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Bush se niega a entrevistarse con Gore y prepara una declaración oficial de victoria

Al rechazar la propuesta de Al Gore de realizar un escrutinio a mano en toda Florida, y no sólo en los condados de mayoría demócrata, George Bush cedió ayer a su rival la ventaja en el tribunal de la opinión pública, el que decidirá el pulso por la Casa Blanca. Consciente de la buena acogida que tuvo la idea de Gore entre los sectores moderados e independientes, Bush intentó empatar renunciando a solicitar un nuevo recuento en Iowa, para lo que ayer ultimaba el plazo. "El país", dijo, "debe ir adelante". Gore fue proclamado ganador en Iowa con menos del 1% del total de los sufragios emitidos.

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La oferta de Gore sobre Florida le dio un importante capital para enfrentarse al momento más difícil de su vida política. Si no lo impiden las acciones judiciales en curso, Florida, a través de su secretaria de Estado, Katherine Harris, puede certificar mañana, tras contabilizar hoy el voto por correo, una corta victoria de Bush. Pero Gore, según adelantó a la cadena ABC, no dará por perdida la Casa Blanca.Gore aseguró que continuará la batalla legal para garantizar que estas elecciones presidenciales "no son cortocircuitadas antes de que todos los votos hayan sido examinados". La noche anterior, compareciendo en televisión desde Washington, había realizado una hábil y aplaudida maniobra política. Gore se puso un ropaje de estadista y propuso a su rival republicano celebrar un encuentro personal para "mejorar el nivel de diálogo en Estados Unidos".

Oferta concreta

Aún más: Gore hizo una oferta concreta para solucionar el embrollo de Florida. Aceptó de modo indirecto que la celebración de un tercer recuento, esta vez manual, en condados como Palm Beach, de clara mayoría demócrata, puede suponer una discriminación para el resto de los electores de ese Estado. Así que le propuso a Bush que el recuento manual se extienda a todo el Estado. A cambio prometió respetar el resultado y renunciar a posteriores acciones legales.La idea fue tildada ayer de razonable y constructiva por numerosos editoriales periodísticos, analistas independientes y líderes políticos moderados. Satisfaciendo el deseo de sus compatriotas de que el proceso no se alargue demasiado, Gore le dio una semana de plazo al escrutinio a mano. Sorprendido en fuera de juego y comprendiendo que su rival había marcado un tanto importante en la batalla de la opinión, Bush salió a la carrera de su rancho tejano en la noche del miércoles. Se instaló en su despacho en Austin y, con la bandera al fondo y leyendo de modo presidencial de un telepronpter, envió un mensaje televisivo a la nación.

Pero la intervención de Gore ocupó el prime time televisivo, y la de Bush, cuando la gente empezaba a acostarse. Y, además, el demócrata envió un mensaje positivo y el republicano respondió con negativas. Bush dijo que se vería con Gore, pero una vez proclamado un ganador. Y descartó por completo la idea de un recuento general a mano en Florida.

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Bush lo apuesta todo a que Harris le proclame mañana ganador de Florida y sus 25 compromisarios en el Colegio Electoral. Calcula que eso levantará una gran presión popular para que Gore acepte la derrota y no dé la imagen de un perdedor amargado. Pero nada es menos seguro. El demócrata ha levantado un serio cortafuegos: las dudas sobre la legitimidad de una victoria de Bush certificada por su correligionaria Harris.

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