El mural de Picasso en la Plaza Nova tendrá nueva iluminación
Cuando se inauguró, en mayo de 1962, fue objeto de burlas de todo tipo en los diarios de la época. Con el tiempo, sin embargo, el mural de Picasso situado en el friso exterior de la sede del Colegio de Arquitectos de Cataluña, en la plaza Nova, delante de la catedral, se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Durante las próximas fiestas navideñas, cuando miles de ciudadanos acudan la tradicional feria de Santa Llúcia, el friso de Picasso estará semioculto por las vallas publicitarias que anunciarán las obras de limpieza e iluminación del mural. El alcalde de Barcelona, Joan Clos, presidió ayer la firma del convenio entre el Instituto Municipal del Paisaje Urbano, el Colegio de Arquitectos y las empresas patrocinadoras Simón, SA, y Sapic, que serán las encargadas de la limpieza y la iluminación del mural, un proceso que durará unos dos meses.
El mural de Picasso no presenta demasiados problemas de conservación y, por tanto, los trabajos se centrarán en la limpieza y en la nueva iluminación, que será más acentuada que hasta la fecha. Simón, SA, especializada en material eléctrico, es la que presenta el mayor presupuesto, unos 12 millones de pesetas, y el de Sapic, cuya especialidad es la restauración patrimonial, es de 3,7 millones.
El teniente de alcalde Jordi Portabella, presidente del Instituto Municipal del Paisaje Urbano, recordó ayer la polémica que en su día acompañó la instalación del mural de Picasso. Según comentó, el arzobispo de Barcelona se negó a que se instalara una obra del pintor malagueño delante de la catedral, pero el arquitecto que había encargado la obra, Xavier Busquets, autor del edificio del colegio, consiguió convencerlo: "Como había sido de la División Azul, Busquets se puso el uniforme y se fue a ver al arzobispo. Puso la pistola sobre la mesa y le dijo: 'Picasso hará el friso'. Y lo hizo". Portabella, que reconoció que el mural "se conserva bien, pero aún quedará más guapo", resaltó el hecho de que el friso se realizó con la técnica del esgrafiado de arena, en aquel momento muy novedosa. El friso, que ocupa 57 metros líneales en la fachada exterior del edificio, representa en un estilo esquemático algunas de las más conocidas tradiciones catalanas.
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