Los neonazis hostigan a la familia del niño germano-iraquí ahogado
El canciller federal alemán, Gerhard Schröder, recibió ayer en Berlín a Renate Kantelberg, madre del niño de origen iraquí que, según su testimonio, fue torturado y ahogado en el verano de 1997 en Sebnitz (este de Alemania) por tres ultraderechistas. El caso, cuya evolución sigue con consternación todo el país, se hizo ayer más confuso aún, cuando la fiscalía de Dresde liberó a los tres sospechosos (dos chicos y una chica) aduciendo falta de pruebas y expresando sus dudas sobre la credibilidad del testigo de cargo.
A pesar de la puesta en libertad de los tres detenidos, el caso no está cerrado: las investigaciones prosiguen y la policía ha reforzado la seguridad en Sebnitz, un pueblecido próximo a la frontera checa, y donde los ultraderechistas se pasean por las noches junto a la vivienda de la familia de Renate Kantelberg y su esposo, un iraquí nacionalizado alemán, profiriendo todo tipo de insultos y amenazas contra ellos. La familia ha denunciado ser víctima de un hostigamiento.Renate Kantelberg es propietaria de una farmacia, militante del Partido Social Demócrata (SPD) y concejala del Ayuntamiento de esta localidad. En su condición de presidente del SPD, el canciller invitó a Berlín a la madre del niño presuntamente asesinado. Schröder quería tener una impresión de primera mano sobre un caso que, de haber sucedido tal y como asegura la farmacéutica, sería uno de los mayores escándalos de los últimos años para la justicia y la sociedad alemanas.
El canciller hizo saber ayer que recibió a la madre del pequeño Joseph (de seis años en la fecha de su muerte) en calidad de presidente del partido y que no debe interpretarse como un intento de interferir en la acción de la justicia. "Creo que la madre tiene derecho a ser oída y a que se le ayude en la medida de lo posible", dijo el canciller. "Para mí era obvio que tenía que hablar con la madre, lo mismo que es obvio ser solidarios con la familia y apoyarla en contra de amenazas ultraderechistas", agregó Schröder, cuyo partido se haya inmerso en una campaña para ilegalizar a la extrema derecha alemana.
La familia de Joseph sostiene que el pequeño no se ahogó en un simple accidente, como dijo entonces la policía local, sino que fue torturado y salvajemente arrastrado al fondo de la piscina por tres jóvenes con conexiones ultraderechistas delante de cientos de testigos, que no se atrevieron a intervenir. Para sustentar esta hipótesis y demostrar que la policía había actuado con negligencia al archivar el caso, la madre de Joseph consiguió reunir testimonios y presentó los resultados de una nueva autopsia del cadáver. Esto obligó a la fiscalía de Dresde a reabrir el caso. Pero la modificación en las declaraciones de uno de los testigos de cargo han debilitado la acusación. El fiscal dijo ayer que ese testigo pudo haber sido sobornado por la familia.
La Fiscalía Federal en Karlsruhe (instancia superior a la de Dresde) ha hecho saber que sigue el desarrollo del caso, pero que no se considera competente para hacerse cargo de él, dado el estado actual de las investigaciones, que corren a cargo de la jefatura de policía de la capital del land de Sajonia.
Observadores políticos advierten de que la investigación puede verse influenciada por el espíritu corporativo policial y las presiones locales sobre los testigos. El alcalde de Sebnitz, Mike Rickh, se ha quejado de las influencias negativas que el caso ha tenido para la ciudad, y el ministro de Justicia de Sajonia, Manfred Kolbe, han criticado la cobertura de los medios de comunicación.
El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung advertía ayer, desde su primera página, que no se puede confiar en las autoridades locales, porque éstas han permitido que bandas de jóvenes ultras y borrachos se paseen junto al hogar del niño muerto y profieran insultos y amenazas contra sus familiares. Sucediera lo que sucediera hace tres años, "existe un entorno en el que lo peor es imaginable", señala el periódico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.