El vídeo digital se confirma como el soporte de los nuevos realizadores
Dos turbias historias de amor dividen drásticamente al público
Provienen de países con tradiciones cinematográficas diferentes, Alemania y Portugal, y sólo tienen en común la voluntad de contar historias de amor alejadas de los estándares habituales. La princesa y el guerrero, la nueva película de Tom Tykwer, quien lograra en 1999 un impactante éxito europeo con su Corre, Lola, corre, y Noites, de la debutante Claudia Tomaz, premio de la crítica en Venecia, dividieron drásticamente al público. En cualquier caso, Gijón ha puesto de relieve que los nuevos directores optan por el vídeo como soporte.
Imágenes desasosegantes
Tiene La princesa y el guerrero la intención de repetir el mismo esquema que tan buenos resultados económicos le diera a Tykwer en su película anterior. El directo se mete en un atolladero inútil, por cuanto su película, que cuenta la historia más bien inverosímil entre un ex soldado y una enfermera psiquiátrica, huele demasiado a copia de la anterior, por una parte, y no explota el evidente gancho que la trama principal tiene y el aire entre poético y surreal de que dota a su punto de vista narrativo.En este segmento de filme está lo mejor de la película, su desarmante llamada al amour fou y la pluralidad de caminos que la trama puede recorrer en cualquier momento. Pero todo esto termina luego desbarrando por culpa de una trama criminal inútil y un final impostado, que no le ha impedido, por lo que parece, concitar las adhesiones del público germano, primero, y gijonés, ahora.
También de amor, y por partida doble, habla Noites, de Claudia Tomaz, que se reserva el coprotagonismo de la cinta, el guión, el montaje y diversas labores técnicas. Enésimo título del hábil productor Paulo Branco, la película es un desolado retrato de pareja de drogadictos sin esperanzas ni futuro, que no se permite jamás ni un solo plano que distraiga al espectador, ni concede apenas espacio para la reflexión de sus personajes.
Por no abusar, ni siquiera se detiene demasiado en explicar la psicología de sus personajes -no tiene necesidad-, ni a plantear grandes acontecimientos que hagan avanzar una trama, por otra parte, del todo estancada.
El empleo que Tomaz hace del vídeo digital viene a confirmar un planteamiento en el que Gijón se muestra este año pionero con cinco filmes digitales en el certamen: la constatación de que las películas más arriesgadas e innovadoras están realizadas en este soporte. Tanto La espalda de Dios, de Pablo Llorca, o Noites, ambas a competición oficial, muestran sus desasosegantes imágenes captadas digitalmente mientras que en el excelente ciclo dedicado al nuevo cine escocés, que lo recorre desde el pionero Bill Douglas hasta la eclosión de la actual generación post-Trainspotting, el ejemplo digital vino con One life stand, de May Miles Thomas, reciente ganadora del festival de Edimburgo.Thomas emplea el DVD y un contrastado blanco y negro para acentuar la angustia de una madre soltera acosada por su ex marido y preocupada por el futuro de su hijo adolescente, para quien ansía un futuro como modelo... aunque nada sale, al final, como ella espera. Es este filme, un excelente ejemplo de las potencialidades y las limitaciones del nuevo soporte: un rodaje mucho más libre aún que en los formatos ligeros del pasado, pero una sumisión estética a la luz que le impide alcanzar la claridad del celuloide. Con mayor habilidad que Llorca, Thomas obvia esta dificultad para sumergir al espectador en la debacle de su protagonista.
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