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La regulación de los extranjeros abre una batalla política en Alemania

Pilar Bonet

El Gobierno desea racionalizar la política migratoria, mientras los conservadores bávaros piden que se suprima el derecho de asilo de la ley fundamental

La batalla por modernizar el complejo entramado de normas que regulan la emigración domina la vida política de Alemania y enfrenta a los partidos representados en el Parlamento. Desde que el canciller federal, Gerhard Schröder, abriera las puertas a los expertos informáticos, el Gobierno rojiverde avanza paso a paso hacia una racionalización, sin haber decidido aún si impulsa una ley de reforma general de emigración (como quisieran los Verdes y una parte del SPD) en esta legislatura.A la green card (permiso de residencia) para los informáticos le seguirá en breve una disposición que dará facilidades para trabajar a los fugitivos de zonas de conflicto y a los peticionarios de asilo, y seguirá también una nueva política lingüística, que dará a todos oportunidades iguales de aprender el alemán.

Mientras tanto, la oposición democristiana -la Unión Cristiana Democrática (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU)- está dividida. El rechazo a los extranjeros, bien administrado desdel diario populista Bild, puede ser un arma importante contra el Gobierno, comentan medios del Ejecutivo. Un sondeo reciente del instituto demoscópico Emnid entre 1.008 ciudadanos revelaba que un 66% de ellos creían que la emigración era demasiado elevada. No es sorprendente, pues, que Schröder, apoyado por la industria, haya comenzado una campaña para quitarle el miedo a todo el mundo. A los ciudadanos se les quiere convencer de que la inmigración en un fenómeno positivo y necesario. A los profesionales cualificados extranjeros, de que Alemania es un país abierto. La lucha contra la ultraderecha que el canciller impulsa es parte de este contexto. El hecho de que hasta mediados de noviembre, sólo 3.258 especialistas informáticos hayan utilizado las nuevas oportunidades de emigrar indica que aún queda mucho por hacer para mejorar el atractivo de Alemania, donde viven un total de 7,3 millones de extranjeros, en su mayoría (2,05 millones) turcos.

El lugar de los extranjeros en la sociedad depende de un escalafón que los subdivide en siete categorías básicas. Arriba están quienes gozan del derecho de residencia; abajo, quienes viven en el duldung (tolerancia) por parte de un Estado que les puede expulsar en cualquier momento.

En 1973, Alemania dio por terminada la política de fomento de la emigración en la que basó su despegue económico. Desde entonces, la emigración económica ha tenido carácter de excepción. La apertura a los informáticos supone una ampliación de aquel marco y el Gobierno quiere seguir ensanchándolo con nuevos contingentes, tales como los licenciados en universidades alemanas, que hasta ahora no podían quedarse a trabajar una vez concluida su estancia académica. Tanto la green card como la apertura a los universitarios se presenta como una apertura a "los mejores" con el fin de hacer que Alemania sea competitiva en la vanguardia de la economía mundial.

Más problemáticos que los emigrantes económicos son los peticionarios de asilo político y los fugitivos de zonas de conflicto. Un 75% de los encuestados en el sondeo de Emnid creían que el derecho de asilo debía modificarse y que los trámites para su concesión (que pueden durar hasta 10 años) debían acelerarse. Y eso a pesar de que el número de demandantes se ha reducido: fueron poco más de 95.000 en 1999 y se calculan en menos de 80.000 para este año. El dirigente social cristiano Edmund Stoiber ha querido hacerse eco de ese estado de ánimo, al pronunciarse a favor de eliminar el derecho de asilo de la ley fundamental. La posición de Stoiber, defendida el pasado fin de semana en el congreso de la CSU de Baviera, ha escindido a los herederos de Helmut Kohl.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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