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Madonna ofrece una fiesta en Londres que siguieron nueve millones de internautas

La reina del pop cantó seis temas ante un auditorio de 3.200 personas

Madonna demostró su poderío con un concierto para amigos, fans y medios de comunicación, que siguieron por Internet nueve millones de personas. Muchos más intentaron conectarse con la sala Academy de Londres, sede de la única actuación europea de la reina del pop, pero la tecnología les defraudó. Se perdieron el regreso triunfal de Madonna tras una sequía de siete años que rompió hace tres semanas en Nueva York.

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"Gracias por venir a mi fiesta", dijo a modo de saludo. La cita, el martes por la noche, fue un festejo único pero también un ardid promocional que pocos artistas se atreven a montar. Sin entradas a la venta y con un aforo de 3.200 personas, Madonna convirtió su retorno al estrado en el evento más esperado y codiciado del año. Jami Quarrel, artista en Archaos, la compañía circense, pagó 110.000 pesetas por una invitación. En las subastas de Internet se llegó a pujar más de 600.000 pesetas por dos entradas.La diva no defraudó. Su aparición fue apoteósica. Subida a un destartalado tocadiscos, entre cactus plateados y con su último disfraz de vaquera, parecía la reina del rodeo. Arrancó con Impressive instant, de su disco más reciente, Music, y, entre estrofa y estribillo, se dejó caer en los brazos de la audiencia. Madonna estaba disfrutando y decidida a dejar extasiado al público.

A corta distancia, fans genuinos, como Quarrel, que escucha su música y le sigue los pasos desde que tenía 11 años. "Representa independencia, poder, sexo. En ella se funde lo masculino y femenino que todos tenemos dentro", comentó sonriente a la salida. Desde un segundo piso, otras celebridades de la noche -Guy Ritchie, Elton John, Ewan McGregor, Natalie Appelton y muchos más- siguieron cada brinco y suspiros de la protagonista.

Madonna tiene 42 años, una hija y un bebé que nació en agosto, cuyos nombres en letras plateadas sobresaltaban de su camiseta, pero sigue moviéndose como en los viejos tiempos. No baila tanto como contonea las caderas e insinúa sugerentes juegos sexuales. Fornidos bailarines manosean artísticamente las curvas de su cuerpo y dos jovencitas la ayudan esta noche en los coros. Cada número está perfectamente coreografiado, dando resplandor a esta supuesta actuación íntima.Pero la brevedad es la consigna de la velada y Madonna sólo interpreta cinco temas nuevos, incluido Music, título genérico del disco que ha producido con Mirwais y William Orbit. Como regalo ofreció Holidays, y la sala del Academy estalla en un baile colectivo. Poco después cae una lluvia de papelitos dorados y la maestra de la manipulación de masas desaparece de la vista. Ha estado 30 minutos en el estrado.

A Goldie le toca calmar los ánimos desde su mesa de sonido. Antes, Sharleen Spiteri, cantante de Tejas, y Richard Ashcroft, ex The Verve, superaron el mal trago de entretener a la audiencia. Su esfuerzo fue baldío. La mitad de los tres mil y pico invitados estaba en la calle haciendo cola para entrar en el local. La otra mitad pedía copas en el bar o conversaba a grito pelado apagando la voz de ambos vocalistas. Tan sólo con la avanzadilla de Music, que tecleó Liam Howlett, de Prodigy, se consiguió excitar a la gente. Habían ido a ver y a escuchar a Madonna y sólo a Madonna. Fueron los afortunados. Cientos más se colgaron de las vallas policiales, frente a la puerta del Academy, con la esperanza de ver a la diva. Se tuvieron que conformar con un par de dobles que representaron en la calle sus respectivos numeritos.

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