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RAÍCESLITERATURA POPULAR

Franco en el folclore

Ahora que se cumplen, simultáneamente, los 25 años de la muerte del dictador y del restablecimiento de la monarquía, no estará de más acordarse de aquella intrahistoria de la que hablaba Unamuno. Un objeto a perseguir por los entresijos de la realidad, junto a la historia de los historiadores, y a veces frente a ella. Mucho tendrían que fijarse esos profesionales en las interpretaciones que ha hecho el pueblo de los acontecimientos y de los personajes notables, en esa literatura clandestina que es entonces el folclore.Si existiera una buena antología de chistes políticos, por ejemplo, veríamos a su través cómo acogió el pueblo llano -y soberano- a determinados gerifaltes que en su día se creyeron arropados por el fervor popular. Así, la infinidad de historias cómicas que corrieron de un lado a otro de España, vapuleando a la figura de Franco, como también aquella versión satírica del himno nacional, que decía: "Franco, Franco, / que tiene el culo blanco, / la camisa azul, / y lleva canesú. / Franco, Franco, / que tiene el culo blanco / porque su mujer, / lo lava con Ariel..." (La alusión a un producto de limpieza relativamente reciente deja bien a las claras que el folclore no es un registro de antiguallas, sino esa otra forma de dar cuenta de la realidad, que tendremos ocasión de examinar en muchos casos).

Una versión más antigua, de los años cuarenta y cincuenta, trazaba otro retrato nada amable del mismo personaje, e igualmente sobre la música del himno, que a decir verdad nunca tuvo letra, quitando algunos intentos fallidos.

Más o menos sucedieron estas expansiones populares, en el tiempo histórico, a la del himno de Riego, "Si los curas y monjas supieran / la paliza que les vamos a dar / enseguida saldrían gritando: / libertad, libertad, libertad", que todavía nuestras madres, en la torva posguerra, canturreaban en voz baja, para deleite y aprendizaje de los chiquillos; no fuera a apagarse la sagrada llamita de la rebeldía.

La monarquía de Juan Carlos I todavía no ha generado textos orales, o será que no circulan suficientemente. Todo será cuestión de tiempo. El folclore no tiene prisas, pero tampoco se desentiende de la historia. No lo hizo cuando vio al todavía príncipe demasiado pegado a los faldones del régimen, con chistes muy poco respetuosos, pero que cesaron, como por encanto, en cuanto la gente comprendió la arriesgada tarea que el nuevo Borbón puso en el advenimiento de la democracia. Esperemos que acabe haciéndose acreedor de alguna coplilla como aquella, de hondo sabor granadino, que el pueblo dedicó a su abuelo: "De los árboles frutales / me gusta el melocotón. / Y de los reyes de España / Alfonsico de Borbón".

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