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FESTIVAL DE GIJÓN

El filme coreano 'Pippermint candy' se suma a los favoritos

Contención

Resultará difícil la tarea del jurado de este 38º Festival de Cine Independiente de Gijón. Porque si hasta ahora una programación con sólo 12 títulos a concurso, de la que sólo falta uno por ver, el sueco Tillsammans, de Lukas Moodysson, que se proyectó ayer, permitía al menos cuatro candidatas máximas a copar los 10 premios que se conceden, ayer se agregó un nuevo título a la lista, Pippermint candy, del coreano Lee Chang-Dong. Se trata de una película de compleja estructura y sólida narración que, con la excusa de un suicidio, cuenta el conjunto de una vida truncada. De fracasos habla también El último resorte, de Pawel Pawlikowski, primer trabajo de ficción de un documentalista que obtuvo el premio a la mejor ópera prima en Edimburgo 2000.

Tiene la película coreana Pippermint candy un inicio desconcertante: un individuo irrumpe en un pic-nic de antiguos compañeros de trabajo y, sin más explicaciones, se suicida tirándose bajo un tren. Desde ahí, el filme retrocede veinte años, en sucesivos flash-backs, para indagar la razón profunda de ese traumático suceso.

La película del director coreano, de larga duración -ciento treinta minutos-, se hace corta por el vigor que Chang-Dong imprime a una narración sin atisbos de posmodernidad: estamos ante un drama rotundo, el desgarro interior en la vida de un industrial arruinado que ha sido antes policía y torturador, que el director se cree sinceramente y, con su cámara, rubrica esa misma doliente sinceridad.

No menos sincera resulta El último resorte, de Pawel Pawlikowski, atroz traducción castellana -por resort: recurso hubiese ido mejor- de un título que veremos pronto. Con contención digna del documentalista que ha sido, Pawlikowski muestra en su primer relato de ficción la historia de una ilustradora rusa que, con su hijo adolescente, se traslada a Gran Bretaña para reunirse con un amante, que se despreocupa de su suerte.Tiene la película de Pawel Pawlikowski un inconveniente: su escasa densidad narrativa, el conformarse con una historia de débil articulación, algo que no desmerece en absoluto sus logros: una visión insólita de los refugiados políticos en espera de ser aceptados, un universo cotidiano casi carcelario en la desarrollada Europa de nuestros días.

Pero a pesar de ello, queda lejos El último resorte de las máximas favoritas con vistas al palmarés del Festival de Cine Independiente de Gijón: la iraní El tiempo de los caballos borrachos, las chinas Río Suzhou y Little Cheung y hasta la portuguesa Noites. La solución, hoy mismo.

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