La violencia y las amenazas cercan a los periodistas en Euskadi
Los informadores denuncian un clima de acoso que impide trabajar con libertad
Lo que sigue es un conjunto de testimonios sin nombres ni apellidos, un artículo que atenta, por tanto, directamente contra las reglas académicas del periodismo. Son retazos de conversaciones mantenidas con una larga veintena de periodistas vascos, ésos que cubren regularmente la información "caliente" de Euskadi, que dan cuenta de los atentados, que van a las ruedas de prensa de HB como a las de cualquier otro partido y que, en definitiva, hacen lo que se clasifica como crónica política. Algunos son veteranos, supervivientes de esa generación de profesionales que hizo la transición informativa y que hoy está a punto de desaparecer. El resto son periodistas situados en la treintena pero ya forzosamente curtidos por esa voraz máquina trituradora que es la actualidad vasca. Todos ellos, profesionales de muy diferentes medios informativos, públicos y privados, nacionalistas y no nacionalistas, han sentido estos días el escalofrío de espanto generado por el intento de asesinato de Aurora Intxausti, redactora de EL PAÍS, de Juan Francisco Palomo, de Antena 3, y del hijo de ambos, de 18 meses. Han notado la sacudida de la onda expansiva del miedo.¿Hay una relación de causa-efecto entre el hecho de ser citado en el Gara o el Ardi Beltza de Pepe Rei y el riesgo de ser víctima de un atentado?, ¿hasta dónde se practica la autocensura informativa en Euskadi?, ¿cuáles son las presiones que reciben?, ¿cómo son sus relaciones con el mundo violento?, ¿qué piensan de los responsables de los medios de comunicación estatales, de los tertulianos...?, ¿habría que boicotear las conferencias de prensa de HB, solidarizarse con aquellos medios vetados?, ¿se puede trabajar de periodista llevando escolta? ¿Hasta dónde acusan la mordedura del miedo? Porque es el miedo, desde luego, el miedo a significarse ante el mundo violento, el miedo al conflicto, lo que les lleva a situarse en el anonimato, aunque este temor se superponga a veces a un cierto pudor profesional por convertirse en protagonistas de la noticia y conviva, en ocasiones, con la prevención de aquéllos que critican a las direcciones de sus empresas, a veces, por razones estrictamente laborales.
Hay un antes y un después del asesinato del columnista del diario El Mundo y miembro del Foro Ermua José Luis López de Lacalle, y hay también un antes y un después del reciente atentado fallido contra la familia de periodistas donostiarras. Este último atentado ha hecho saltar las alarmas que quedaban por saltar entre los profesionales vascos porque, como dicen muchos de los entrevistados, "no contábamos con eso, no queríamos aceptar que las futuras víctimas podían ser periodistas como nosotros, gente de calle, trabajadores de la información, no divos del periodismo, ni popes o altos responsables de los medios". Hay al menos una excepción, una periodista guipuzcoana de un medio estatal que tuvo el presagio de que el próximo ataque iba a ir dirigido contra Aurora Intxausti. "No puedo explicar de manera racional por qué transmití ese temor a un colega. No sé, quizás fue el vídeo de Ardi Beltza en el que aparece Aurora, la idea de que podían ir contra un apellido vasco, un periodista normal, para escarmentar a todos...".
El tiro en la nuca y la bomba irrumpen ahora en un colectivo profesional diezmado por el cansancio y el desánimo, atacado por un hastío infinito que puede llegar a enajenar a los más templados. "Llega un momento", dice un veterano de la crónica negra, "en el que tu ciudad y hasta Euskadi entera se te aparece a veces como un campo de minas un territorio fantasmagórico. Es como si la geografía vasca estuviera jalonada de cruces invisibles y manchas oscuras fantasmales que ni el tiempo ni la pintura podrán nunca borrar. Son demasiados años en este oficio, sabes, y aunque la gente lo ignore o se esfuerce por olvidarlo, tú conoces la verdad porque estuviste allí y viste lo que viste, sientes que el pasado sigue palpitando de alguna manera en ese lugar, que el recuerdo de aquel hecho trágico no se ha disuelto en el agua que se lleva la sangre del atentado. Sabes que en esta esquina mataron a aquel funcionario de prisiones, que a la altura de este número de esta calle abatieron a Fernando Múgica, que en aquella cuneta volaron a una patrulla de la policía, reconoces las cicatrices que las barricadas de fuego dejaron en el asfalto y si me apuras te diré que también las que llevo conmigo en la memoria, en el alma. El recorrido turístico que yo puedo ofrecer tiene poco que ver con la ruta del 'Ven y cuéntalo' que les hacían a los colegas invitados por el Gobierno vasco. Un día de fiesta que estás con tu familia o tus amigos entras en un bar y te descubres mirando la mesa en la que mataron al concejal del PP, Gregorio Ordóñez. Por un momento le ves allí tumbado, tal y como lo dejaron los asesinos. Entonces comprendes que tienes que largarte, abandonar este país maldito que ya no puede ser el tuyo, dejar atrás los rostros de odio, la miseria moral de tanta gente, la tristeza que se ha apoderado de esta sociedad y, por supuesto, tu propia ansiedad, el miedo que va poco a poco devorándote, alejándote de la realidad en la que vive el resto de la gente. Empiezas a sentirte aparte en medio de tu propia familia porque no quieres compartir con ella tus negros pensamientos, no puedes explicarles a qué responde este ensimismamiento, esta melancolía que arrastras. Tienes que largarte, sí, pero no sabes cómo, ni adonde ir, y te da rabia que te echen de tu casa, de tu tierra y que se salgan con la suya. Piensas también que si huyes, esa sensación de derrota te acompañará siempre y te amargará la vida. Y dime tú, ¿qué puedo hacer para salir de esta trampa?".
Como tantos otros, como Aurora Intxausti, como José Luis López de Lacalle, como los exiliados del periodismo vasco, este hombre ha sido citado, descalificado más bien, en los medios informativos de HB. No todos los periodistas vascos de la crónica política creen que el salir en el Gara o el Ardi Beltza suponga automáticamente situarte en el disparadero, pero pocos dudan, ciertamente, de la existencia de una relación. "Es como en el juego de la lotería", explica un guipuzcoano. "Cada vez que escribes algo desagradable para ese mundo el número de bolitas que lleva tu nombre se multiplica. Si además eres señalado con frecuencia por esos queridos colegas nuestros tan dispuestos a denunciar a los enemigos del pueblo vasco, entonces, amigo mío, tienes verdaderas posibilidades de que llegue a tocarte la lotería en forma de campaña de amenazas, de visita de la kale borroka o, peor aún, de tiro en la nuca".
Muchos del oficio no han olvidado el suave pero explícito recordatorio de un antiguo responsable de comunicación de HB, ya fallecido: "Que sepáis que tenemos dossieres de todos vosotros y que sabemos lo que escribís todos los días". Ese mundo de brazos múltiples en el que las manos legales pretenden ignorar lo que hacen las ilegales y hacen abstracción del cerebro común armado que las dirige, dispone también, desde luego, de fotos de periodistas. Y es que en las manifestaciones y en otros actos del entorno de HB aparecen, excepcionalmente, fotógrafos espontáneos que se dedican a fotografiar a los informadores profesionales. "A mí y a otros nos hicieron el retrato al acudir a una convocatoria de los huelguistas de hambre que estaban encerrados en la iglesia del Buen Pastor de San Sebastián. Apareció un tipo y empezó a tirar de la máquina en dirección nuestra. Fueron unos segundos, porque el tipo desapareció enseguida, pero creo que a uno de los nuestros le dio tiempo a fotografiarle a su vez", recuerda un periodista de un medio no nacionalista.
Hace cuatro años un completo desconocido le interpeló cuando cubría una manifestación de HB. "¿Eres tú ...? Ah, pero ¿sabes euskara? Pues eres un hijo de puta y ándate con cuidado", le espetó fríamente. Sólo una persona ignorante de lo que pasa en el País Vasco puede preguntar seriamente si se denuncian judicialmente los insultos: aho zikina (boca sucia), "terrorista de la pluma", txakurras (perros) de la pluma, las amenazas, anónimas o no, los escupitajos o las patadas que esporádicamente se cosechan en los actos tumultuosos. "Cuando las cosa se presenta muy fea procuramos ir en grupo, porque ha habido momentos, funerales y entierros, sobre todo, en los que yo he temido un linchamiento", indica una periodista de un medio nacionalista. Por mucho hábito que se tenga, por mucha normalidad que se aparente, la mayor parte de los que acuden a las generalmente nutridas conferencias de prensa de HB sienten ahí un cosquilleo especial que les recuerda que ésta es una cita especial. Hay periodistas que entran sin problemas y hay periodistas que no pueden entrar porque sus medios, EL PAÍS, El Mundo, Abc, están vetados desde hace años. En ocasiones, HB impone también castigos de dos semanas a los representantes de los medios que, a su juicio, han incurrido en "manipulaciones" o "intoxicaciones" supuestamente leves a tenor de la bondad de la sanción.
Aunque las expulsiones de los periodistas de los medios "malditos" se han producido en ocasiones en presencia de sus colegas, nunca hasta ahora ha habido una reacción gremial, solidaria, colectiva, de abandonar el acto. "¿Y qué vas a hacer tú si el jefe te manda a una rueda de prensa de HB? Esa batalla es cosa de las direcciones de las empresas y no de la infantería, que bastante hace con tragar lo que les sueltan en esos actos", señala un locutor de radio. "En Madrid", añade, "se desahogan a gusto contra HB, pero ya sabes que al día siguiente te van a pedir el corte con las últimas declaraciones bárbaras del dirigente de turno porque hay que alimentar el morbo que hay detrás de todo. No están dispuestos a ignorar a HB porque, por lo visto, les da juego". Buena parte de estos periodistas vascos se muestran personalmente favorables a un boicoteo de los actos de HB si sigue sin condenar los atentados o excluyendo a determinados medios. "Me parece humillante que soportemos sin reaccionar su chulería, su negativa a contestar cuando no les interesa, o sus insultos y recriminaciones, que establezcan su derecho de admisión, que haya compañeros que tengan que cubrir sus manifestaciones en paralelo, expuestos a los ataques de cualquier energúmeno, porque les expulsan del área de seguridad.Que me expliquen cómo justificamos tanta atención informativa a esta gente que nos utiliza descaradamente para sus ejercicios de propaganda, que me digan qué noticia ha dado HB en los cientos de ruedas de prensa de los últimos 10 años", señala un profesional vizcaíno.
No todo el mundo se siente incómodo en las ruedas de prensa de HB, como no todo el mundo, participa del mismo grado de inquietud por la situación. Aunque abundan las excepciones, en general los periodistas que representan a medios nacionalistas, ETB (radio televisión vasca), Deia (periódico del PNV), Egunkaria (íntegramente en euskara) y por supuesto Gara, viven y tienden a percibir la realidad de manera distinta. "Yo no me siento presionada, ni tengo la sensación de actuar con miedo, trabajo en un medio público vasco y yo creo que somos nosotros los que actuamos con mayor transparencia y ecuanimidad por aquello de que hay una comisión de control parlamentaria". Lo cierto es que entre las decenas de periodistas vascos que cuentan con escoltas -más de medio centenar según un informe, ya desfasado, de Periodistas Sin Fronteras- y entre aquellos que han sido advertidos y aleccionados para que adopten medidas de autoprotección -"antes de aceptar un guardaespaldas dejo el oficio", subraya más de un entrevistado- no hay prácticamente profesionales de los medios nacionalistas. También en el otro campo -la separación política parece ampliarse y solidificarse cada vez más- hay situaciones excepcionales. "A mí me da bastante cosa ir a las de Senideak (asociación de los familiares de los presos de ETA) o a las de las Gestoras pro Amnistía, pero, sin embargo, no me siento incómoda en HB, no tengo miedo y además yo soy de los pocos que preguntan porque no me da la gana que Otegi y compañía se chuleen de que nos tienen dominados ", manifiesta una guipuzcoana.
"En este momento, existe un doble lenguaje de HB. Es el lenguaje clásico del grupo mafioso que, por un lado, muestra su cara amable y, por otro, deja claro que puede ocurrirte lo peor si no sigues el código impuesto, si entras en el terreno de lo prohibido. Significarse como periodista beligerante es simplemente aportar cualquier dato que evidencie que entre ETA y HB hay algo más que una mera coincidencia ideológica. Cuestionar los planteamientos de Otegi en una rueda de prensa, además de un ejercicio inútil porque no va a responderte, es caracterizarse como periodista beligerante, entrar en las listas negras, y ya se sabe que los que trabajamos para medios de ámbito estatal somos esbirros del poder español, parte del engranaje de la represión de Euskal Herria, objetivos por lo tanto de ETA. Así están las cosas", indica un profesional de un medio público. No hay casi preguntas en las conferencias de prensa de HB, pero tampoco abundan en las otras parcelas políticas. "La sociedad vasca está hundida psicológicamente y nosotros, que nos comemos a diario los follones en primera línea, no podemos estar mejor por mucho callo que hayas hecho", afirma una periodista de una emisora de orientación nacionalista. "Acusamos mucho las presiones y el descrédito que el nacionalismo en su conjunto ha vertido sobre la profesión. El nacionalismo", dice, "se ha dado cuenta de que la batalla política se libra en buena medida en el terreno mediático y como carece de medios con credibilidad social arremete contra todo lo que le molesta. Ahora todo anda peor que nunca porque el PNV está a la defensiva tras lo de Lizarra".
¿Cabe equiparar el caso de Pepe Rei con el de Xabier Lapitz, subdirector del diario Deia (PNV), que lanza también sus dardos sobre profesionales e intelectuales vascos desde su columna? La respuesta de estos periodistas es que no, aunque no faltan quienes acusan a Lapitz de utilizar a distancia, de manera oportunista, el mismo mecanismo del miedo a ser señalado que utiliza el director de Ardi Beltza o el periodista que firma con el seudónimo de Maite Soroa en la sección "La lupa de papel" de Gara. "Por mucho derecho a la crítica que tenga lo que no puede ignorar desde un punto de vista ético es la muy excepcional situación que vivimos. A estas alturas, tiene que saber por fuerza que si sus ataques y acusaciones personales de antivasquismo provocan miedo e inquietud no es por la enjundia de sus artículos, sino porque sitúa a sus acusados en el escaparate frente al mundo violento", destaca un bilbaíno. "En esto pasa como con las tertulias", añade otro periodista, "que hay gente que olvida que aquí los experimentos no se hacen con gaseosa, sino con gasolina".
Lo cierto es que entre los periodistas políticos vascos de medios nacionalistas y no nacionalistas hay una crítica muy dura y generalizada contra las tertulias radiofónicas, particularmente, y el tratamiento del terrorismo que se hacen en determinados programas y espacios. "Hablan con una frivolidad y una ignorancia alucinantes, extienden gratuitamente las acusaciones y juegan con el dolor y el desasosiego de este país", indica una periodista de radio. "Algunos hacen pornografía, sensacionalismo, porque van a lo que van, a impresionar a sus audiencias y les importa un bledo las consecuencias que todo esto tiene aquí", añade otro profesional vasco. "De todas formas, mientras persista la dictadura de ETA será imposible hacer la necesaria autocrítica en la profesión. Son colegas como Aurora y Juan quienes forman la barrera de la dignidad contra la imposición", indica un guipuzcoano. La casi totalidad de los entrevistados niegan estar presionados por las direcciones de sus medios pero, como dicen muchos de ellos, "también sabemos muy bien dónde trabajamos". Un periodista de un medio público estatal recuerda que en una ocasión le cambiaron de la crónica la cifra de "decenas de miles" de asistentes a una gran manifestación de HB por la de "miles de asistentes" aportada por una agencia. "No hay sólo presiones de HB y de ETA", subraya un bilbaíno. También el PNV te considera un "enemigo" si criticas sus chanchullos o a su política. No se cortan llamándole en público "españolazo" al periodista molesto, o en querellarse, te echan sistemáticamente a sus jefes de prensa y Arzalluz hace reír frecuentemente a su audiencia metiéndose con El Correo o con el Grupo PRISA. Te encuentras entre dos frentes: el de HB-ETA y el del PNV, que se complementan. Un colega se ha ido a Madrid cansado ya de encontrarse con teléfonos que enmudecían en cuanto llamaba. Ellos llevan también su campaña de presiones".
Aunque consideran que el periodismo vasco es, en general, fruto de un escuela práctica seria, nada sensacionalista y comprometida con la verdad, estos periodistas admiten con excepciones que practican cierta autocensura en sus más variadas y sutiles formas. "Es posible que los árboles no nos dejen ver el bosque; yo, en concreto, me autocensuro a veces contando lo que cada cual quiere que cuente, aun a sabiendas que eso contiene una falsedad evidente", admite una periodista de un medio nacionalista. "Lo que me prohíbo", añade, "es utilizar un lenguaje ofensivo para no contribuir a las descalificaciones burdas que cada vez abundan más". Tocar permanente el hierro candente de la información delicada, conflictiva, conlleva un fuerte desgaste personal y alimenta la tentación de aplicarse lo que algunos profesionales llaman la "teoría de los velos". "La realidad es tan dura y reiterada que inconscientemente te proteges colocándote un fino velo que filtre esa realidad para hacerla menos agresiva. Con el tiempo te colocas un segundo velo y un tercero. Al final terminas no sorprendiéndote de cosas que objetivamente son abracadabrantes y, claro, esto es fatal para el periodismo", dice una informadora vitoriana. "Es muy duro resistir y sobrevivir", añade.
Pese a todo, si hay algo que no reclaman estos periodistas es el título de héroes. Ni el de mártires.
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