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38º FESTIVAL DE CINE INDEPENDIENTE DE GIJÓN

'La espalda de Dios', de Pablo Llorca, primera película española a concurso

El director ha rodado en vídeo digital para endurecer las imágenes

Un melodrama negrísimo que describe la historia de un amor irracional ha servido a Pablo Llorca, en su cuarto largometraje, para varias cosas: para salir del hermetismo que acompañaba hasta ahora su cine; para transitar por los senderos más genéricos sin apartarse del cine de autor; para probar la tecnología de última generación -está rodado en vídeo digital- y para lograr la única plaza española a concurso en este festival gijonés.

La espalda de Dios, título metafórico que, jugando con lo que vemos y no vemos en las representaciones divinas, hace referencia a los aspectos oscuros del amor -la atracción, la posesión, la traición-, cuenta la voraz relación que establece una mujer ambiciosa que busca abrir su propio negocio (Isabel Ampudia, la drogadicta de Taxi, que no desaprovecha su primera ocasión como protagonista) y un vivales conquistador y amoral (el espléndido Alberto Jiménez, el padre bueno de El Bola), con quien vivirá diez años de infierno.La opción estética que adoptó Llorca le permitió, según reveló en rueda de prensa, no sólo reducir los costes sin superar los 100 millones de pesetas, sino también "endurecer las imágenes, porque el vídeo digital funciona muy bien en condiciones de baja iluminación", lo que le da mayor tensión a una relación basada en fuertes contrastes afectivos. "También permite rodar en la calle sin permisos administrativos, porque puedes hacer una película con sólo tres miembros del equipo técnico... y muchos extras involuntarios", subrayó.

Lleva razón el director cuando afirma que en la película se asiste a una "disociación entre razón y sentimiento", uno de los viejos temas del melodrama criminal tal como lo acuñaron las tradiciones narrativas estadounidense -a la que el director se afilia fraternalmente en el uso de secundarios que sirven para enfocar mejor el protagonismo de la pareja central- o la francesa del realismo poético.

Poco hay que agregar en lo que se refiere a las intenciones estéticas defendidas por el director. Pero sí dejar constancia de que La espalda de Dios, aun cuando supone un inteligente paso adelante del cineasta por salir del gueto en el que él mismo se había metido con sus anteriores Jardines colgantes o Todas hieren, presenta algunos altibajos que afean la dura, brutal superficie de sus imágenes. Uno, un buen uso del tempo narrativo en lo que a las grandes elipsis se refiere -por la película transitan diez años- e, incomprensiblemente, un uso vacilante del fragmento corto, con secuencias interminables y situaciones perfectamente prescindibles.

Además, la película molestará a quienes no paren mientes en sus aspectos técnicos o narrativos, y sí en la sustancia dramática que la mantiene en pie: un itinerario de autodestrucción de una mujer inteligente frente a unos personajes masculinos estereotipados y una deficiente definición de cualquier valor femenino positivo.

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