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Reportaje:

La Tate Modern alcanza los 3,5 millones de visitantes en seis meses

Lars Nittve, director del museo, afirma que abrieron en el momento justo

Las previsiones más optimistas cifraban en 2,5 millones los visitantes que tendría la Tate Modern en un año. Se equivocaron. Sólo seis meses después, el nuevo museo de arte contemporáneo de Londres ha recibido la astronómica cifra de 3,5 millones, casi el doble que el Prado en un año, y, si sigue el flujo, superará incluso al Louvre. Su director, el estudioso sueco Lars Nittve, explicó ayer en Barcelona algunas de las claves del éxito.

"No es fácil explicarlo", comentó ayer Lars Nittve poco antes de iniciar la charla sobre los nuevos museos que mantuvo con la crítica Kim Bradley, organizadora del ciclo La distancia entre el arte y el espectador, que organiza la Fundación La Caixa. "Hemos sido afortunados a la hora de elegir el momento, porque ahora, después de muchos años, en la sociedad británica hay mucho interés por el arte moderno y contemporáneo, y nos hemos aprovechado de esto". Es un interés que, reconoce, se debe en parte a la gran repercusión mediática que han tenido los jóvenes artistas británicos, encabezados por Damien Hirst, a la hora de devolverles a los británicos la confianza en su propio arte. "Otra cosa es que hemos conseguido crear un museo en el que la gente se encuentra cómoda, sin la presión de que está entrando en un templo de la alta cultura, y para comprobarlo basta con mirar la cara y la actitud de la gente que accede al centro", añade Nittve, que destaca también el importante detalle de que la entrada al museo es gratuita, excepto para las exposiciones temporales, entre las que destacan la próxima temporada una del español Juan Muñoz, en el monumental hall de la entrada, y otras dedicadas al surrealismo, el arte povera, Morandi y las ciudades modernas.El fenómeno de lo nuevo y la atracción del edificio es otro punto a considerar, pero, asegura, las encuestas demuestran que un amplio porcentaje del público es repetidor, "lo que indica que les interesa algo más que el edificio". Podría ser que la revolucionaria presentación de la colección, organizada por ámbitos temáticos en lugar del tradicional recorrido cronológico, también haya aportado su grano de arena. "Dos tercios de los visitantes piensan que la organización temática es positiva, y el tercio restante la odia", afirma. "En general, los que creen entender de historia de arte son los que más perdidos se encuentran, porque se les han roto los esquemas, pero los que son nuevos en el tema se sienten muy confortables". Para él es inevitable una revisión en la manera en que los museos modernos exhiben el arte de este siglo. "Ahora se están utilizando esquemas de hace cincuenta años y ya no son válidos", asegura. Él es radical en este aspecto: "No pienso en términos de la nacionalidad del artista, ni tampoco en el tipo de medio que utiliza. Lo que importa es que nos interese la obra de arte, sea ésta un óleo, un vídeo o una web en Internet". En resumen, añade, no hay jeraquías, ni en la cronología, ni en el medio, ni en el origen. Rechaza de plano el modelo Guggenheim: "Los museos tienen que estar integrados en la comunidad en la que se ubican, y no creo que puedan hacerse franquicias como si fueran MacDonalds". Piensa que los museos "pueden contribuir un poco a cambiar la visión del mundo que tiene la gente; ayudan a pensar, pero no pueden hacer revoluciones". "La función del museo", añade, "no es dar opiniones, sino plantear preguntas".

Nittve, que fue nombrado director y gerente de la Tate Modern en 1998, tras una brillante carrera como director y conservador de museos en Suecia y Dinamarca, cuenta con un presupuesto anual de 13 millones de libras (unos 3.500 millones de pesetas), de los que un 40% proviene del Estado y el resto del patrocinio privado.

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