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"Nosotros somos la frontera"

Ángeles Espinosa

Los 17 asentamientos más al norte de Israel afrontan la amenaza de Hezbolá tras la retirada del sur de Líbano

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ENVIADA ESPECIALAl subir la colina que lleva al kibutz Misgav Am, el teléfono móvil emite un pitido. Es el aviso de que se ha entrado en la zona de cobertura de LibanCell, una compañía libanesa. Allí, en las cercanías de Metula, la localidad más septentrional de Israel, la proximidad con el vecino del Norte es tal que físicamente se toca la valla de delimitación de la frontera internacional que el Ejército israelí está terminando de instalar tras su retirada del sur de Líbano el pasado mayo. "La frontera somos nosotros", manifiesta sin pizca de exageración Joseph Abbas, uno de los 200 habitantes de la colonia establecida en 1945.

Y en efecto, una buena parte de los 1.740 metros de perímetro del kibutz, uno de los 17 asentamientos fronterizos, coinciden con la línea de demarcación. Más o menos, porque la frontera original iba inicialmente más adentro, pero una infiltración terrorista que les causó dos muertos en los años ochenta motivó el traslado de la verja "unos metros" para incluir un camino que permitiera las patrullas, según explica el propio Abbas. Ahora, la imprecisión del trazado original (realizado a lápiz en un mapa) ha permitido conservar ese puñado de metros arañados a la ladera de la colina.

Desde allí se observa, a simple vista, un antiguo puesto de observación del Ejército israelí, hoy ocupado por cascos azules de la ONU. "Gracias a su presencia, nosotros no hemos recibido ninguna visita de Hezbolá", comenta satisfecho Abbas antes de añadir que "la verja lleva un sistema electrónico de detección y mientras se termina su instalación un retén de soldados permanece en el kibutz". Colina abajo, un poco a la derecha, está la aldea libanesa de Aadaise. "Son nuestros vecinos más cercanos, apenas hay medio kilómetro", subraya el interlocutor con la tranquilidad que da la diferencia de altura.

"Durante veinte años hemos sido el centro de los problemas, pero ahora esto está más tranquilo que el resto del país", asegura Abbas convencido de que su Ejército puede defender la frontera igual o mejor "desde este lado que desde el libanés". Un portavoz militar, el comandante Olivier, confirma que "no existe un peligro vital para Israel", pero advierte del riesgo de escalada ante la delicada situación regional. "Estoy muy contento; lo único que lamento es que no se retiraran diez años antes para que hubiera habido menos soldados muertos", concluye Abbas.

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Distinta percepción tienen, sin embargo, las 94 familias que habitan la vecina cooperativa de Margaryyot, a tres kilómetros de Misgav Am. Aquí son los israelíes los que están abajo y los libaneses en lo alto de la colina. "El silencio me da miedo", confiesa Suzanne Sajov, una de las cuidadoras del jardín de infancia del asentamiento. En una esquina del recinto donde hoy juegan un puñado de críos cayó el pasado marzo el último obús de mortero. Todavía están las marcas de las esquirlas. Aunque el incidente no se ha repetido desde el repliegue israelí, Suzanne no está tranquila. Ahora ya no llueven katyushas, pero ha aumentado el riesgo de infiltraciones. Tampoco está tranquila Marta, la madre de E., uno de los pequeños que pasa la mañana en ese centro. "La preocupación sigue siendo la misma porque sólo hace dos o tres semanas que empezaron a ponernos la verja", declara. "Los primeros días", recuerda, "el silencio se me hacía raro; cuando salía a tender la ropa, miraba y escuchaba convencida de que era la calma que precede a la tormenta". Ahora, tras el secuestro de los tres soldados israelíes, su temor ha aumentado si cabe.

El día de la realización de este reportaje (lunes 6 de noviembre), las fuerzas israelíes en la frontera con Líbano están en estado de alerta ante la sospecha de que la guerrilla de Hezbolá prepara una operación. "Ha habido un cambio total de la realidad militar y de seguridad en el norte de Israel", explica el comandante Olivier en el puesto de observación de Fatma. "Ahora la gente puede ver a Hezbolá y sus banderas [al otro lado de la verja]. El sueño de cuatro meses ha desaparecido; el peligro de infiltraciones devuelve a la gente a cuatro años atrás: es un cambio psicológico profundo", reconoce.

Muchos de los entrevistados consideran, sin embargo, que el riesgo no ha dejado de existir durante los cinco meses que han pasado desde la retirada del país vecino. "Desde entonces pueden llegar hasta la verja igual que nosotros y ya no tienen que venir de tan lejos", reconoce Abbas. De hecho, a finales de agosto, en un incidente poco conocido, dos libaneses lograron llegar en taxi hasta Rosh Pinha, a 40 kilómetros de la frontera, algo que contribuyó a incrementar la sensación de vulnerabilidad de la población de la zona fronteriza, unos 150.000 habitantes en una franja de unos 20 kilómetros.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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