

"Aquí las vacas están más identificadas que los niños, pero en la gente el miedo entra rápido y tarda en salir". Son las 8 de la tarde del pasado viernes y Jesús Reimúndez, de 53 años y su mujer, María, controlan el ordeño de las vacas en una cuadra que se nota fue ampliada a tramos. Mientras, un joven técnico agrícola realiza el control mensual de la calidad de la leche por cuenta de una asociación que agrupa a una treintena de ganaderos de la zona. La abuela echa una mano y a la hija, de 23 años, que gestiona actividades de la tercera edad en el ayuntamiento, "no le va esto".La casa (la unidad familiar y de producción en Galicia) de Reimúndez en Burmiáns, en el termino municipal de Laracha (a unos 30 kilómetros de A Coruña), es una explotación ganadera de dimensión media-alta para los parámetros gallegos. Tiene 15 vacas frisonas de leche y 10 terneros. Las vacas producen 8.000 litros de leche al mes y los terneros, "hasta hace diez días", se vendían al nacer a 60.000 pesetas si eran pintos (frisones) o se dejaban para recría si eran de raza rubia gallega para venderse a los 8 o 9 meses, "nadie los quiere de más edad".

Jesús estuvo en Suiza del 72 al 74, y al volver trabajó de albañil durante seis o siete años, "pero era un trabajador mixto. Teníamos cuatro vacas, que cuidaba mi mujer, y yo también los fines de semana. Tuve que escoger y no me quedé por vocación, sino porque veía más porvenir que en la construcción", recuerda. "Se le empezaban a ver las orejas al dinero de la leche y en el 82 nos decidimos. Metimos los ahorros en ferros (tractores y maquinaria) y en comprar algunas tierras", comenta. Tiene 5 hectáreas de pasto y pasó de producir 17.000 litros de leche anuales a los 92.000 actuales.

"Fuimos al rumbo de la leche. Del autoconsumo, de no comprar ni vender nada porque no había dinero, pasamos a entrar en el mundo de fuera, en el de la productividad y la competitividad. En 1986 me apunté a un plan de mejora y tuve que llegar a las 10 vacas. Compré el tanque frigorífico y más maquinaria".

Del "mundo de fuera", con la entrada en la Unión Europea, llegó el primer susto, la supertasa (la sanción comunitaria por exceso de producción). "Hubo mucho miedo y mucha gente se echó atrás. A los que se hicieron los locos y siguieron produciendo les salió bien. Al final, la única verdad que resultó de todo aquello es una multa de 50 pesetas por litro de más", dice Reimúndez sin perder el humor. El mes pasado, le pagaron el litro de leche a 57,36 pesetas, "Pero lo que se nos viene encima ahora no tiene ni punto de comparación".

"Por aquí ya hubo vacas vendidas que no vinieron a recoger", tercia María, que viene de limpiar el establo. "La carne por esta zona nunca fue negocio. Nosotros ya vendíamos mejor los becerros antes del mundial de fútbol del 82 que ahora, o que hace una semana, que pagaban el kilo a 700 pesetas, con suerte"."Pero a una explotación lechera la crisis del vacuno le afecta igual. Antes vendías las vacas de dos años por unas 100.000 pesetas que te llegaban para reponer otra res. Si ahora no tienen salida, y tampoco puedes vender los terneros, estás cogido por los dos lados", interviene Indalecio Varela, un vecino que ni siquiera ha conservado lo que él llama "una vaca de compañía".

"Y eso que llevamos saneando el ganado desde hace 15 años", dice Reimúndez, que recuerda como hace años, "un veterinario catalán que vino a unos cursos de inseminación decía que aquí éramos unos burros y que con tres implantes cada tres meses, un ternero ganaba 90 kilos sin gastar uno de pienso. Aquí las vacas comen pasto, hierba seca, ensilado de maíz y hierba que se hace en casa", asegura mientras alarga un papel al periodista. Es el albarán del pienso que compra, con fecha de octubre: mezcla de harina de cebada, soja y maíz, semilla de algodón, pulpa de remolacha, fosfato cálcico, carbonato cálcico y melazas.

"En Galicia se prohibieron los piensos con harina de carne para las vacas hace años, pero no importa los controles y la calidad si el consumidor no se fía. Las autoridades tendrían que haberlo advertido antes, en vez de decir que no iba a pasar nada", resume Reimúndez. "¿La solución?... los técnicos deberían controlar que se puede comer y qué no, como hacen con las setas. De todas formas, esto va a ser una cacharrada".

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