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Reportaje:

Los bosques y el calentamiento global

Algunos trabajos relativizan la influencia de la absorción del dióxido de carbono por las plantas

En el protocolo de Kioto del Convenio sobre el Cambio Climático, cuyos detalles se discuten estos días en la Haya, una de las alternativas para la reducción neta del dióxido de carbono en la atmósfera es la reforestación, pero las últimas investigaciones indican que probablemente no sea una panacea. Un equipo británico ha mostrado que la creación de bosques en latitudes altas podría contribuir al calentamiento global en vez de reducirlo. Los sumideros de la biosfera que actualmente absorben la mitad del dióxido de carbono de origen humano podrían, bajo la influencia del calentamiento global, transformarse en generadores de anhídrido carbónico a partir de 2050. Esto produciría un agravamiento del efecto invernadero.

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Entender la forma en que el clima del mundo cambia supone todo un desafío digno de los mejores detectives. Cuando en los años ochenta los científicos empezaron a buscar las huellas dactilares de cambios globales pasados que se conservaban en los antiguos mantos de hielo de las regiones polares, descubrieron una señal reveladora del culpable: el carbono.El análisis químico del hielo y de las burbujas de aire atrapadas en su interior permite a los científicos deducir la temperatura del aire cuando se formó el hielo y la composición química de la atmósfera en aquel momento. Estos registros de los últimos 150.000 años aproximadamente demostraron que las subidas y bajadas de la temperatura global fueron reflejadas en los cambios en la cantidad de gases que contienen carbono -dióxido de carbono y metano- en la atmósfera , que aumenta con la temperatura.

Una de las cuestiones más acuciantes para los científicos es la forma en que está cambiando el contenido de carbono de la atmósfera en la actualidad, y lo que podría ocurrirle en el futuro. Mientras que la primera de estas cuestiones se puede responder sencillamente a través de mediciones, la segunda es mucho más complicada, porque el carbono atmosférico es causante del cambio climático, pero también se ve afectado por él de diversas maneras. Mientras no se entienda mejor la información sobre estas sutiles reacciones entre el carbono y el cambio climático, los modelos que predicen lo que el futuro esconde siempre se verán obstaculizados por la incertidumbre.

Es el ciclo del carbono terrestre el que presenta algunas de las mayores dudas sobre el futuro del cambio climático. Uno de los motivos es la deforestación. En el pasado, los bosques tropicales y del norte proporcionaban un inmenso sumidero de carbono, absorbiendo el dióxido de carbono para la fotosíntesis. Si los bosques se talan, estos sumideros se eliminan y se puede acumular más dióxido de carbono en la atmósfera.

Pero las cosas no son tan sencillas. La descomposición de las plantas en los bosques y en otras regiones con vegetación libera carbono al aire. Predecir el futuro significa que tenemos que tener en cuenta lo que podría ocurrir con el crecimiento de las plantas y la liberación de carbono desde el suelo.

Por ejemplo, si el mundo se calienta, cabría esperar que algunos suelos se secaran. En unas condiciones más cálidas y secas, algunos microbios se descomponen de forma más eficaz, con lo que aumentan las emisiones de carbono desde el suelo. Esto tendría un efecto de reacción positivo en el cambio climático.

Walter Oechel, de la Universidad Estatal de San Diego ha descubierto que esto es precisamente lo que ha estado ocurriendo en los fríos ecosistemas de la tundra de Alaska y Siberia. En los últimos años, la liberación de carbono resultante de la descomposición ha sobrepasado la absorción atribuible a la fotosíntesis, y la tundra se ha convertido en una fuente neta de carbono para la atmósfera.

Pero el pasado agosto, Oechel y sus colaboradores informaron de que en sólo unas décadas estos ecosistemas ya se han adaptado parcialmente a unas condiciones más cálidas, con lo que los incrementos en el crecimiento de las plantas al parecer los han vuelto a convertir en sumideros de carbono durante el verano. Estos descubrimientos demuestran lo difícil que es predecir la forma en que el ciclo del carbono de un ecosistema responderá ante el cambio climático. Algunos investigadores han reunido pruebas que demuestran que el crecimiento de las plantas se puede ver fertilizado por altas concentraciones de dióxido de carbono en el aire: la mayor disponibilidad de carbono las ayuda a crecer más rápido. Esta fertilización por dióxido de carbono proporcionaría una reacción negativa para el cambio climático, aumentando la fuerza de los sumideros de carbono en la biosfera terrestre.

Sin lugar a dudas, todo esto indica que el sumidero de carbono en Norteamérica está aumentando, pero no se trata de un efecto de fertilización, sino de una consecuencia de la replantación y el nuevo crecimiento de los bosques anteriormente talados. Por eso, cuando se termine la reforestación de esas áreas, terminará el respiro. Además, ni siquiera la reforestación supone necesariamente una forma de amortiguar el cambio climático. En las regiones del norte de latitudes altas como Canadá y Siberia, la nieve cubre el suelo durante una parte importante del año. En los suelos desbrozados para la agricultura, la nieve puede formar un manto blanco resplandeciente e intacto, que no se produce en las regiones boscosas. Vistos desde arriba, los bosques nevados son más oscuros que los campos cubiertos de nieve. En Nature (9 de noviembre) Richard Betts, del Centro Hadley para la Predicción e Investigación del Clima del Reino Unido, analiza las consecuencias de estas diferencias en el resplandor del suelo durante el invierno.

El resplandor del suelo refleja la luz del sol hacia el espacio, mientras que un suelo más oscuro la absorbe y la calienta. La conclusión de Betts es que en algunas lejanas regiones del norte los efectos de calentamiento global de la disminución del resplandor sobrepasarán el efecto de enfriamiento global de la absorción de carbono si el suelo agrícola se sustituye por bosque. De modo que la deforestación puede o no ser mala para el cambio climático, dependiendo al parecer de dónde esté.

El ciclo del carbono

Tanto el dióxido de carbono (CO2) como el metano son gases de invernadero: atrapan parte del calor del sol cuando se refleja desde el suelo, con lo que se reduce la cantidad que vuelve a escapar al espacio. Ambos son fruto de procesos naturales, y crean un efecto invernadero natural, gracias al cual el planeta está unos 35º C más caliente de media de lo que estaría de no ser así. Ahora, este calentamiento global natural se está viendo complementado por el inducido por las actividades humanas. Durante los últimos 200 años -desde la Revolución Industrial- la cantidad de CO2 y metano de la atmósfera se ha incrementado notablemente, por la combustión de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- y como resultado de la agricultura, respectivamente.

Incluso un pequeño cambio -unos pocos grados centígrados- en la temperatura media global tendría un inmenso impacto en los patrones climáticos. Sin embargo, la cantidad de dióxido de carbono que inyectamos colectivamente en el aire sólo supone aproximadamente el 10% de la cantidad que se libera por procesos naturales.

La razón por la que el efecto invernadero natural no es mucho mayor es que los gases de carbono generados de forma natural también vuelven a ser eliminados por los procesos geológicos y biológicos. De esta forma, el ciclo del carbono parte de la atmósfera y llega a ella de forma equilibrada: las fuentes se ven contrarrestadas por los sumideros, con lo que se crea un contenido bajo y estable de carbono en el aire en ausencia de intromisiones humanas.

El dióxido de carbono del aire se elimina por la fotosíntesis. Las plantas utilizan la luz solar para convertir el CO2 en las moléculas de carbono contenidas en sus células y tejidos. Sin embargo, el carbono se vuelve a liberar cuando las plantas mueren y se descomponen. Y algunos microbios del suelo fabrican gas metano.

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