Agitación intelectual
Si todos los asesinatos por actos terroristas son absurdos, el de Ernest Lluch alcanza los límites de la total paranoia. Si algún intelectual y político catalán externo al campo estricto del nacionalismo -él se consideraba simplemente catalanista- había hecho esfuerzos de aproximación al nacionalismo vasco éste era Ernest Lluch. Desde hace unos años, tenía un apartamento en San Sebastián y desde allí observaba a la sociedad vasca. Escribía a menudo sobre ella y acababa de publicar un libro sobre el problema vasco escrito conjuntamente con Miguel Herrero de Miñón. ¿Por qué han asesinado a Ernest Lluch? ¿Para llevar el terror a todos, incluso a los más cercanos? ¿Es ésta la actual táctica de los asesinos?Si bien la Universidad y la política fueron los dos ejes vertebradores de su vida, ni el hecho de que fuera miembro del Partido Socialista de Cataluña y ocupara el cargo de ministro de Sanidad en el primer Gobierno de Felipe González, ni el que fuera catedrático de Economía y antiguo rector de la Universidad Menendez Pelayo dan la dimensión exacta de su personalidad.
Su principal característica estaba en su condición de agitador intelectual, de persona que quiere influir en su entorno cultural, en la sociedad que le rodeaba: es desde esta dimensión que ejercía de catedrático y de político. Lluch era ciertamente un experto en historia del pensamiento económico y social: su último libro sobre los "austracistas" del siglo XVIII ha abierto sugerentes perspectivas a nuestra historia intelectual y política. Ésta era su faceta de hombre sabio.
Pero, más allá de todo ello, era también un hombre ávidez de conocimientos universales, un lector infatigable, un erudito de las más variadas materias, un reconocido melómano, un conversador divertidísimo y, sin duda alguna, el mayor curioso que ha habitado en Cataluña. Con una memoria prodigiosa, lo sabía todo de todos, a veces, ciertamente, de forma algo sesgada y hasta sectaria.
Como disperso formidable que era, Destino, Serra D'Or, Tele-eXprés, La Vanguardia, las tertulias radiofónicas de la SER y de Josep Cuní, fueron sus medios más habituales de expresión durante los últimos cuarenta años. Desde allí, Ernest Lluch participó en todas las polémicas importantes y dio su opinión sobre aquello que le interesaba que, por supuesto, era casi todo.
Con frecuencia estábamos en desacuerdo. Pero siempre le leía.
Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la Universitat Autónoma de Barcelona.
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